Medicina Energética y Otras Yerbas

Revista sobre salud, cuerpo, energía, sociedad y hasta orgonomía…


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Acupuntura del Cielo II

MEDICINA ORGONÓMICA

Por Carlos Inza

El trabajo de regulación climática con los cloud-buster o rompe-nubes

Continuación de articulo publicado en el Número pasado

 

Lo visible dura un verano y luego se marchita,

pero aquello que le dio vida se oculta bajo la tierra y allí vive,

inmutable, bajo la superficie de los eternos cambios.

 Lo que se ve es la flor y ésta perece. El rizoma permanece.

Carl G. Jung

 

Tal vez el cloudbusting sea, también, un desafío para “el sentido común”. Pero no en el aspecto tipo: “la idea es demasiado loca para que sea cierta” o “hacen falta muchos cambios en el paradigma vigente para que pueda ser aceptada”. Sentido común aquí significa lo siguiente: si un método es capaz de “hacer llover” o, menos pretenciosamente, “coincidir con la aparición de lluvia” ocho veces de cada diez intentos, y todas ellas contra los pronósticos de cualquier servicio meteorológico, entonces “sentido común” parece esto: “es muy probable que sea un método acertado”. ¿Qué otra cosa puede querer decir “sentido común”, entonces? ¿Alguien puede explicarme qué otra cosa puede significar?

Y si alguien dice que en ciencia no existe nada parecido a “sentido común”, y que los teólogos de la razón se niegan a considerar seriamente el sentido de esa expresión, entonces habrá que revisar la validez de los supuestos que fundamentan esta ciencia en sí misma, porque de ser así se trataría de una actividad enfrentada con el instinto más claro y más preciado por los seres vivos: la supervivencia.

Las razones no son tan raras, tan difíciles de comprender: es medio una cuestión de poder (la ciencia real no es aséptica, depende de quiénes la financian) y medio un problema de patología gremial, porque los científicos reales de carne y hueso no son seres excepcionalmente sanos: están tan o más acorazados que el promedio de la sociedad. Son habitualmente incapaces de mirar la realidad sin prejuicios y desde su propia libertad de investigador (¡un requisito que sólo figura en pomposas declaraciones!), y están atados a infinidad de cláusulas y reglamentos sin cuya estricta observancia no pueden pertenecer al club que les da continencia y salario. Y en general se abstienen de opinar, de arriesgar una disidencia con sus jefes y patrones: la bibliografía que citan tiene que ser más importante que sus propias conclusiones porque de otra manera el trabajo “no es serio” y se transforma en inaceptable para los estatutos del club.

Sí: es otro caso de dependencia emocional, es la necesidad de sentirse amparado y protegido a cualquier precio. Es el contrato de Fausto otra vez, siempre y con tal de no correr el riesgo de vivir ejerciendo la propia libertad, ésa misma que te puede dejar irremisiblemente solo y en peligro. ¿Pueden ellos opinar, están en condiciones de emitir una opinión libre acerca de la energía orgón, de los acumuladores de energía y de los tubos enfilados al cielo? Otra vez la respuesta es no: no pueden, no están en condiciones de hacerlo. Y si no, miren las cosas que pasan en medicina con la utilización de métodos tradicionales consagrados por su eficacia pero negados, condenados y combatidos por la medicina “oficial”.

Tienen un buen ejemplo con “el empacho”, que infinidad de curadoras (no “curanderas”) con experiencia saben diagnosticar y tratar. Pero como no figura en la lista de las enfermedades oficialmente admitidas no existe y, por lo tanto, no se puede tratar. Estas actitudes son demasiado para la paciencia: ¡negar algo porque no lo entiendo es típico de idiotas! Medicina oficial significa lo que “hay que creer”: una cuestión de fe, un problema teológico. Así uno es reconocido, admitido en la lista de los tontos con registro, y eso rige para todos los integrantes de una sociedad incluidos sus científicos, los nuevos sacerdotes.

Vuelta a los tubos, otra vez.

Aquí no entender significa negar la existencia de la omnipresente energía orgón, también existente en la atmósfera terrestre. Si tal energía no existe, ¿cómo tomarse en serio un método que dice actuar sobre ella? ¿Cómo analizar una metodología que descansa en su capacidad para variar los potenciales de una energía inexistente?

Ahora bien: intentemos una mirada razonable, alejada de la locura mecanicista que sigue hegemonizando la práctica y el pensamiento científicos. Y de golpe me acuerdo de Florencio Escardó, un pediatra brillante que comenzó a ser marginado por sus colegas cuando se transformó en homeópata y utilizó su espacio en los medios (era Piolín de Macramé, un excelente escritor) para intentar una visión más profunda acerca de los sujetos de la pediatría: los niños. Él dijo,  sencillamente: “medicina de verdad es la que cura”.

Mirada razonable…

Cualquier “mirada razonable” corre el riesgo de aparecer asesinada en un zanjón. Por ejemplo: al doctor Hamer se le ocurrió una visión del cáncer increíblemente más certera, profunda y objetiva que la de la oncología oficial (no hace falta demasiado para lograrlo). Si las hipótesis de Hamer son correctas (y me parece que lo son), se termina el brillante negocio de la quimioterapia y la radioterapia como tratamientos “curativos” o paliativos. Por lo tanto Hamer es inhabilitado profesionalmente, perseguido judicialmente (hasta dónde sé está preso en Francia) y sufre cuatro atentados contra su vida: ¡argumentos de gran peso “científico” para contradecirlo! Conclusión: el poder, las empresas perjudicadas, las academias de medicina y la mafia son una sola cosa…

¿Y los tubos?

Bien, gracias. También hay una industria para producir lluvia o tratar de eliminar amenazas para la producción agrícola, como es el caso del granizo. ¡Cuesta muchísimo dinero alistar una flota de aviones para bombardear las nubes con ioduro de plata y convencerlas de que suelten su preciada carga o se la guarden! (Y su porcentaje de éxito comprobado es muy inferior al del cloudbusting)

¿Qué puede pensar algún exitoso empresario de esta actividad si se entera que la correcta manipulación de unos pocos tubos comprados en la ferretería del barrio puede ser más eficaz que la inversión de millones de pesos? No va a pensar nada, va a tratar de eliminar al peligroso competidor, sea como sea. Primero va a llamar a la policía, al gobierno y a los científicos: todos van a darle la razón. Pero si sus amigos fallan y no pueden impedir el uso de los tubos, acudirá a la mafia sin dudarlo ni un segundo. “No puedo dejar a tanta gente sin trabajo, es anti-social y mi sensibilidad no me lo permite”.

“No podemos permitir que se utilice un método que no está aceptado por científicos competentes y reconocidos y que, por lo tanto, atenta contra las instituciones y nuestro estilo de vida”.

El circo sigue, dale que va.

¿Qué era eso de “regular” el clima, no es peligroso acaso?

Más peligroso es morirse de asfixia o vegetar sobreviviendo en condiciones penosas, me parece.

Y como también, hace un rato, sugerí una diferencia entre “hacer llover” y “regular” o equilibrar el clima, quiero explicarla.

Los trabajos de Wilhelm Reich en los años cincuenta sobre la atmósfera surgieron de una necesidad imperiosa: aligerar de Dor (energía de muerte o negativa que tampoco existe, obviamente) la región de su laboratorio luego del llamado Experimento Oranur, que podría haber terminado con la vida de todos sus participantes y de cuánto estuviera vivo alrededor, pero que ahora no viene al caso detallar. El Dor estaba en la atmósfera, especialmente concentrado en nubes negras, amenazantes y potencialmente luctuosas, como corresponde a su color.

De manera azarosa, como suele ocurrir con los grandes descubrimientos, Wilhelm advirtió que algunos tubos de acero accidentalmente enfocados hacia el lago coincidían con pequeñas olas sobre su superficie: un extraño hecho al que en ese momento no le encontró explicación pero que requiere extrema finura para ser advertido. Entonces unió ésa observación a otras que había obtenido antes, relacionadas con la fuerte afinidad entre agua y energía orgón (ésa que no existe) y algo poderosamente intuitivo hizo un clic en su pensamiento: “¿Y si dirigimos los tubos hacia las nubes negras, agregando un cable que descargue a tierra o agua?”.

Lo hizo ¡y funcionó!

Las nubes empezaron a desaparecer “delante de sus ojos”, igual que las de Melián, el Puelo o Tortuguitas: ese día nació el aparato llamado cloudbuster (rompe-nubes) y más tarde la nueva actividad relacionada con la modificación del clima a gran escala: el cloudbusting. Poco tiempo le costó darse cuenta (no olvidar que era un genio), que según el lugar del cielo adónde apuntaba los tubos, las nubes podían no sólo desaparecer, sino también generarse y crecer hasta producir lluvia.

De manera que comenzó a experimentar en situaciones de sequía (tampoco olvidar que era un médico) y casi siempre sus trabajos terminaban en la precipitación celeste de grandes cantidades de agua: eran lluvias no pronosticadas. Para quien no trabaje con energía o la niegue de plano, puede parecer una broma o coincidencia azarosa. Es más: parece material fácil para chistes psiquiátricos. También deberíamos estar acostumbrados a ésas reacciones: cuando algo es incomprensible o parece ligado a una actividad tradicionalmente confiada a los dioses como “hacer llover”, es fácil sentir mucho miedo y, por lo tanto, criticar sin fundamento, desmerecer burdamente o burlarse sádicamente de quien osa intentarlo.

¡Pero muchísimo peor es si lo logra!

Porque entonces ya no hay control para la furia y el odio desatados aunque los más cautos, sentados en su mediocridad, se limiten a pronunciar la frase mágica que devela todos los enigmas y calma las conciencias levemente intranquilas: “La metodología es ridícula y las ideas básicas son simples delirios: eso no puede ser”. Y listo: sin correr el riesgo de ninguna prueba y verificación se acabó la discusión, porque eso no debe ser.

Vuelta de página.

La imperiosa necesidad de terminar con la sequía ha sido un imperativo de la historia humana a partir del neolítico, cuando nos convertimos en agricultores sedentarios. Entonces surgieron ceremonias, ruegos, sacrificios, conjuros y artilugios diversos para lograr lluvia. Sería bueno investigar su posible eficacia de manera objetiva, sin la anticipada burla mecanicista. (¡Esto ya es el colmo, como para no hervir de santa indignación, hay que hacer “algo”!). En cuanto a la posibilidad de realizar sacrificios humanos para lograr que llueva, el asunto se pone interesante: somos muchos los que podríamos aportar una buena lista de candidatos para la ceremonia.

Fue por eso que, a partir de su descubrimiento con los tubos, Reich dedicó gran parte de su tiempo a un objetivo casi excluyente, aunque no  único: lograr que lloviera cuando la región que habitaba entraba en períodos de sequía y todos los seres vivos se deprimían. Es que la sequía suena a desierto, y el desierto suena a muerte de los vivos, así de sencillo. ¿Vieron cuando todas las plantas están “tristes”? La única manera de superar esa angustia es el simple milagro de la lluvia, eso que debe pasar para que los prados se pongan verdes, los campos fructifiquen y la vida siga adelante en un cambio que se parece demasiado a una resurrección, si es que se compara un antes y un después.

De manera que encontró técnicas operativas para lograr un aumento considerable de la probabilidad de lluvias (éste lenguaje me cuesta un poco pero va a caerle mejor al estómago de los científicos). Y realmente ésas técnicas funcionan: pueden consultarlo y enterarse en los trabajos publicados de Reich (su libro CORE da cuenta de ésas maravillas, también logradas en pleno desierto) o en los de James De Meo (buscándolo en Internet podrán enterarse de sus valiosos trabajos en EEUU, Israel, Namibia y Eritrea: http://www.orgonelab.org/ResearchSummary2.htm y http://www.orgonelab.org/AIBC.htm ).

Pero cuando empecé a trabajar con los tubos en Buenos Aires durante noviembre del 2005, las cosas eran diferentes.

Como en toda ciudad grande, en Buenos Aires el problema no es la sequía salvo la humana, que es más grave y peor que la falta de lluvia. En ésos lugares tan poco amigables, los grandes problemas son: el brutal nivel de polución medioambiental, la gran cantidad de Dor que poseen las nubes, el estancamiento climático y el desierto emocional humano, peculiaridades que transforman la vida en una experiencia cada vez más opresiva, desafortunada y asfixiante. De manera que usar los tubos para modificar el clima tenía otro significado, otros objetivos. Seguramente eso me ayudó a considerar el problema desde el punto de vista de alcanzar el equilibrio del sistema climático, al igual que intento hacer con mis pacientes en medicina energética.

Por ejemplo: me pregunto y les pregunto, si mejorar algunas características del clima local tornándolo más “suave”, podría moderar algunos rasgos patológicos de la conducta humana. Más suave (dulce) significa: menos pesado y abrumador disminuyendo la humedad, con viento que barra como una escoba y una pizca más de lluvia para limpiar el aire y la inmundicia terrena. Algo vagamente parecido al clima de montaña, con mañanas y tardes frescas. Rasgos patológicos significa: un poco menos de violencia loca, un poco más de trato digno hacia los demás y menos indiferencia por la desdicha ajena. Es claro que hay una buena cantidad de razones socio-económico-políticas para explicar la clásica agresividad de las grandes urbes, entre ellas el apiñamiento y la “coincidencia” de varios sectores sociales en los que pelear a los codazos para llegar primero es aceptado como si fuera sano, aunque sea meramente normal en términos estadísticos.

Bueno sí: deliré con ese deseo cuando empecé a poner los tubos en Buenos Aires, ¿y qué?

 Razoné desde la orgonomía reichiana: si la cantidad de Dor (energía negativa) es excesiva y predomina sobre el Orgón (energía positiva), entonces no es extraño que predominen la agresión y la falta casi total de solidaridad, dos enfermedades muy graves. ¿Pero qué pasa si el Dor disminuye y aumenta la oferta de Orgón? Muchísimas veces y cotidianamente, sin exagerar ni un poco, veo a mis pacientes comportarse según la cantidad y el equilibrio de su energía. Es casi una regla que cuando la energía está muy baja, uno se siente deprimido y sin ganas de entrar en contacto con “el mundo”, con los demás vivientes. Y mucho menos se sienten deseos de interesarse por sus vidas y alegrarse o entristecerse según les vaya.

En ciudades como Buenos Aires no existen los vecinos, gente molesta a la cual muchos ni saludan aunque compartan sus vidas y su encierro en el mismo paquete de cemento, a veces durante muchísimos años. El estilo de vida en las mega-ciudades es de “propiedad horizontal”: todos por el piso aunque estén extrañamente suspendidos en el aire y nadie bien apoyado sobre la tierra, a pesar de que sus suelas (¡sus tierras!) a veces hagan ruido para hacerse notar.

Y entonces se me ocurrió pensar cuánto tiene que ver el clima con nuestra vida, cuánto pesa en la “sensación básica” de cada persona. Disculpen con las historias de consultorio, pero ése lugar ha sido siempre muy importante para darme cuenta de infinidad de cosas. Por ejemplo: la indiferencia, ignorancia o desdén acerca de la importancia del clima para explicar nuestros estados físicos y emocionales.

Nadie tiene la obligación de saber qué, cuando la humedad es muy alta, disminuye sensiblemente la cantidad de energía disponible. La razón es que el orgón y el agua tienen mucha afinidad, de manera que las microgotas de agua en suspensión captan orgón y la cantidad disponible de éste para ser utilizado por los organismos vivos disminuye apreciablemente. Por ésa razón es que en los días de mucha humedad, la inmensa mayoría experimenta cansancio desde el mismo momento de despertar, o se fatiga rápido y fácil: es que en ésos días funcionamos con menos energía, sencillamente.

Lo que me sigue asombrando es que no se tenga en cuenta al clima como factor fundamental de nuestro estado básico: como si fuéramos de plástico y los acontecimientos naturales no ejercieran ninguna influencia importante sobre nosotros. La ruptura humana con la naturaleza ha llegado demasiado lejos y demasiado profundo: como si ya no fuéramos de acá y eso nos diera “derecho” a destruir al planeta sin culpa. Todavía recuerdo, asombrado y horrorizado, la foto de ese turista que miraba con sus manos en la cintura una gigantesca ola del Tsunami 2004, la misma que seguramente se lo habrá tragado segundos después. Claro que los ignorantes y poco desarrollados “animales salvajes” se habían escapado horas antes, buscando refugio lejos de la costa: ellos sí son de acá, lástima que sean tan poco inteligentes…

Sigo con la idea-tubo, con la odisea-tubos.

Pensé que mejorar el clima también podía mejorarnos un poco a todos.

Subí a un taxi e interrogué al conductor, aprovechando que luego de los primeros cloudbusting, los insoportables días del verano porteño habían mejorado: el clima estaba menos bochornoso, bastante más amigable. “Y…así es otra cosa, uno puede dormir mejor, está de mejor humor durante el día y hasta maneja más tranquilo”, me dice. Y me quedé feliz como si hubiera hecho una gran cosa por los demás, y me preguntaba todo el tiempo si sería casualidad o efecto de los tubos. Pero tanto no me importaba.

“Sí, estoy mejor pero no sé porqué”, dicen primero Enrique y una hora después Marta. ¿Será la acupuntura o habrá otros motivos?, se interrogan siempre mis pacientes, los que recién empiezan y no han tenido experiencia anterior con ésta medicina. ¿Por qué será que estoy mejor? se dicen, deseando que sea por alguna razón comprensible o al menos aceptable. ¿Cómo se puede explicar que algunas agujas que apenas se sienten sean capaces de producir tanto efecto en el cuerpo y en el alma? ¿Será verdad, será cierto?

Entonces me imagino a la atmósfera terrestre diciendo lo mismo: “Estoy mejor: circulo más fácil y me muevo con más libertad, como si estuviera menos presa, menos bloqueada. ¿Por qué será, acaso Zeus y Eolo se han despertado de mejor humor hoy?”

¿Será eficiente hacerle acupuntura al cielo?

Nunca me pidió turno, eso sí.

Mi secretaria nunca anotó Cielo entre los pacientes que pedían una cita.

¿Por qué diablos me metí en esta historia, que de golpe te hace volar junto con los tubos y te deja en un lugar raro, imposible de compartir si no viviste lo mismo?

Sí, aunque parezca absurdo y esté dispuesto a admitir que es tan pero tan razonable que lo piensen a medida que me leen: supongo que un clima más sano nos hace bien a todos, nos hace sentir mejor y tal vez nos haga mejores personas, aunque sea un poquitito así. Es que acabo de meterme en un asunto crucial, casi sin darme cuenta: ¿hay climas sanos y climas enfermos?

¡Decididamente sí!

Y otra vez una desesperada exhortación al sentido común, ahora sin comillas. A ver: pónganse, por favor y por un instante, a nivel de la tierra. ¿Puede ser sano un clima dónde no llueve casi nunca? ¿Un clima pesado y bochornoso que aniquila toda dignidad, transformándote en una babosa que se arrastra por el piso en lugar de andar con la frente bien alta? ¿Puede ser sano un clima que produce nubes negras quietas y como petrificadas por la falta de brisa? ¿Un clima sin frío en invierno y demasiado caluroso de día y de noche en el verano? ¿Un clima que confunde a la naturaleza al extremo de hacerle producir brotes antes de la primavera, brotes que no soportarán luego la más leve de las heladas arrepentidas? ¿Puede ser sano un clima que se transforma en una fábrica de desiertos?

Así andaba yo en mis primeras épocas de cloudbusting: cargando el pavoroso peso de la humanidad y de los tubos de hierro, destruyéndome la espalda y metiéndome demasiada presión, la misma que después me contagió las arterias. Es que para colmo ya había demasiados terribles anuncios acerca de la catástrofe climática (la común expresión “cambio climático” es una mentira atroz) y mi investigación personal acerca de la Clonación de Idiotas (proceso y resultado de la civilización humana que conocemos) estaba bastante avanzada, aunque todavía no ha terminado.

En la cabeza tenía claro que cualquier actitud mesiánica es un error gigantesco, tal cual había aprendido durante los años de militancia política, pero el estilo en el que empecé este trabajo se le parecía sospechosamente. Es que estaba demasiado enojado con nuestra especie, pero también muy angustiado y preocupado por los hechos que ya están ocurriendo, producto de la enfermedad climática que nosotros mismos hemos fabricado. Entonces me cargaba solo todo el pesadísimo equipo para llegar a la terraza del edificio donde vivíamos, y armaba el aparato y apuntaba hacia dónde me parecía mejor. Y me interrogaba todo el tiempo acerca de los efectos que podía producir. Y deseaba con todo mi corazón que fueran los mejores, los más sanos. Por ejemplo: que disminuyera la cantidad de crímenes horrorosos, sádicos. Tenía esa ilusión que aún no ha sido ni confirmada ni desmentida. Y espero que a nadie se le ocurra pensar que estoy sugiriendo que los trabajos de cloudbusting pueden, solitos y sin ayuda, arreglar el drama del carácter humano promedio. Por favor, no.

Es más: ahora que pienso en voz alta y nadie me escucha, afortunadamente, me pregunto si está bien mejorar el clima. Si es bueno, en el caso fortuito de que los tubos se “pongan de moda” porque a algún Científico Reconocido se le dé por pensar que Tubario no es tan loco y Funciona. Sí, créanme: me lo pregunto. Ya sé que somos Duros de Matar, pero mejorar el clima y retardar el calentamiento: ¿de qué puede servirnos si no somos capaces de mejorar nuestro corazón y de usar mejor nuestro talentoso pero peligroso cerebro?

Se aceptan respuestas, si es que las hay y ocurriera que las tienen.

Hoy, 14 de junio del 2008, Ernesto Guevara, más conocido como el Che, hubiera cumplido 80 años. Hace varios años, cuando todavía era el Comandante Guevara, propuso algo bastante inusual para el cuadrado dogmatismo leninista. Dijo algo así (no es textual y ni pienso buscar la cita) como que una revolución que realmente valga la pena tiene que tener el objetivo de crear un “Hombre Nuevo”, así con mayúsculas. Y que si no, todo quedará en nueva y mera repartija económica, nada más.

Más allá de saber en detalle las cualidades y características que le adjudicaba al Hombre Nuevo, el Che acertó por completo en lo esencial: no pasó nada verdaderamente importante con las revoluciones de ésta época, salvo que lograron congelar durante mucho tiempo las ilusiones auténticamente revolucionarias. Y no hablemos de utopías maravillosas y discutibles: hablemos de un hombre real mejor que el que hoy predomina por lejos en todos los confines del planeta.

En concreto: estoy tratando de decir, y lo digo, que como especie estamos profundamente enfermos.

Que una mejoría cosmética no va a ser de gran ayuda.

Y que la historia está llena de ejemplos de “buenas intenciones” sin el menor resultado. Porque el asunto no es si somos buenos o malos, sino si estamos sanos o enfermos. Y la respuesta está a la vista: estamos tan enfermos que ya somos un caso psiquiátrico, salvo honrosas excepciones que no han logrado contagiar al resto. Entonces, acerca de los tubos y su posible benéfico efecto a escala planetaria, vuelvo a preguntarme: ¿tiene sentido? Necesito sentir que sí para volver a trabajar con ellos, ahora que estamos convaleciendo de “tubitis aguda”. Por eso decía, al comienzo de éste escrito, que el proyecto también está parado “por razones sanitarias”: son éstas últimas, las que acabo de explicar.

Por si no hubiera quedado claro: la diferencia entre ser “malos” o estar enfermos es crucial. Lo primero alude a una circunstancia irreversible, inevitable, casi como escrita en genes indiscutibles e inalterables: somos así porque no podemos ser de otra manera, cualquier intento por mejorar las cosas está condenado al fracaso.

La segunda posibilidad significa algo muy diferente: implica que nos hemos equivocado, que en algún momento perdido en las tinieblas del tiempo hemos tomado un camino incorrecto. Pero también que no siempre fue así, como demuestran algunos estudios antropológicos, y por lo tanto es posible la rectificación.

O sea: la curación. Verlo así permite la esperanza.

La otra opción no deja margen para nada que realmente valga la pena.

Y mucho menos para tomarse el trabajo de andar escribiendo esto, subirse a la azotea con una tonelada encima de las espaldas o gozar las delicias de la hipertensión.

Aunque la aventura sea tan apasionante que ni les cuento.

¿O sí?

Adivino a la distancia el fervor por la lectura de este Tubario, las súplicas por su continuación, la desesperación por saber más acerca de cómo fue, la explicación detallada de sus pormenores y sus alcances.

Así que no insistan: sigo aunque no me lo pidan.

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Ahora llegué a una conclusión elemental, digna de tarados.

Uno se enferma para curarse.

Y cuando no está enfermo, es que ya se curó.

Ya sé que es más fácil merecer el premio consuelo de una kermés parroquial que el lustroso e inútil Nobel por ésta “brillante” hipótesis.

Pero déjenme explicar un poco, sólo un poco, denme una oportunidad más.

Cualquier enfermedad tiene y contiene cierta poderosa lógica, muchísimo sentido y clarísima racionalidad. No aparecen por casualidad, si no por causalidad.

Alumbran un lugar oscuro, muestran una equivocación o deficiencia, permiten vislumbrar que hay otros caminos diferentes de los que hemos elegido, nos dan una oportunidad de rectificación.

Me quedé encandilado con “vislumbrar”: ¿ver, alumbrar, iluminar dos veces?

Por eso es que uno se enferma para curarse de “otras cosas”, de cuestiones que tienen que ver con la vida real que vivimos y necesitan ser modificadas.

Por eso, cuando ya no se necesitan esos síntomas, es que uno se curó o está en camino de hacerlo. Está claro que los cambios posibles son diversos y casi infinitos: desde vínculos hasta comidas, pasando por el lugar dónde se vive, la elección de zapatos y ocupaciones, el estilo de saludo y las pausas en la respiración o la renuncia a ejercer roles y poderes inútiles. Cada uno tendrá que investigar cuáles son sus necesidades de cambio, pero es casi una ley: uno se enferma para curarse de lo que no funciona bien y necesita ser rectificado.

¿Qué tendrá que ver con el clima?

¿Cómo podrá adaptarse al trabajo climático ésta pretenciosa generalidad?

En este momento lo ignoro, y debe ser por eso que sigo escribiendo.

Ah! Había olvidado que me comprometí a contar algunos detalles operativos, ciertas historias y episodios escondidos en la intimidad de Tubario, apasionantes vericuetos de la cuestión, truculencias secretas y chismes deliciosos para leer en la sala de espera o la peluquería, sin lo cual carecerían de toda gracia e interés, obviamente.

Ésas mismas historias que unánimemente nunca me pidieron pero que ya se vienen, con el debido respeto.

¿Les dije antes que no quiero que terminemos como los dinosaurios?

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Fue el momento crucial.

Intentar, salir de dudas, pasar a la acción.

Como antes con los acumuladores de orgón y luego con los dorbuster, hubo un bautismo de fuego, una ceremonia de iniciación.

Mucha pruebita con el canario, hormigas y escarabajos.

Mucho estudio previo, ideas, fantasías, entusiasmo por sus posibilidades.

Pero el momento de la verdad consistía en probar el tubo acumulador diseñado para puntos de acupuntura en un ser humano, no podía postergarlo más.

De manera que elegí un cobayo humano para la prueba: fui yo.

Y funcionó, lo sentí desde la primera vez que lo usé.

Pero entonces viene esa región del cerebro, la misma que me obligó a deshacer nubes antes de darme permiso para los otros experimentos climáticos, y me dice: “Todo bien, ¿pero no te parece que hace falta un tiempo de uso en distintas circunstancias para que tenga más valor? Además trabajas con un sistema para medir la energía, ¿qué tal si lo usas para verificar que la tuya mejora?”

El maldito fragmento de cerebro tenía razón, de manera que seguí sus indicaciones. Y al mes de usar el tubo en un punto clave de acupuntura ubicado por debajo del ombligo, ya no tenía dudas acerca de su eficacia.

Mi energía había mejorado claramente: estaba menos cansado, terminaba con más dignidad los largos días de trabajo y encima me quedaba bastante resto para seguir viviendo intensamente lo que el día o la noche me ofrecieran.

Mis mediciones también habían mejorado en cuanto a las dos variables más importantes: cantidad y equilibrio de energía.

Y especialmente, me sentía mucho mejor.

¿Qué más hacía falta para estar seguro de que el acumulador funcionaba muy pero muy bien?

Bueno: recetarlo a mis pacientes y a mis vínculos más cercanos.

Funcionó en todos, en cada uno produciendo efectos generales y particulares, de acuerdo a estructura y realidad actual.

Curiosamente, todos se sentían mejor. Y claro: era obvio que también se preguntaran si no era “sugestión”, la misma pregunta que me hacen los que mejoran con acupuntura.

Una pregunta hartante que ya no contesto. Al principio daba largas explicaciones, luego decía “está bien, seguí por cábala, si siempre coincide es que te trae buena suerte”, más tarde investigué con plantas y animales y derivaba la pregunta al capítulo “Plantas” de mi página web. Ahora no digo nada, apenas sonrío sin ganas y sigo poniendo agujas. Listo.

Y de paso aprendí algo acerca de la “sugestión”, ese término sutil para desvalorizar fácil cualquier método terapéutico heterodoxo. Aprendí que cualquier tratamiento requiere, para ser exitoso, un buen vínculo médico-paciente. Pero eso no es “sugestión”, es confianza y entrega mutuas, nada más. Y no depende del sistema médico en cuestión, sino de la calidad y autenticidad del vínculo que se arma entre esas dos personas dedicadas al objetivo de mejorar la salud de una de ellas.

¡Es que sugestión viene de sugerir, que significa “llevar por debajo”!

En cuanto a la eficacia del acumulador de energía, el problema se resolvió fácil: ¿menos cansancio, más energía disponible en la vida real, más y mejores cosas hechas, realizadas?

Si la respuesta es sí, entonces es que el acumulador funciona.

Ni siquiera hace falta medir la energía para constatarlo, aunque sí para saber cómo se está redistribuyendo.

“Claro, pero cómo podés estar seguro si no medís, si no constatás con métodos objetivos”, dice la misma aborrecible región del cerebro mecanicista.

Nada más háganse ésta pregunta: ¿por qué razón la medicina pone tantas trabas y exigencias cuándo no entiende algo o los hechos se dedican a contrariar a la ortodoxia?

¿Es por “seriedad metodológica”, para alejar las tinieblas teológicas y evitar la mirada mística?

¡No, no es por eso!

Es para reservarse el momento preciso de su utilización, para usar el principio de autoridad (domesticación certificada) y lucrar con la novedad: es fundamental que algunos ganen mucho dinero con cualquier innovación, si no es así no sirve. Pero el único parámetro verdadero en medicina es que “algo” funcione, sea eficaz: eso es lo único que vale.

Si un chamán te cura haciéndote rezar a las seis de la tarde y recetándote hierbas imposibles, lo que hace el chamán es verdad, es cierto. Que tu ignorancia o la mía nos provoquen un incómodo escozor, a veces insoportable, es nuestro problema. En todo caso: veamos cómo podemos aprender más de la vida y sus caminos, intentemos honestamente entender cómo es que “eso” funciona, porqué razón es eficaz. Si uno renuncia a ésa búsqueda usufructuando el poder que la cultura “reconocida” y las instituciones le otorgan, entonces hablemos de política y poder, no de ciencia y medicina.

O digamos, simple, sencilla y humanamente: “no lo sé, no lo entiendo”.

¿Ah, sí?

No entendiste nada: te pagamos para que sepas, para que nos digas qué tenemos que hacer sin sombra de duda, sin titubear. No para que mires con asombro y reconozcas tu ignorancia, ¿entendiste?

Bueno: el acumulador de energía orgón hace veinte años que demuestra su eficacia todos los días. Sí: un tubito de mala muerte o una chapita insignificante pegada debajo del ombligo, “eso” que mis pacientes no saben cómo llamar.

¿Te interesa saber cómo funciona?

¿Te interesa saber porqué los tubos pueden influenciar y modificar el clima?

Es la misma razón y para eso escribo esto, si es que todavía me estás leyendo. Pero por favor: ¡no atentes contra tu sistema de creencias!

Vivir en la contradicción y la ambigüedad es muy malo para la salud…

En cambio, si estás abierto a revisar tus “creencias”, entonces podrías seguir adelante para compartir esta aventura de exploración y preguntarte libremente lo que te maraville o no entiendas.

¿Sabías que “los científicos” ignoran cómo funciona en “detalle” la aspirina? ¿Dejarías de usarla por eso, si es que te ayudó muchas veces? Es más: ¿no habría que prohibirla hasta que sepamos todo lo que hay que saber sobre ella?

Pero sigamos un poco más.

Entonces me hacía muchas preguntas, pero especialmente una. ¿Qué pasaría si, habiendo aprobado el examen de hacer desaparecer nubes, utilizaba los tubos con fines más ambiciosos como refrescar, hacer llover o limpiar el aire?

En realidad no es cierto eso de “hacer llover”: me extraña que digas eso, que suena a dios o magia, lo mismo da.

Así lo tuyo es ser nada más que fabricante de lluvias, rainmaker, vendedor de sueños, optimista de barrio, mentiroso profesional, iluso diplomado, charlatán de feria, manipulador de esperanzas, falso dios de bolsillo, creyente del absurdo, especialista en utopías, chamán traspapelado, estafador metafísico, colmo del absurdo inútil.

Eso y mucho más, me dijo.

“A ver, ¡hacélo si estás tan seguro, sé valiente y jugátela! Pero después, cuando no pase nada de nada, no gimotees en los rincones ni te pongas a inventar una falsa excusa para disimular tu fracaso. Sé digno y cállate para siempre”, así me dijo.

Y entonces, no me quedó más remedio que intentarlo para sacarme el asunto de la cabeza, olvidarlo de una vez por todas y no quedar como un cobarde delante de mí.

 

Carlos Inza

Médico, Homeopata, Acupuntor y Orgonoterapeuta

Buenos Aires, julio del 2010


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Acupuntura del cielo I

MEDICINA ORGONÓMICA

Por Carlos Inza

El trabajo de regulación climática con los cloud-buster o rompe-nubes

 

Lo visible dura un verano y luego se marchita,

pero aquello que le dio vida se oculta bajo la tierra y allí vive,

inmutable, bajo la superficie de los eternos cambios.

 Lo que se ve es la flor y ésta perece. El rizoma permanece.

Carl G. Jung

Nota de mayo del 2015

El texto que sigue fue escrito en julio del 2010 y tuvo como objetivo exponer algunos trabajos climáticos realizados en los años anteriores con la metodología de la orgonomía reichiana. O sea: utilizando cloud-busters para regular o equilibrar el clima. El trabajo original de Reich puede consultarse en su libro CORE (Cosmic Orgone Engineering), del cual puedo suministrar una versión en castellano a quien le interese.

Me da un poco de ternura leer el comentario sobre los trabajos climáticos de diciembre 2007 a febrero 2008, y me producen ganas de decir algunas otras cosas, algo más.

Primero quiero contarles que Roberto Luna, mi colega que opera en Córdoba y yo, hemos desarrollado sendos cuadros de hipertensión arterial a lo largo de esta secuencia operativa que comenzó hace dos años y medio, a fines del 2005.

Cualquiera puede pensar, seguramente con razón, que el trabajo con los tubos no debe ser la única explicación para esa disfunción. Pero seguro que algo tiene que ver: hay antecedentes de tales hechos (y otros peores) entre quienes han intentado producir modificaciones climáticas a través de la metodología orgonómica.

Y no es raro: uno está expuesto a ingentes cantidades de energía que pasan desde la atmósfera a través de tubos, cables y zona operativa.

De manera que, hasta ahora, no es un trabajo inocuo aunque se tomen algunas precauciones que son de rigor como, por ejemplo, nunca tocar tubos ni cables con las manos desnudas o con cualquier otra parte del cuerpo.

Es que existe algo indudable, más allá de algunos síntomas de malestar pasajero durante la operación: hay un efecto de campo, difícil de mensurar en términos espaciales pero que ejerce una influencia definida y potente sobre quienes se encuentran dentro de ese campo operativo.

Qué lástima, ¿no?

Pero es así: mientras algunos miran y pueden darse el lujo de hacer comentarios irónicos y hasta psiquiátricos, otros arriesgan y pueden salir lastimados. Es la historia, es la vida, siempre fue así.

Personalmente tengo variada y larga experiencia en éstos asuntos raros, sospechosos y hasta subversivos, de manera que mucho no me preocupan (hasta me divierten, tal vez) en su aspecto ligado al impacto sobre mi propio campo, ¡salvo la inmensa cantidad de energía que se pone en movimiento y me pasa por todos lados!

Pero sí me impactan profundamente –hondo y sentido como un animal conmovido- en cuestiones relacionadas con el momento que estamos viviendo los humanos y con la legitimidad del trabajo climático.

Por qué, ¿con qué derecho uno se pone a hacer estos “exóticos experimentos”?

Tal vez ayude la ignorancia generalizada en este campo, o la suposición de que hay que estar bastante loco para intentar modificar el clima con un equipo que puede adquirirse en la ferretería del barrio por unos pocos pesos, como si el costo de un equipo estuviera relacionado con su eficacia.

Entonces, si alguien se enoja, se preocupa o simplemente es una víctima más de la plaga emocional, podría ser que la denuncia de algún aburrido se transforme en un paseo en ambulancia, más que un peligroso viaje en patrullero policial. ¡Y la inversa también es cierta: depende de cómo son el médico y el policía!

También cabe la posibilidad de enterarse e ignorar el asunto, metiéndolo en alguna carpeta de variado título: “idioteces”, “locuras delirantes”, “interesante pero por verificar”, “no me interesa”, “me interesa pero no me animo”, “peligroso, mejor que no lo hagan”, “es irresponsable y necesitan supervisión de alguna institución” o “para comunicar a los superiores”.

Se puede elegir tranquilamente entre las distintas opciones que ofrece el mercado.

Eso sí: ¡les puedo asegurar que no es un trabajo aburrido!

Ni siquiera es un trabajo de verdad porque nadie nos paga, pero es absolutamente apasionante, de eso sí pueden estar seguros.

Pero ahora está parado, por cuestiones de salud.

¿La hipertensión y sucedáneos?

Claro: no somos tan tontos, pero empiezo a sentir que también está parado por razones sanitarias, por razones de salud colectivas, por algo que tiene que ver con todos y no sólo con nosotros. Seguro que más adelante, en este mismo texto, podré explicarlo mejor.

Hay un pequeño detalle: después de dos años y medio y 48 cloudbustings (varios más sumando los de Córdoba), estoy seguro de que el método funciona. Efectivamente: ejerce variada influencia sobre el clima, dependiendo de la configuración climática al momento de las sesiones, la técnica utilizada y los objetivos de cada trabajo.

Es que se trata de una relación bastante parecida, aunque no igual, a la que se establece entre médico y paciente: Roberto y yo somos médicos y no es casual que nos hayamos metido en este asunto. Y en mi caso se parece bastante a lo que hago en el consultorio todos los días. Es más: estoy seguro que mi trabajo climático consiste en hacerle acupuntura al cielo, sólo que reemplazo las agujas por los tubos, pero la idea básica es la misma.

Y esto sí me parece importante aclarar: el objetivo es lograr un clima más equilibrado para conseguir una mejora del medio ambiente en el que vivimos. ¡No somos “fabricantes de lluvia”!

No estamos jugando para demostrar algún tipo particular de magia o poderes extraordinarios. Lo que realmente nos convoca a este trabajo es, simplemente, la necesidad de intentar aportar un poco de salud al desquiciamiento climático y atemperar lo difícil que es para la vida sobrevivir en estas condiciones. Nada más y nada menos.

Sin embargo, los trabajos con el cloud-buster (“rompenubes”) son conocidos por su efectividad para inducir lluvia si no hay, o incrementarla si es muy poca. Bueno, eso de decir “son conocidos” es casi una broma porque sólo un reducido grupo de personas en el mundo los conoce.

Y decir “mundo” para referirse a los humanos que habitamos el planeta Tierra es también una broma pesada y peligrosa: otra demostración de soberbia inaudita que puede terminar muy mal.

El asunto es que no usamos los tubos con la técnica “para hacer llover”, sino para romper el estancamiento y lograr lluvia de una manera indirecta, sólo como expresión necesaria de una situación de mayor equilibrio.

¡Pero claro que existe la técnica para hacer llover con los cloud-buster!

Y una cantidad de trabajos muy bien documentados sobre estas experiencias, especialmente los de Wilhelm Reich y James De Meo, que se pueden consultar en la web o bien en el libro “Wilhelm Reich y la modificación del clima” del investigador italiano Roberto Maglione.

Sea por lo que sea, nunca quise utilizar la técnica convencional para lograr lluvia en un área delimitada, pero al empezar con éstos trabajos, hace dos años y medio, necesitaba “una prueba de acción directa” para convencerme que todo esto no era mero delirio. Bueno, hace años que trabajo con acumuladores de energía orgón y los dor-buster, que son pequeños cloud-buster utilizados en medicina energética para limpiar y desbloquear la circulación de la energía. De manera que, al empezar el trabajo con el clima, los principios teóricos y la práctica nunca estuvieron en discusión para mí.

Tal vez una muy especial zona de mi corteza cerebral necesitaba la verificación de la que hablo, de manera que se la proporcioné.

¿Qué hice?

Fue muy simple: utilicé un simple dor-buster médico con un cable algo más largo, puse el extremo del cable en agua corriente y apunté a una nube, en cierto departamento de la calle Melián ubicado en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, Hemisferio Sur, Planeta Tierra. ¿Qué tenía que pasar? Bueno, por algo “el aparato” se llama “rompenubes”: en un tiempo prudencial y fuera de toda sospecha (nube distinguible en un conjunto cercano e indiferencia de las no apuntadas, etc.) la nube tenía que deshacerse. Y exactamente eso es lo que ocurrió: la nube se deshizo en pocos minutos “delante de mis ojos”.

¿Casualidad, nube que quiere quedar bien conmigo como si fuera mi perro gaseoso, nube lectora de Reich que obedece al maestro?

No sé: ¡la nube se agujereó allí adónde apuntaba el tubo y luego desapareció!

Repetí lo mismo con otras dos, también para satisfacer a la misma región de mi cerebro y porque resultaba muy divertido hacerlo. Y sucedió lo mismo.

Varios años antes, cuando tiempo después de leer apasionadamente los libros de Reich resolví pasar a la acción y verificar la existencia y potencia de la energía orgón, había experimentado con un pequeño tubo acumulador sobre un canario. Y me asombró (tanto que esa bendita noche no pude dormir) su insólita reacción sometida a contraprueba: agitarse como loco en la jaula y pretender salir del encierro, pero quedarse quieto cuando lo apuntaba con un tubo de apariencia similar aunque sólo de cartón.  Éstos resultados me habían convencido tanto que, a partir de ese pequeño episodio fundador, dediqué mucho tiempo a seguir investigando y avanzando en la articulación entre acupuntura y orgonomía, que es la base de mi sistema médico.

Y estoy feliz: ese intento nunca me defraudó.

El episodio con la nube significó lo mismo respecto del trabajo climático y fue suficiente. Sólo repetí el juego de hacer desaparecer “mágicamente” una nube dos veces más: una en Lago Puelo y otra en Tortuguitas, siempre con el mismo resultado.

Se trata de una constatación que cualquiera de ustedes puede hacer, simplemente para verificar que no estamos hablando bajo el efecto de algún alucinógeno o, simplemente, mintiendo.

Simplemente mintiendo y evadiendo…es tan fácil, tan “natural” hacerlo, ¿no? Entiendo lo difícil que puede ser aceptar estos hechos, que no parecen tan naturales como mentir y evadirse. Es tan difícil como sacarse la cabeza que habitualmente uno tiene instalada en el chasis de origen y ponerse otra.

¿Cómo es posible lograr semejantes efectos con una tecnología que no cuesta millones y millones de dólares y con un procedimiento tan sencillo? ¿Será posible eludir una de las tantas tonterías sobre las que está montada la maquinaria del éxito y la aceptación social?

¿Puede uno enfrentar con éxito el lamentable espectáculo de circo sobre el que está basado el funcionamiento “legítimo” de los criterios de realidad oficialmente correctos?

Debe haber alguna equivocación, algún error.

Algo no funciona bien en todo este asunto tan loco, ¿o no, o sí?

Entonces es mejor pasar a otro tema, pero no es tan fácil (si es que me siguen leyendo) porque soy un poco testarudo y esto recién comienza.

Si es cierto que el procedimiento descripto es capaz de hacer desaparecer a una, varias o muchas señoras nubes del tamaño que quieran, ¿por qué razón no va a lograr producir otros efectos sobre la atmósfera y, por lo tanto, sobre la configuración climática local, la que rodea a la zona operativa? ¡Ah, bueno!, me dijiste que puede eliminar nubes del cielo, pero hacer llover es otra cosa, algo muy distinto.

No, no es tan distinto. Las nubes desaparecen si apunto el tubo a su centro, pero si apunto al lado de la nube, entonces empieza a crecer cada vez más y si con ese aumento logro que se junten cada vez más nubes, es muy probable que finalmente llueva dentro de las 48 a 76 horas. Es cierto que existen otros factores climáticos que complican el objetivo, pero casi siempre llueve si se utiliza bien el método considerando las otras variables que juegan, especialmente los vientos y el centro de alta presión producido por “el efecto tubo”.

Sí, claro (¿?), pero ¿por qué razón, qué es lo que sucede?

¿Por qué “la ciencia” desconoce este asunto tan importante que no aparece en ningún lado ni es reconocido o anunciado por algún científico de “renombre”? A propósito, ¿por qué se dirá “renombre” para citar a alguien cuya voz es autorizada? Debe ser porqué alguien re-conocido (conocido más de una vez, mucho) necesita mucho nombre o debe cambiarlo por otro: re-nombre, el suyo sólo no basta para ser importante y, por lo tanto, “escuchado”.

Quédense tranquilos: por aquí disponemos de un solo nombre y apenas nos conocen, de manera que estamos en el mismo nivel y podemos conversar en paridad, casi democráticamente.

Y vayamos al punto, de una vez.

La razón por la cual esta técnica funciona se debe a su capacidad para aumentar o disminuir la concentración de orgón atmosférico, eso es todo: así de fácil, así de sencillo.

Orgón es el nombre que eligió Reich para re-bautizar a la misma energía que antes habían descripto los chinos, los indios, los griegos y una cantidad numerosísima de pueblos y culturas: la energía que anima a la vida (le da ánimo), la energía que llena el cosmos (éter). Sólo que logró estudiarla, demostrarla, concentrarla y utilizarla terapéuticamente: ése es el simple pero notable aporte de su trabajo.

Sí: “la energía”.

No es nada nuevo, pero no es la misma energía que, hasta ahora, ha estudiado, reconocido y descripto la ciencia oficial, nada más.

Es Wilhelm Reich no era simplemente un investigador cuyo laboratorio trabajaba para alguna poderosa corporación ¡que hubiera terminando patentando su descubrimiento! (una estupidez equivalente a registrar derechos exclusivos sobre el aire o el agua). Su poderoso pensamiento, su genio para unir asuntos diversos que aparentemente no tienen “relación” entre sí, le valió demasiados enemigos. Por ejemplo: se metió profundo con la sexualidad, con las religiones, con el poder.

Encontró que la causa más importante de la actual expansión de los desiertos físicos es el desierto emocional humano, o sea: su falta de contacto con la propia vida y con la de los demás vivientes, no sólo los humanos. Y que la causa esencial de las tiranías y sistemas en uso, anti-vida en general y anti-humanos en particular, reside en la dificultad del hombre para hacerse cargo de sí mismo, para hacerse dueño de su destino y no regalar su libertad a nada ni a nadie.

¡Demasiado como para no odiarlo, perseguirlo, prohibirlo, enjuiciarlo, condenarlo y meterlo hace cincuenta años en esa maldita cárcel donde no podía sobrevivir o simplemente fue asesinado!

Entonces, el gobierno de los Estados Unidos diseñó una ceremonia digna de la “Santa Inquisición”: quemaron sus trabajos, sus acumuladores de energía orgón y prohibieron la publicación de sus obras. Puede que eso les explique cuál es la razón por la cual es “desconocido” y carece de “renombre”. Simplemente, ¡trataron de borrarlo de la base de datos de la humanidad!

Luego volvió a entrar por la ventana de la “liberación sexual”, resucitado por los militantes del mayo francés junto a Marcuse, y sus aportes resultaron tan brillantes que la psicoterapia corporal y la bioenergética nacieron de ellos, sólo de una parte de ellos…

Ése era Reich, el tipo que se dio cuenta antes que nadie que el ser humano nace, vive y muere en una trampa fabricada por él mismo (cultural, no biológica) que lo mantiene preso e infeliz toda su vida.

¡Pero también advirtió que podemos salir de ella!

Todo bien, pero sigamos con este asunto de los tubos.

Resulta que es posible construir y utilizar “aparatos” o dispositivos que logran concentrar la energía orgón (acumuladores de energía) o disminuir su concentración (dor-buster y cloud-buster).

En términos genéricos y, sin entrar en detalles que no vienen al caso, los acumuladores se confeccionan alternando capas de metal y no-metal, y pueden tener variedad de diseños y apariencia.

En cambio los dispositivos destinados a extraer energía consisten en tubos de metal, abiertos en un extremo y unidos a un cable en el otro y cuyo extremo pelado se sumerge en agua corriente o en una extensión acuosa quieta pero abundante. El extremo abierto es el que se apoya sobre un punto de acupuntura (dor-buster) o se apunta al cielo (cloud-buster). En ambos casos se trata de variar la concentración de orgón para lograr efectos que tienden a equilibrar al sistema con clara intencionalidad terapéutica.

Pues bien, ésa fue la idea al comenzar a trabajar con el clima, exactamente la misma que en el trabajo médico de la acupuntura-orgón: equilibrar, curar, aliviar, poner en movimiento lo que está quieto, estancado, bloqueado, estimular la vida y alejar la muerte. Nada más que eso. Nada de magia ni de exhibición de “poderes sobrenaturales”, nada de actitudes para “tener poder” o sentirse otro dios de supermercado. Pero sí, claramente, manifestación de potencia, de la simple y elocuente potencia de la vida. ¿Qué parece tener un efecto “mágico”? Claro: es la magia de la vida, nada más.

Empecé con un simple dor-buster médico, luego uní a tres de ellos.

Y finalmente construí un cloud-buster similar a los que utilizaba Reich, al cual después agregué otros tubos de material y largo disímil debido a las exigencias de la investigación.

Por supuesto que influenciar a los sistemas climáticos, que de eso se trata para lograr efectos significativos, no es tan sencillo como el experimento de disolver una nube. Hacen falta otros conocimientos y bastante entrenamiento con la propia energía, pero mucho ayudó la experiencia de trabajo médico.

Entonces uno acepta con cierta sencillez y naturalidad los resultados del tratamiento, ¡que siempre implican una sensación de maravilla cuando se trabaja con energía! Y alivian la impresión de omnipotencia, que sólo resulta natural cuando uno (o los demás) creen que se está logrando un efecto “imposible” de conseguir salvo que se tenga el número de teléfono de dios o se reciba ayuda del diablo: pueden elegir por el mismo precio.

Pero, ¿tenemos derecho a trabajar con el clima, algo que nos envuelve a todos sin excepción sin que nadie lo haya pedido expresamente? ¿Y para qué, en caso de que constituya un derecho válido?

Es curioso que, aún los más escépticos, tengan una actitud de inquietud y preocupación acerca del trabajo con los cloud-busters. Es una actitud contradictoria: por un lado el proyecto en sí les parece un dislate, pero simultáneamente aconsejan cuidado, moderación, equilibrio, prudencia y el resto de las virtudes teologales.

No es nuevo: también sucedió lo mismo durante la etapa experimental con el uso de los acumuladores de orgón en seres humanos. Existían los mismos críticos, tanto los que comparten los fundamentos de la mirada reichiana como quienes la conocen superficialmente, la desechan fácilmente sin opinar o la ignoran desde alguna altura olímpica. En todos los casos me decían: ¡cuidado, es peligroso!

Creo que se imaginaban a una persona convertida en un globo inflado a presión con los acumuladores y a punto de reventar: una escena típicamente masoquista. Pero en realidad sólo quiero decir esto: ¡es demasiado raro y extremadamente curioso que alguien que descree de un método sienta temor por las consecuencias de su utilización! Tal vez no descrean tanto: sólo tienen mucho miedo, nada más.

Luego, y en poco tiempo, los acumuladores de orgón adaptados para ser utilizados en puntos de acupuntura demostraron ser un éxito de eficacia y sencillez, como debe ser una buena terapéutica. Después de veinte años de indicarlos a mis pacientes y usarlos personalmente (¡regla de oro en ética médica!) no tengo reportes de que a alguien le creciera un cuello de jirafa o una trompa de elefante, tampoco de que hayan  desarrollado tumores cancerosos ni cuadros esquizofrénicos debido a su utilización. Y mucho menos me enteré que lograran hacer estallar a alguien por el aire, con el consiguiente desparramo periodístico, policial y judicial. Pero lo más importante es que casi siempre demostraron funcionar: suelen producir un aumento de la cantidad de energía y mejorar su distribución, asuntos perceptibles por quién lo utiliza y visibles para el que observa y compara.

La elección de haberlos investigado y utilizado en un marco de trabajo más bien silencioso fue determinante. De haber aparecido un sólo periodista para hacer alguna tonta nota sobre “el dispositivo mágico que produce energía”, todo se hubiera arruinado. Es interesante escuchar cómo los llama cada persona que los utiliza: batería, chip, espejito, ombligo biónico, “eso”, “el aparato”, “la pila”, “la cosa”, “el asunto” y todavía más, para delicia de psicoanalistas aficionados. ¡Pero casi nadie lo menciona por su nombre: acumulador de energía orgón!

Hacen bien: es demasiado conflictivo para el modelo vigente, tendrían que revisar su “sistema de creencias”, sus paradigmas indiscutibles. ¡Es que resulta inconcebible que plegar en zigzag una simple tira de acero y otra de plástico pueda lograr semejantes efectos! Lo usan porque así se sienten mejor y listo.

Y volviendo al origen, al “asunto tubos”: no veo diferencias entre la sencillez de ambos dispositivos, que pueden armarse por unos pocos pesos utilizando elementos corrientes, fáciles de conseguir. ¡Fue una liberación cambiar laboratorios por ferreterías, puedo asegurarles!

Ahora vuelven las mismas preguntas incisivas, obsesivas y pertinaces: ¿qué derecho tiene uno a intentar producir una modificación climática, por qué razón el método es desconocido si ha demostrado ser eficaz para lograr lluvia incluso en los desiertos y, finalmente, qué hacer con  éste proyecto?

Mirando un poco lo que está pasando con el clima en el planeta podría decirse que uno tiene, no sólo el derecho sino hasta la obligación de utilizar un método que puede demostrar su eficacia para intentar mejorarlo: hay demasiado desequilibrio “entre el cielo y la tierra”. Demasiada sequía, demasiado calor o frío, demasiada variada extinción y extrema necesidad de acciones que funcionen para favorecer la emergencia de condiciones sustentadoras de vida. Y esto es, sencillamente, porque hay demasiada muerte en el aire, el agua y la tierra. La muerte tiene demasiado éxito en estos tiempos y el futuro ha dejado de ser una esperanza para transformarse en un espacio de temor, castigo e incertidumbre. Entonces hay que hacer algo simple, algo elemental que sabe hacer cualquier planta, bacteria o animal: pelear por la supervivencia.

Uno se pregunta si podremos volver a ser animales decentes, seres aptos para vivir y dejar vivir. Si aprenderemos otra vez, como seguramente sabíamos antaño, que “la vida es una cooperativa” y no una estúpida historia de competencia feroz para obtener “poder” sojuzgando, oprimiendo y asesinando. No hay respuesta, pero sí una fuerte apuesta, una esperanza.

¿Quiénes podrían hacer “algo” para evitar la hecatombe?, uno se pregunta, un poco azorado por las noticias cada vez más alarmantes acerca del futuro cercano. ¿Acaso los variados poderes que comandan la misma civilización que nos ha puesto al borde de la extinción?

Cualquier trabajo debe evaluarse por sus consecuencias. Y en el caso del clima se necesita tiempo, bastante tiempo para estar seguros de que estamos usando una metodología fiable, simple y eficiente. Pero: ¿hay tiempo, tenemos el tiempo suficiente como para seguir un protocolo estándar de investigación? Y además: ¿son fiables quienes deberían emitir una opinión “autorizada”, son verdaderamente independientes de criterio, son libres para opinar? La respuesta es no, de manera que es mejor seguir adelante y confiar en que el método podrá masificarse y ser bien utilizado.

Tal vez el cloudbusting sea, también, un desafío para “el sentido común”. Pero no en el aspecto tipo: “la idea es demasiado loca para que sea cierta” o “hacen falta muchos cambios en el paradigma vigente para que pueda ser aceptada”. Sentido común aquí significa lo siguiente: si un método es capaz de “hacer llover” o, menos pretenciosamente, “coincidir con la aparición de lluvia” ocho veces de cada diez intentos, y todas ellas contra los pronósticos de cualquier servicio meteorológico, entonces “sentido común” parece esto: “es muy probable que sea un método acertado”. ¿Qué otra cosa puede querer decir “sentido común”, entonces?

Y si alguien dice que en ciencia no existe nada parecido a “sentido común”, y que los teólogos de la razón se niegan a considerar seriamente el sentido de esa expresión, entonces habrá que revisar la validez de los supuestos que fundamentan esta ciencia en sí misma, porque de ser así se trataría de una actividad enfrentada con el instinto más claro y más preciado por los seres vivos: la supervivencia.

Las razones no son tan raras, tan difíciles de comprender: es medio una cuestión de poder (la ciencia real no es aséptica, depende de quiénes la financian) y medio un problema de patología gremial, porque los científicos reales de carne y hueso no son seres excepcionalmente sanos: están tan o más acorazados que el promedio de la sociedad. Son habitualmente incapaces de mirar la realidad sin prejuicios y desde su propia libertad de investigador, ¡un requisito que sólo figura en pomposas declaraciones! Y están atados a infinidad de cláusulas y reglamentos sin cuya estricta observancia no pueden pertenecer al club que les da continencia y salario. Y en general se abstienen de opinar, de arriesgar una disidencia con sus jefes y patrones: la bibliografía que citan tiene que ser más importante que sus propias conclusiones porque de otra manera el trabajo “no es serio” y se transforma en inaceptable para los estatutos del club.

Sí: es otro caso de dependencia emocional, es la necesidad de sentirse amparado y protegido a cualquier precio. Es el contrato de Fausto otra vez, siempre y con tal de no correr el riesgo de vivir ejerciendo la propia libertad, ésa misma que te puede dejar irremisiblemente solo y en peligro. ¿Pueden ellos opinar, están en condiciones de emitir una opinión libre acerca de la energía orgón, de los acumuladores de energía y de los tubos enfilados al cielo? Otra vez la respuesta es no: no pueden, no están en condiciones de hacerlo. Y si no, miren las cosas que pasan en medicina con la utilización de métodos tradicionales consagrados por su eficacia pero negados, condenados y combatidos por la medicina “oficial”.

Tienen un buen ejemplo con “el empacho”, que infinidad de sanadoras con experiencia saben diagnosticar y tratar. Pero como no figura en la lista de las enfermedades oficialmente admitidas no existe y, por lo tanto, no se puede tratar. Estas actitudes son demasiado para la paciencia: ¡negar algo porque no lo entiendo es típico de idiotas! Medicina oficial significa lo que “hay que creer”: una cuestión de fe, un

problema teológico. Así uno es reconocido, admitido en la lista de los tontos con registro. Y eso rige para todos los integrantes de una sociedad incluidos sus científicos, los nuevos sacerdotes.

(Continuará)


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La funcionalidad somatopsicodinámica desde la Psicoterapia Caracteroanalítica

Medicina Orgonómica

El autor presenta tres casos clínicos (anorexia, úlcera psicógena y vaginismo) para demostrar la vinculación  entre los conflictos emocionales y los trastornos psíquicos y somáticos y su funcionalidad con al hiperertensión crónica muscular en ciertas zonas del cuerpo que W. Reich describió como segmentos de la coraza muscular defensiva de la estructura humana. Y expone la asistencia clínica con la Psicoterapia caracteroanalítica (breve y profunda vegetoterapia. según el caso) y la mejoría de esos pacientes al trabajar con los aspectos cognitivos, emocionales y neurovegetativos desde una perspectiva estructural.

INTRODUCCION

En nuestra praxis clínica observamos constantemente la relación tan estrecha que existe entre las dificultades o trastornos emocionales y  la génesis   y el desarrollo de muchas enfermedades.

La teoría del estrés desarrollada por Selye (ver Carballo,1984); la teoría de la inhibición de la acción de Laborit; la “inmunología cognitiva” de orientación sistémica  de Varela-Maturana(1990) apoyada en descubrimientos científicos  como el de los “péptidos”(manifestación bioquímica de las emociones) de C.Pert y su equipo de Maryland (ver Capra,1996 y Janov 2000); y la teoría del Orgasmo de W.Reich, entre otras, han puesto los fundamentos biológicos y empíricos a las hipótesis  y evidencias clínicas psicoanalíticas, y que F. Navarro definió como funcionalidad somatosicodinámica (1988).

La tendencia científica actual empieza a concebir la estructura humana como una compleja red de sistemas comunicados a través de una interrelación circular y permanente del sistema nervioso, con el sistema endocrino y el sistema inmunológico. Y al mismo tiempo cada estructura humana está en permanente interrelación con los otros de su especie, con el sistema social y con el ecosistema geográfico, moviéndonos en lo que F. Capra llama la trama de la Vida. Pero es el propio ser humano quien desarticula constantemente esta red al separarnos cada vez más de las leyes de la natura, y como consecuencia, paradójicamente, el ser humano enferma y los ecosistemas se alteran.

Esta concepción paradigmática se define como “Ecología global” y en su interior deben desarrollarse medidas terapéuticas coherentes para paliar los efectos de este desequilibrio. Focalizada en la estructura humana existe la psicoterapia corporal, y más concretamente la Vegetoterapia caracteroanalítica, eje a través del cual voy a articular este artículo en cuanto es mi praxis clínica psicocorporal de referencia.

La Vegetoterapia tiene los fundamentos teóricos en el definido por W.Reich como “funcionalismo orgonómico”. Y como describe F. Capra, “es un sistema filosófico que coincide perfectamente con el pensamiento de procesos de nuestra visión de sistemas” (Capra, 1985:404)… Si la teoría de Reich se formulase en el lenguaje de sistemas modernos, su importancia para la investigación y la práctica terapéutica contemporánea se haría aún más evidente (Capra, 1985:405).  

W. Reich expresó esta interrelación sistémica a lo largo de su obra. Con el análisis del carácter descubrió que en la estructura caracterial del hombre persistía su origen social de forma rígida y solidificada. Por medio del cambio de los impulsos, las instituciones sociales producían la estructura caracterial típica y la estructura caracterial del hombre reproducía en un época determinada las instituciones sociales y las ideologías correspondientes. Con esta fórmula se contestaba a la pregunta que planteó la sociología: ¿cómo, con la ayuda de qué funciones se transforma la existencia social en ideas humanas?

Y con el desarrollo de su praxis clínica la Vegetoterapia (posteriormente definida como Orgonterapia) se intentaba recuperar la pulsación vital, el adecuado flujo energético de la vida (orgón, muy similar al concepto de libido de Freud) cuya alteración ocasiona, en realidad, interferencias en la comunicación entre los tres sistemas complejos de la estructura humana antes descritos, forzando el ritmo biológico y buscando mecanismos compensatorios que a la larga sus secuelas son las que provocan las enfermedades. Teniendo presente que el modulador principal de los tres sistemas, como demuestra Pi Suñer (1974) es el sistema hipotalámico-hipofisario, regulador a su vez del sistema emocional y fuertemente influido por los conflictos emocionales, es decir por las consecuencias de las dinámicas relacionales. En síntesis, diríamos que la entrada de un nuevo ser en el mundo está mediatizada por unas exigencias de los ecosistemas sociales que no siempre coinciden con las necesidades instintivas, es decir, biológicas, creándose un fuerte conflicto relacional que genera un claro estrés (mejor  “distrés” o estrés patológico, siguiendo a Selye).

 Es por tanto el trastorno emocional uno de los desencadenantes de esa interferencia instersistémica, y a través de esta cura emocional podemos recuperar esta comunicación estructural. Siendo las herramientas de trabajo, los actings neuromusculares, la relación terapéutica, la elaboración caracteroanalítica, el uso de herramientas convergentes como el grupo, y la atención permanente en la respiración

Este abordaje terapéutico se desarrolla durante el trabajo individual en el diván y en general se realiza una sistemática de acción muscular en los siete segmentos de la coraza muscular descritos por W.Reich siguiendo una dinámica cefalocaudal buscando la coherencia con las leyes ontogénicas y de los procesos que confluyen en la maduración humana, y por tanto su recuperación.

Por ello para Federico Navarro (1990), neurosiquiatra italiano formado por Ola Raknes (colaborador de W. Reich) la Vegetoterapia caracteroanaítica, busca recuperar este equilibro del paciente, entre otras herramientas, a través de sugerir  intervenciones musculares específicas (actings) que provocan reacciones neurovegetativas emocionales capaces de reestructurara  la  sana psicoafectividad que ha sido puesta en conflicto desde el nacimiento del individuo, dentro de un espacio (setting) y de una relación terapéutica.

Para comprender mejor este planteamiento teórico voy a ilustrar este artículo narrando la actuación clínica con varios pacientes con trastornos funcionales. Concretamente: cefaleas, úlcera gastrointestinal y vaginismo. Son casos extraídos de un grupo importante que por sus características pueden apoyar mejor nuestra exposición didáctica.

CEFALEA (Tres primeros segmentos)images (31)En el uso de este concepto me refiero a los fuertes dolores de la parte cefálica del cuerpo es generalmente bilateral y suboccipital, aunque también puede localizarse en la región frontal (cara) o puede sentirse como una banda alrededor de toda la cabeza. Una palpación en el momento en que se produce el dolor, revela una excesiva contracción muscular. Estos dolores no están asociados a ninguna enfermedad sistémica como la diabetes, el cáncer, la hipertensión…

Para Navarro “las manifestaciones clínicas de la cefalea son debidas a un bloqueo hiperorgonótico donde la dinámica es la siguiente: el miedo primario de los primeros momentos de vida determina una perdida de tono conduciendo a una vasodilatación que potencializa la vasoconstricción a fin de asegurar la  homeostasis, porque si se mantuviera la vasodilatación podría ser mortal. La cefalea puede ser un síntoma de conversión histérica pero también la expresión de un núcleo sicótico…la cefalea y la migraña son debidos a un “locus minoris resistentiae” del primer segmento, por eso van acompañadas de molestias de la visión, de oído y del olfato. Si la cefalea es la expresión de una hostilidad, consecuencia de un miedo generalizado, la migraña esta vinculada a un miedo específico.. La terapia principal se realiza al trabajar el primer segmento, al desbloquear el miedo.”(Navarro,1988:50-52)

El primer caso es el de Ana, una mujer de 35 años separada hace tres y con un hijo de 6 años. Acude a la consulta porque en la oficina donde trabaja empieza a sentirse muy agobiada y con la sensación de que le cuestionan, de que hablan mal de ella, la marginan y la ven como diferente. Se obsesiona con esas ideas y duerme muy poco, sintiéndose agotada sin capacidad para ocuparse de su hijo. No hay situaciones traumáticas en su biografía. Sexualidad normalizada, pero desde que se separó sólo ha tenido aventuras sexuales y no muy satisfactorias sin poder comenzar de nuevo una relación de pareja, Según el D.I.D.E – Diagnóstico Inicial Diferencial Estructural – (Serrano ,1990b) es una  estructura de carácter neurótica masoquista histérica. Se agudizan últimamente dinámicas obsesivas con ciertas tendencias paranoides que vienen acompañadas de una fuerte ansiedad, insatisfacción y estasis sexual, y una clara situación depresiva latente que se mantiene desde la separación de su marido, la cual vivió sorpresiva y resignadamente, al dejar la relación por otra mujer. Junto al insomnio se producen episodios de cefaleas occipitales junto con dolores de cuello y espalda y dismenorrea intensa. En las sesiones se muestra ansiosa, inquieta, con la respiración alterada, sonrisa forzada, evitando el contacto y con manifestaciones victimistas y alarmistas. También presenta una disfunción vegetativa con estreñimiento, cosquilleos en las extremidades y episodios de disnea, e hipertensión en el segmento ocular, cervical y diafragmático. Me transmite una sensación de fuerte contención de tristeza y rabia, pero sin riesgo de despersonalización.

Por su motivación, situación económica y disponibilidad clínica le planteo un encuadre focal con la Psicoterapia Breve Caracteroanalítica, P.B.C. (Serrano, 1992) de 6 meses a una sesión semanal, con un buen pronóstico.

En las primeras sesiones donde va recordando su separación y el estado emocional que le produjo la cefalea y el insomnio aumentan. En la cuarta sesión en la investigación verbal de su biografía, aspectos sexuales y de relaciones objetales, habla de la presencia ausente del padre y la obsesividad de la madre. Usando técnicas musculares (actings) se coloca con la boca abierta brazos en alto y mirando un punto en el techo. Al cuarto minuto, de forma involuntaria empieza a llorar y arquear las cejas y fruncir la frente. Le animo a que se abandone a la sensación, que tome conciencia de que está protegida, y surge el llanto con mucha fuerza y de forma desbordante. Al terminar me contará que vio con mucha claridad a su padre que se iba con su hermano a hacer deporte. Ella se quedaba en casa porque era una chica, y lo asoció al comportamiento de su ex marido que prefería salir con sus amigos a salir con ella porque alguien tenía que estar con el niño. Su emoción era de tristeza. En las siguientes sesiones los dolores de cabeza aumentaron en la duración, periodicidad e intensidad. La tristeza fue en aumento, y tomó conciencia del dolor tan fuerte que le había provocado la separación con su marido como se había quedado bloqueada y como torpe, también fue viendo como en el trabajo proyectaba su propia sensación de vulnerabilidad y de torpeza, siendo ella la que realmente se sentía así. También vimos como esa sensación la tenía en la terapia conmigo. Eso nos permitió profundizar en la elaboración de estas asociaciones a través de la llamada “circulación triangular” (Serrano 1992).

Estuvo unos días de baja laboral y se fue recuperando energética y emocionalmente. Poco a poco fue también asumiendo la evitación de la agresividad por miedo a ser rechazada del todo y al papel superficial que tenía su componente masoquista. En la décima sesión dentro del trabajo muscular se colocó con la cabeza y el cuello fuera del diván, colgando, y con las piernas dobladas. Su respiración empezó a aumentar de forma involuntaria y empezó a tener miedo. Comenzó a gritar. Se sentía sola y muy débil. En la elaboración verbal fue tomando conciencia de que los otros le habían hecho sentirse vulnerable para que fuera dócil y sumisa como en el trabajo y en la relación con su ex marido y empezó a sentir rabia con más claridad. Le animo a que tumbada en el diván levante los brazos y con los brazos bien rectos vaya golpeando el colchón al mismo tiempo que dice la palabra ¡YO…!!! Al principio se siente ridícula, pero después comienza a gritar fuerte y a golpear con mucha potencia y rabia, abriendo bien los ojos y con una respiración suelta y temporalmente libre. A los 7 minutos, al final del acting, me cuenta que sintió claramente que no estaba dispuesta a dejarse llevar por las opiniones de los demás ni por los juicios de nadie, ni de su padre, ni de su ex marido ni de sus compañeros de trabajo, que estaba cansada de no vivir por miedo.

Estuvimos dos sesiones más trabajando esta secuencia de actings durante la sesión, y posteriormente introduje el acting de mirar alrededor del cuerpo con un movimiento circular abriendo bien los ojos. Este movimiento que al principio de la terapia le resultaba dolorosa, finalizando le resultaba agradable y relajante. Recuperó el sueño, desaparecieron los dolores de cabeza y volvió a sentirse alegre y con capacidad de trabajo y de estar con su hijo, comenzando a disfrutar más con su cuerpo, a masturbarse y a salir con las amigas con más libertad. Terminó el tratamiento en el tiempo acordado y cubriendo los objetivos marcados, durante los 8 meses de seguimiento posterior (una sesión cada dos meses) no apareció ninguno de sus síntomas principales, pero se mantenía la ansiedad siendo consciente de sus límites personales. Al año tuvo un ascenso en el trabajo y se planteó retomar su trabajo personal con una terapia profunda, eligiendo la vegetoterapia.

Vemos en este caso como un trabajo focal tiene resultado por el tipo de estructura que es, y porque claramente sus síntomas se deben a una reactivación somática de su estado de estrés interno y de contención emocional que provocaban la tensión cefálica. Sus síntomas eran consecuencia de conflictos relacionales y de una agudización de su componente masoquista-compulsivo en el momento de la separación que bloquea la vivencia del duelo y de la rabia fruto del desengaño y del desamor poniéndose en marcha los mecanismos de la “inhibición de la acción” y de la  “coraza muscular”

Otro caso es el de Isabel, de 30 años, bióloga investigadora genética. Su demanda terapéutica es consecuencia de un conflicto muy fuerte en su trabajo con su jefe que la bloquea y la sumerge en una fuerte depresión .Desde la adolescencia tiene fuertes dolores de cabeza occipitales y frontales, combinando migrañas y hemicráneas. El D.I.D.E. refleja una estructura borderline con núcleo depresivo-sicótico y una cobertura masoquista-fálica. Las relaciones afectivas históricas (objetales) eran muy sufrientes, con un fuerte estrés postnatal, ausencia de la madre y un padre autoritario y distante. El miedo estaba vinculado a su núcleo y era la base de toda su problemática que iba acompañada de una fuerte hipertensión ocular y oral y una hipotonía diafragmática y respiratoria consecuencia del bajo nivel de pulsación vital u orgonótica. Con este diagnóstico el síntoma era la punta del iceberg de toda una conflictiva relacional nuclear de imposible resolución con un trabajo terapéutico focal, por lo que se le aconsejó desde el principio una Vegetoterapia caracteroanalítica (V.C.). Las cefaleas no desaparecieron hasta el segundo año de trabajo cuando se fueron reblandeciendo los dos primeros segmentos y aumentando el nivel de carga energética, y por tanto reduciendo su miedo nuclear. Y se reactivaba cada vez que su estructura no soportaba el conflicto emergente. Por ello, en muchas ocasiones los síntomas deben de ser una referencia para el terapeuta que le ayuda a saber adecuar el ritmo del proceso terapéutico a cada persona.

 En base a estos dos ejemplos vemos como un síntoma, en muchas ocasiones, está reflejando lógicas distintas, significados distintos, reflejando códigos latentes diferentes, que exigen tratamientos diferentes, y por tanto no podemos generalizar en la etiología de un síntoma, porque este es sólo el reflejo del conflicto autopoiético (Maturana &Varela,1990) de su estructura.

ULCERA GASTROINTESTINAL, U.G.I (quinto y sexto segmento)

diafragma

 Esta enfermedad, en mayor medida que la anterior, forma parte del legado cultural de nuestra sociedad. En novelas, películas, series de televisión, y en nuestras conversaciones cotidianas surge constantemente, y la pastilla antiácido es algo común. Tan común como la inseguridad ontológica, la invalidez nuclear, la dependencia objetal, el estrés sicosocial, el odio reprimido hacia la autoridad con la activación del sistema de inhibición de la acción, como el bloqueo diafragmático y abdominal. Nos comemos a nosotros mismos, como dice Chiozza (1986).

Sabemos que estudios médicos actuales presentan la génesis de la enfermedad vinculada a una bacteria, pero eso no evita la afirmación de trastorno funcional, porque lo que provoca el terreno para el desarrollo de esa bacteria es el desequilibrio neurovegetativo y emocional que ya describía W. Reich. Y la curación con la psicoterapia corporal confirma esta hipótesis.

Tenemos que recordar que todos los mecanismos que favorecen la secreción y la motilidad gástrica implican de algún modo la intervención de amplias regiones de los nervios vagos, reflejos parasimpáticos locales, y la descarga de gastrina.

Sin profundizar en el tema sí quiero recordar lo que Reich escribía acerca de este tema y que me resulta esclarecedor y muy actual, sabiendo adaptar su lenguaje al de nuestro momento científico.

“Consideremos con atención la coordinación de los distintos procesos en el organismo con nuestro modelo de pensamiento. Hemos definido lo «somático» como la suma de los procesos químicos y físicos en los tejidos. Lo «psíquico» es definido como el dominio de sensaciones, percepciones e ideas. En la úlcera de estómago funcionan en una interacción. Cada erupción de odio incrementa la contracción de la pared de estómago. No obstante, los procesos de úlcera y odio son también independientes, porque una vez que el proceso de la formación de la úlcera mina la pared del estómago, sigue sus propias leyes químico-físicas. La acidez aumentada del estómago daña la pared del estómago: la pared dañada es menos resistente a esta influencia, etc., hasta la perforación de la pared. Observamos la interacción funcional entre la acidez estomacal y la estructura del tejido como un dominio obrando en las funciones químico-físicas y lo vemos ahora como independiente de la psique.

Si tenemos que ser consecuentes en la aplicación de comprobar nuestro método funcional, tenemos que preguntarnos, ¿qué es lo que forma el principio funcional común de las alteraciones psíquicas y somáticas en la función?. Podemos poner las alteraciones psíquicas y somáticas solamente en una relación recíproca distinta unas de las otras, pero no podemos conectarlas directamente. El tercer principio común donde tanto la alteración psíquica como la somática de «la úlcera de estómago» tienen sus raíces, su principio funcional común (CFP) es mucho más amplio y también mucho más profundo que la estructura del tejido de la pared del estómago o el odio psíquico reprimido. Ambas alteraciones parten de una contracción general del organismo, es decir, una alteración en el campo de la función bioenergética. No encontramos ni un solo caso de úlcera local y odio inconsciente en especial que no estaban construidos sobre un acorazamiento ya presente en el organismo o una anorgonía general. El acorazamiento no forma la base específica para úlcera y odio. Existen siempre funciones especiales que son responsables por el hecho de que la alteración bioenergética general era expresada precisamente sobre la pared de estómago como úlceras. Y esta localización o concentración específica de la alteración biológica en el estomago requiere una demostración clara; está enraizada en una contracción especialmente desarrollada del segmento del diafragma que acompaña cualquier odio silencioso. Por eso es engañoso estudiar una úlcera de estómago aislado del organismo en su total, como es engañoso olvidar el odio poderosamente reprimido. El principio funcional común de todas las formas de acorazamiento biológico y por lo tanto de todas las alteraciones somáticas y psíquicas que se desarrollan a partir de ellos es clínicamente probado para una pulsación orgonótica alterada total o parcialmente”(Reich,1950:122).

 Siguiendo esta línea de pensamiento para Dew(1973), las tres características principales en la estructura del paciente ulceroso son:

  1. el daño infligido a la autoconfianza natural a través de la frustración sexual pregenital y genital -impotencia orgástica crónica-.
  2. la simpaticotonía subyacente -emocionalmente se traduce a un miedo profundo a la desvalidez-.
  3. la agresión compensatoria, secundaria o de contacto substitutivo en la periferia (parasimpaticotonía)

Sin embargo, en cada neurótico gástrico o paciente ulceroso al que he tratado, la característica biofísica que más ha llamado la atención es la acusada rigidez de los segmentos diafragmáticos y abdominal

Y Navarro nos recuerda que “En las ratas destetadas pronto aparecen mas ulceras. Las separaciones traumáticas facilitan la úlcera, cuando el sujeto se siente seguro afectivamente desaparece. La necesidad de ayuda de estos enfermos se refleja en la necesidad de saciedad, la del alimento es la necesidad de afecto… Se instaura una tensión (ansiedad de espera) que es continua (bloqueo del diafragma) donde el parasimpático predomina (hipotonicidad del simpático local e hipertonicidad reactiva del resto del sistema simpático) que predispone al cáncer de estomago…Los ardores de estos enfermos son las reacciones físicas a la frustración de un deseo muy vivo de dependencia, con una fachada de independencia pero con una  carga agresiva muy contenida. Son orales receptivos y agresivos”(Navarro, 1988:147)

Con estos referentes teóricos presento el caso de un hombre de 35 años, casado y con dos hijos. Arquitecto, deportista, muy activo combinando tareas intelectuales y físicas con las propias de su profesión .Se plantea hacer vegetoterapia “porque quiere reducir sus bloqueos  para mejorar su técnica del tenis” (deporte que practica en competiciones). Se siente bien en su realidad cotidiana, y lo único que le molesta es la úlcera gástrica que le acompaña desde que estudiaba arquitectura. Sabe (por lecturas) “que eso seguramente se debe a su bloqueo diafragmático que al estar relacionado con la respiración es lo que le limita también en su práctica del tenis”. De cuerpo atlético y expresión segura su respiración es torácica y con una fuerte hipertensión cervical y pélvica. Sus relaciones objetales se caracterizaron por un padre muy afectivo pero rígido y una madre muy obsesiva y ansiosa, pero los recuerda a los dos con cariño. Su padre quería que estudiara derecho (siempre se dedicó a la política) y estudiar arquitectura supuso una cierta ruptura afectiva con el padre. De hecho dejó la casa familiar para estudiar en otra ciudad. El D.I.D.E. dio como resultado una estructura de carácter neurótica compulsivo-fálico. El pronóstico en este caso es favorable por su nivel de insigth y su caracterialidad estructurada pudiendo abordar el síntoma tanto en una P.B.C. como en una V.C., siendo los objetivos en esta última más amplios y de cambio estructural,lo cual no es posible, lógicamente con una P.B.C. como ya he demostrado en otros escritos. Casos similares con el tratamiento focal han reestructurado el funcionamiento vegetativo al reducir su nivel de estrés y ser más capaz de expresar las emociones. Hay casos que esto no es posible y la úlcera responde claramente a una ambivalencia oral vinculada a un núcleo depresivo y por tanto a una problemática biopática más primaria. En este caso en su origen fue una somatización reactiva que al cronificarse se configuró en una biopatía secundaria siendo su erradicación más compleja y propia de una terapia profunda. Si este paciente se hubiera tratado de más joven, el síntoma habría  estado mucho más localizado y con un pronóstico adecuado para una psicoterapia focal caracteroanalítica sicocorporal (P.B.C.).

En este caso podemos confirmar parcialmente esta hipótesis porque años atrás realizó una psicoterapia breve de orientación dinámica y si bien le ayudó en algunas cosas no le modificó nada su U.G.I.. Pero lo evidente, confirmando a W.Reich es que siempre hay un claro problema en la motilidad plasmática en estos casos.

Pongo este ejemplo porque a lo largo de la terapia se evidenció con claridad la relación entre el factor oral y el diafragmático, entre el estrés oral y la angustia diafragmática con todas las consecuencias dinámicas y vegetativas ya descritas.

Concretamente hubo una sesión muy significativa e interesante: el paciente tumbado en el diván en la posición que es habitual en las sesiones de V.C. comienza a realizar el acting del “pez” por indicación del terapeuta (mirando un punto en el techo ejercer un movimiento hacia fuera de los labios como hacen los peces o como se observa en los lactantes, con la forma y el ritmo que vaya sintiendo el paciente), a los pocos minutos de hacerlo, sorpresivamente surge el reflejo del vómito, acompañado de fuerte angustia, sudoración fría , miedo y asco. Le animo a continuar con la experiencia y le enseño la bandeja donde puede vomitar en caso necesario. El paciente , a pesar de lo racional y de la sensación de tener todo bajo control que le es habitual se siente en esta ocasión desbordado y sin defensa alguna frente a esa angustia tan fuerte que se activa como por arte de magia al hacer ese movimiento. Vencida la resistencia intelectual, finalizando ya el tiempo del acting, a los 16 minutos sin conseguir abandonarse al vómito y cada vez con más angustia y asco le viene el recuerdo de su madre dando el biberón de una forma brusca y forzada a sus dos hermanos gemelos que nacieron cuando el tenía 12 años, y otra escena donde se daba la misma imagen pero donde la protagonista es su cuñada con su hijo de un año, empezando a sentir una cierta rabia hacia esas figuras. Sesiones posteriores siempre con el mismo acting surgió el vómito de forma involuntaria (es uno de nuestros objetivos clínicos que los procesos corporales si se dan sucedan en función del ritmo vegetativo del paciente aunque para eso haya que esperar un tiempo) acompañado de una fuerte rabia, que se acrecentó con el acting de morder una toalla insistentemente. Cada vez que surgía la rabia aparecía el miedo y el reflejo del vómito, todo ello frenado por la respuesta de hipertensión del diafragma que entraba en alarma. A partir de ahí se dio cuenta de que seguramente su madre hizo lo mismo con él pero que se resistía a sentir rabia hacia ella porque siempre había sido muy dependiente de las figuras afectivas familiares, tanto de sus padres, como actualmente de su mujer, tendiendo a idealizar situaciones para no entrar en conflicto. Comprendió el comienzo del síntoma ulceroso al no poder enfrentarse directamente a su padre, pero seguir con los estudios que él quería con el consiguiente estrés permanente .Y progresivamente, en contacto con la relación terapéutica fue surgiendo la transferencia oral, y posteriormente edípica donde se volvió a ver la conexión entre boca, diafragma y pelvis, a partir de trabajar todo el miedo a la autoridad. Concretamente con el acting de decir NO! Moviendo el cuello a derecha e izquierda. Al mismo tiempo que lo hacía surgía la angustia, el reflejo del vómito y de un movimiento de retracción de la pelvis y del esfínter anal. Fue tomando conciencia de la insatisfacción existencial mantenida por su compulsividad y de su estasis sexual porque realmente no se abandonaba a la experiencia orgástica, era “bueno en la cama” pero fue descubriendo la diferencia entre eso y sentir las corrientes acompañadas de entrega y amor sin miedo. Pero eso fue después de 3 años de terapia con dos sesiones a la semana (una sesión de 1,30 h.) .Realmente los dolores de la úlcera le desaparecieron al terminar el trabajo cérvico-torácico, reblandeciendo indirectamente el quinto y sexto segmento, pero surgían de forma ocasional al trabajar esos segmentos a través de actings de respiración de movimiento pélvico. Terminada la terapia y después de dos años de seguimiento (una sesión cada dos –tres meses) no ha vuelto a aparecer ninguna molestia, ni hay lesión alguna en las pruebas fisiológicas y radiológicas.

VAGINISMO (Séptimo segmento)

Dentro de las disfunciones sexuales un trastorno que es poco frecuente pero que provoca mucho sufrimiento en la mujer que lo padece es el vaginismo. Este trastorno se caracteriza porque sin causa fisiológica alguna la vagina de la mujer no se dilata al vivir episodios de placer sexual ya sea en la masturbación como en la relación con el partner, limitando su capacidad de placer. Siendo al mismo tiempo un factor de riesgo para el parto.

En ocasiones hemos visto en nuestro equipo clínico vaginismos reactivos en estructuras neuróticas vinculado a un deseo de venganza sexual de tipo masoquista acompañado de una fuerte tensión de los segmentos cervical, diafragmático y pélvico (tercero, quinto y séptimo), por problemas en las relaciones objetales familiares o incluso por acosos o violaciones sexuales en la infancia o adolescencia. Estos casos permiten resultados favorables dentro de un setting de P.B.C.

Pero son más frecuentes los casos de vaginismo donde esa contracción de la musculatura lisa de la vagina se produce en una estructura nuclear con un fuerte miedo sexual que se remonta a la fase oral y que se desplaza a la vagina dentro lo que yo he llamado “genitalización de la oralidad”. En estos casos el tratamiento requerido es la V.C.

Es el caso que describo brevemente. Mujer de 25 años, profesora de instituto, soltera y con una relación de pareja con un hombre desde hace un año. Tienen relaciones sexuales pero excluyendo la vagina. Ella está sufriendo porque es deseo de ambos el tener relaciones completas y se plantean casarse y tener un hijo. El vaginismo lo tiene siempre. No ha tenido prácticas masturbatorias, y tiene que usar compresas porque no puede introducir el tampón. No es posible la revisión ginecológica por lo que el mismo profesional le aconseja una psicoterapia. El D.I.D.E. determina una Estructura borderline núcleo depresivo y con una cobertura masoquista fálico-histérica.

A lo largo del proceso se evidencia la vinculación entre boca y vagina, entre el miedo a la madre, su fuerte problema de identidad sexual y su vaginismo. La madre tenía episodios histéricos “charcotianos” de pérdida de memoria puntual, provocaciones en público de índole sexual y constantemente había un cuestionamiento a las hermanas. Estuvo dos largas temporadas en hospitales psiquiátricos en edades críticas de las hijas (se llevaban un año) y había un rechazo consciente a la madre por vergüenza social, pero una gran necesidad afectiva no aceptada. También hubo un destete prematuro por el embarazo de la hermana. Trabajando con el acting de boca abierta con los brazos en alto y las manos abiertas mirando un punto en el techo comienza a darse este contacto con la necesidad y la rabia, una fuerte ambivalencia oral. Con el acting del “pez” aparece el miedo, tetania muscular que le paraliza la boca .no puede moverla, no puede acercarse a la madre ni recibir placer de nadie. Todo esto acompañado de sensaciones vaginales y de fuerte miedo al terapeuta con proyecciones de deseo sexual. Va reflejándose como ella tiene que negar a la madre para ser ella, incluso siente como no estando la madre, su padre está más cerca de ella, demasiado cerca en algunas ocasiones. La ambivalencia es muy fuerte toda la terapia, y se refleja  mucho en la relación terapéutica. Con el acting del morder la toalla y más adelante en el trabajo con el tórax con el acting de decir NO!!, entra en una fuerte depresión con ideaciones de suicidio .Su imagen corporal está totalmente distorsionada, vacía y se siente maldita.

Con los brazos golpeando el diván va permitiéndose vivir la rabia hacia el padre por su falta de definición, por su ausencia afectiva, con una fuerte angustia. Progresivamente aparece una relajación de la musculatura vaginal, y hacia el segundo año de terapia tienen la primera masturbación con penetración de sus dedos y sensación de placer vaginal. Mientras tanto rompe con el chico y vive episodios de homosexualidad. Sólo con el trabajo de diafragma pelvis, en concreto al realizar el acting de la respiración simulando “remar” y con el acting del no! golpeando con las piernas va integrándose la sexualidad oral con la genital, comienza a existir una definición como mujer y una identidad, un acercamiento a su madre y una aceptación de su cuerpo y de su capacidad de placer. Ella no es como su madre y tiene capacidad para disfrutar. Comienza las relaciones con un hombre con el que posteriormente se casará. A los 5 años de terminar la terapia tuvo una hija con parto natural y sin ningún problema en el parto.

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CONCLUSIONES

Terminando esta exposición puedo afirmar que nuestro trabajo clínico es muy duro y complejo y hasta decepcionante al encontrarnos con personas que no podemos ayudar o que nuestra labor no es eficaz. Pero también en muchas ocasiones tenemos la satisfacción de ver cómo las personas recuperan su bienestar, su capacidad de placer, su alegría de vivir, el sentido de su vida y la capacidad para vivirla .Y aprendemos el mensaje claro de que todo ese sufrimiento se podría evitar si nuestros ecosistemas sociales estuvieran más cerca de lo humano.

Facilitar la conciencia de este hecho es  también nuestra responsabilidad.

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Xavier Serrano Hortelano

Psicólogo especialista en psicología clínica ( CV141) .Sexólogo.

Psicoterapeuta caracteroanalitico especialista en Psicoterapia breve, vegetoterapia y sistemas humanos

(Orgonterapeuta formado en la Scuola Europea Di Orgonterapia fundada por Ola Raknes y Federico Navarro) .

Director de la Escuela Española de Terapia Reichiana( ESTER)

  Miembro de la EABP. EAP. EFS, FEAP, SEPTG, IFOC

Ejerce su actividad clínica, preventiva y docente principalmente en Valencia( España) desde 1980.

 


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El Dor-Buster II

Medicina Orgonómica

¿En qué consiste éste otro “aparato” de la orgonomía reichiana?

¿Cómo y para qué se utiliza en medicina energética?

 (Continuación del número anterior)

Acupuntura y Orgonomía

Hemos trabajado con un artefacto orgonómico, el Dor-buster, pero lo hemos hecho sobre un punto de acupuntura. Y es evidente que el resultado de esta metodología guarda relación con ambas disciplinas, de manera que es bueno sobrevolar un poco sobre los puntos de acupuntura y sus propiedades. Cuando hice referencia a las diferencias del efecto obtenido según el punto utilizado, me acerqué al tema. También cuando comenté que elpunto se elige de acuerdo acriterios clínicos y electrónicos (la medición hecha con aparatos).

Existe información disponible como para considerar que los puntos de acupuntura tienen las siguientes propiedades:

  • Se distinguen del resto de la piel por tener una resistencia eléctrica significativamente más baja que la de los sitios donde no se describe la existencia de los puntos.
  • Su estimulación se corresponde, específicamente, con efectos terapéuticos observables.
  • Están asociados entre sí, a lo largo de la piel, formando canales o meridianosque están relacionados con funciones biosíquicas, integrales e integradas. También puede demostrarse electrónicamente: el tramo del meridiano sin puntos tiene una resistencia eléctrica intermedia entre la piel testigo y la del punto.
  • Cada punto ejerce un efecto fisiológico que también depende del tipo de estimulación: el efecto no es idéntico si se procede a estimularlo con agujas, calor, presión, cauterización o electro-estimulación. Incluso el efecto no es idéntico si se utilizan frecuencias diferentes en la estimulación eléctrica.
  • La última característica alude a otra: el punto actúa como frontera que relaciona el interior con el exterior de la persona. Pero es una frontera de profundidad variable, como si cada punto tuviera contenidos diferentes, estratificados según criterios todavía no conocidos, pero donde según la modalidad de estimulación pudieran develarse sus contenidos.

Oteando el horizonte

No se crea que las referencias al horizonte -y, por lo tanto, al cielo- son pura metáfora en este artículo sobre el Dor-buster. La historia que contamos arrancó cuando Reich comenzó a dirigir sus artefactos hacia el cielo y especialmente uno de ellos: el Cloud-buster o rompe-nubes, ya que ése era su significado y función.  ¡Éste sí que era un dispositivo más aparatoso y estrambótico que el Dor-buster!

Consistía en una serie de tubos de cuatro o cinco metros y varios centímetros de diámetro unidos a un cable cuyos extremos pelados se ubicaban en la corriente de un río o un lago. Los tubos se ubicaban sobre una estructura apta para ser girada en cualquier dirección, que resultó ser la plataforma de un viejo cañón antiaéreo, mientras que los extremos abiertos de los tubos se enfocaban sobre el cielo.

Con esa tecnología, Reich logró disolver nubes tormentosas, pero también obtuvo el efecto contrario: hacer llover en parajes desérticos o en sitios donde la lluvia no era estadísticamente posible y ni se esperaba. Comprendo que será difícil de creer, pero existen registros y testimonios de que tales hechos realmente ocurrieron y verificaciones hechas años más tarde por otras personas. ¿Cómo funcionaban los tubos?

Nos los cuenta el mismo Reich: “Cuando los tubos conectados con un manantial o con un lago fueron apuntados hacia la nube de Dor (negra), ésta comenzó a encogerse desde la periferia hacia el centro y el azul normal empezó a extenderse más hacia la zona negra, hasta que las nubes de Dor desaparecieron completamente”.

Esto disipaba la tormenta que se cernía sobre la comarca, debido a los cambios en el potencial energético producidos por el vacío o succión de energía obtenidos con el Cloud-buster. Para lograr el efecto de hacer llover, Reich apuntaba los tubos cerca de una nube pequeña, con el resultado de que ésta crecía hasta chocar con otras (que también podían “crearse”) y se producía la lluvia.

Pues bien, la idea de trabajar con acumuladores de orgón y los Dor-buster (que son una adaptación de los cloud-buster a escala humana) se basa en la capacidad de “disipar la tormenta” que tienen estos tubos, captando el Dor a través del fenómeno de succión que se crea por medio de la atracción del agua y ocasionando al interior del organismo la misma diferencia en el potencial energético que logra el cloud-buster en la atmósfera.

Era sólo una “idea interesante” hasta que fue puesta en práctica. Pero entonces comenzó a ser una realidad apasionante y llena de posibilidades impensables hasta entonces para la ciencia de la energía, tanto en la investigación como en la práctica clínica. Al igual que fue antes, hace ya varios años, el comienzo del trabajo en puntos de acupuntura con acumuladores de energía orgón.

Sin duda se trata de una herramienta revolucionaria para tratar los males y las dolencias humanas, aunque su campo posible sea tan vasto como lo señala su primera aplicación, cuando fue utilizado… ¡para “tratar” al cielo!

Falta muchísimo por verificar y comprender, pero el camino está trazado.

Y después de todo, no está nada mal eso de ser tratado como un cielo…

 Experiencias con el Dor-buster

Tengo muchas historias de trabajos con el Dor-buster, tanto personales y del grupo que investigó sus efectos como de tratamientos con mis pacientes. Algunas son contadas en la sección Historias de la página (acupuntura-orgon\historias.htm). Pero, para ilustrar el artículo anterior, elijo tres relatos de pacientes que accedieron a escribir su experiencia.

Muchas veces les recomiendo que lo hagan porque me parece sumamente importante para el devenir del tratamiento: es muy bueno que uno recuerde las imágenes y sensaciones adquiridas a través de esa especie de viaje que implica acostarse en una camilla y tener uno o varios tubos ubicados durante 20 ó 30 minutos sobre algún punto de acupuntura.

En esta oportunidad no voy a suministrar datos sobre las afecciones o problemáticas de las personas que cuentan lo que vivieron con el Dor-buster, porque lo que aquí cuenta es lo que sucedió durante y después de las respectivas experiencias. Sólo voy a aclarar que en el primer caso trabajé durante dos sesiones, separadas por una semana, con el Dor-buster ubicado en el punto del diafragma, que está ubicado donde termina el esternón, en la llamada “boca del estómago” y corresponde al punto 15 del meridiano de Vaso Concepción.

El protagonista de la segunda historia tenía el Dor-buster en el 15 de Vaso Concepción durante la primera sesión. Pero en la segunda se ubicó en el 22 de Vaso Concepción,también en la línea media anterior y ubicado en la fosita supra-esternal, inmediatamente por encima del borde superior del esternón. La tercera historia corresponde a Mariana, quien tenía ubicado el tubo sobre el entrecejo, en el punto Inn-Trang que se utiliza para medir el anillo ocular y trabajar sobre él.

En los tres casos, también utilicé agujas sobre algunos puntos de probada eficacia para mejorar la distribución de la energía: 7 y 9 del meridiano de Pulmón; 3,4 y 6 de Riñón; 3 y 4 de Intestino Grueso; 2 y 3 de Hígado. El tiempo de las sesiones fue de unos 25 minutos.

 Azucena (I)

Hoy le pedí a Carlos que me hiciera una medición. No me vengo sintiendo bien últimamente. Mejor dicho: estoy muy triste y disgustada conmigo misma, tengo una angustia muy grande y siento como si soportara un peso de cien kilos sobre mi cabeza. Me veo como una persona chota, sin poder volar o despegar un poco de la tierra. No pretendo salir volando por la ventana del piso 11 del consultorio, pero tampoco quiero estar tan pegada sobre el piso, sin poder apreciar un poco los cielos. Todo esto me viene pasando hace un tiempo, y como hoy algo me hizo “clic” le pedí a Carlos tal medición. Tenía ganas de saber en qué andaba mi energía, si es que andaba o estaba totalmente quieta.

Creo que los resultados de la medición no fueron muy buenos. Por lo poco que entiendo, soy uno de esos extraterrestres que tienen la cabeza enorme y el resto del cuerpo más pequeño, toda mi energía está en mi cabeza y mis hombros: no se puede llevar tanto peso.

Ahora viene lo más importante: Carlos me hace una aplicación de acupuntura y complementa con el Dor-buster, ése “mágico tubo con un cable en un extremo”.

Por primera vez en mi vida pude sentir y ver mi otra cara, la de mi mundo interno. Recién hoy la descubrí, y fue tan fuerte que no puedo dejar de pensar y sentir esa sensación.

De golpe, cuando cerré los ojos y me relajé, apareció una luz muy difusa color amarilla y alrededor un color muy oscuro. Ésa luz no paraba de moverse, era el movimiento de un espiral y en los huecos que dejaba la luz había oscuridad. No pasó mucho tiempo para que lo oscuro fuera más amplio y la luz más lejana. De pronto me vi con un montón de nubes negras que pasaban por encima mío en forma cada vez más rápida.

Todo era oscuro y no lo podía soportar, pero de pronto empezó desde muy profundo una luz color verde brillante a invadir al color negro y sentí un alivio y junto con él, sentí el tubo en mi diafragma. Entonces mi atención se desvió hacia mi cuerpo. En el estómago, en la misma dirección del tubo, había como una pelota tan pesada que me pegaba contra la camilla sin poder levantar mi cuerpo y junto con esa sensación, aparecieron las grandes nubes negras, muy negras.

¡Mi angustia fue tan grande!

No tenía nada de luz y no podía abrir los ojos; traté de buscarla pero no venía, lo único que pasó fue que las nubes negras pasarona un color más claro, como un gris plomizo. Pero la luz no volvía a aparecer.

Cuando terminó la aplicación no podía parar de llorar. Tenía como una mezcla de miedo y de angustia. Puse toda mi voluntad en encontrar la luz y no lo logré. Pero siento la imperiosa necesidad de buscarla y no me voy a detener. Hoy descubrí o conocí mi lado oscuro, ése que todos tenemos tan reprimido. Hoy me di cuenta que estaba viviendo con una sola parte de mi ser, una parte bastante pobre, que sólo se tornará rica y jugosa cuando la pueda relacionar con la otra. Yo voy a tratar de aclararlo de a poco.

 Azucena (II)

Haber visto mi lado oscuro me provocó mucho miedo y angustia. Pero también abrió una ventana por la cual vi un poco de claridad.

Durante la semana la angustia fue decayendo, no desapareció sino que yo me sentía más aliviada. La segunda aplicación con el Dor-buster fue todo lo contrario.

Al comienzo, cuando empecé a relajarme y cerré los ojos, estaba nuevamente en presencia de la oscuridad. Al rato comenzó a aparecer la luz de una forma como si fuera humo y se movía como al compás de las olas de un mar calmo. De pronto mi atención se volcó a mi cuerpo, la sensación era muy linda. Yo me mecía al compás de esas olas, era como estar en una “hamaca paraguaya”. El movimiento era muy suave, me sentía como envuelta en un calorcito interior, me sentía abrigada interiormente.

Ya no me importaba la oscuridad ni la luz que me tuvieron tan angustiada durante la primera vez. Ahora las sensaciones eran placenteras. Me sentía tan bien, tan a gusto. Mi cuerpo se hamacaba muy relajado, no me daba cuenta de nada más. La luz seguía siendo muy opaca, casi grisácea (como el humo de un cigarrillo), pero acompañaba los movimientos ondulantes que sentía en mi cuerpo.

Creo que esta segunda aplicación fue puramente consecuencia de la primera, ya que a partir de ir sintiéndome más tranquila conmigo misma, pude “viajar” a un lugar más placentero. Porque yo sentí eso: que no estaba en la camilla, sentí que viajé. Al término de la aplicación me quedó durante todo el día una sensación de liviandad. Me parece que para poder volar, primero tengo que aliviar mi peso.

¿Puede ser que lo esté logrando?

También quiero contarte, Carlos, que tardé un poco en escribir esta experiencia, a diferencia de la primera, en la cual no podía dejar de pensar lo que me estaba pasando. Era como si necesitara sacármelo de encima, entonces tuve que escribirlo rápidamente.

¿Tendrán que ver las sensaciones tan disímiles de angustia-placer para que una me movilizara a escribir o contarte, más pronto que la otra? ¿Qué opinás?

Yo creo que de a poco me voy descubriendo. Y el lado oscuro, a veces me aporta claridad.

                                   Azucena

Omar

En esta etapa, volví a consultar a Carlos por la aparición y persistencia de diversos síntomas que yo no lograba discernir y que me incomodaban y angustiaban.

Comenzamos, como otras veces, con la colocación de agujas hasta que pasado un tiempo, se agregó el Dor-buster.

Cuando Carlos me lo aplicó la primera vez, cerca de la punta de mi esternón, me relajé como lo hago siempre en las sesiones. Muchas veces me duermo con las agujas aplicadas (y creo que hasta ronco), y puede ser que sueñe.

En este caso, al rato nomás, sobrevinieron visiones (¿o quizás ensueños?).

Y las llamo así porque estaba aún bien despierto.Aparecieron una detrás de la otra, en lapsos cortos de duración, y en ningún momento representando situaciones emotivas en si mismas. Pudieron pasar intranscendentemente, pero en cambio me hicieron sentir muy triste, como si evocaranangustias, melancolías, penas no resueltas que yo tengo instaladas en lo muy profundo de mi persona.

Sólo eran “cortometrajes” neutros, de caras, lugares, gestos. Pero se me llenó el pecho con esa emoción.

Poco a poco fue pasando y llegó una serenidad muy agradable. Me sorprendí cuando percibí que alguna lágrima había rodado desde mis ojos. No me había dado cuenta. En aquella oportunidad no comenté nada con Carlos. Creo que no logré registrar que había sido una experiencia distinta.

Posteriormente, en una sesión en la que luego que él me preguntara el consabido “¿qué tal, cómo estás?”, y yo le referenciara molestias en la base de mi garganta, como si aún no hubiera digerido la cena del día anterior, Carlos me apoyó el Dor-buster en esa zona, me colocó las agujas, me invitó a relajarme, apagó la luz, cerró la puerta, y ahí quedé yo solo, tratando de aflojarme, y totalmente desprevenido.

Desprevenido, digo, a lo que pasaría. Pues llegaron nuevas visiones, y como aquéllas, sin llamarlas ni esperarlas, pero que a su diferencia, no remitían a penas sino a situaciones que actualmente tenía atragantadas; personas y hechos indigeribles, de ésos que nos llevan a decir: “lo tengo atragantado en la garganta”.

Desfilaron esos fulanos y fulanas a quienes gustosamente haría escuchar lo cansado que me tienen, lo mal que creo que se portaron conmigo, y aquellas veces en que debí callarme, cuando mejor me hubiera hecho hablar, o quizás gritar (con lo bien que se liberan energías así). Pero, que por razones de urbanidad, conveniencia, responsabilidad, etc., me había callado.

Bueno, aparecieron desde adentro y hacia mi garganta, como si pugnaran por meterse en el Dor-buster, como si ese aparato tan parecido a un micrófono, fuera en realidad un succionador, un atraedor de toda esa energía negativa que venía acumulando.

Cuando pasó, evoqué (ahora sí voluntariamente) a esas figuras odiosas, y mi sensación corporal y anímica fue -tal como en la experiencia pasada- de serenidad. Advertí que había superado la “indigestión”.

En esta oportunidad le conté a Carlos lo sucedido, y pudimos charlar sobre ello y el Dor-buster.

Antes, y ya a solas, pude reflexionar sobre estos dos momentos, y la necesidad imperiosa de poner mi espíritu en orden y paz. Supongo que algunos de los síntomas que hoy siento desaparecerán entonces.

Sé que lo que conté es para mí apenas el comienzo. Es el “darme cuenta”. Que debo continuar profundizando lo que percibí. Pero creo que es la manera de asumir por mi mismo mi curación.

Siento que expresarme en estas líneas, comunicarme con otros que -como yo- comprenden su “salud” como un estado general de equilibrio, y contar mi vivencia, es dar humildemente mi apoyo a este tratamiento que tanto bien me hace, y agrandar la superficie de este nuevo continente (aunque sea el que el hombre conoce desde más antiguo) de la Medicina para seres humanos.

                                                                                            Omar

Mariana

La primera vez que experimenté al Dor-buster, al principio me sentí un poco incómoda y rara, pero a la vez sentía que estaba bien, confiaba en que nada malo podía ocurrirme y por el contrario, me sentía intrigada y entregada a vivir una nueva experiencia.

De a poco empecé a relajarme y me sobrevino una sensación de adormecimiento, muy suave. Luego, muy lentamente, empecé a sentir como si mi cuerpo fuera mecido en forma horizontal. Comencé a sentir la sensación de estar en un mar lleno de suaves olas que me movían y mientras tenía esta sensación, interiormente experimentaba emociones extrañas pero no desagradables que me son muy difíciles definir con palabras: era como una especie de lenguaje que se estaba expresando a través de mí, pero fuera de todo lo convencional.

La segunda vez no logré sentir ni el sonido ni el juego de las olas y aunque estaba más en confianza con el tratamiento, sentía que no podía relajarme en mi afán de experimentar esas sensaciones tan nuevas otra vez.

Hasta que por fin, y luego de sentir internamente diferentes voces de personas conocidas que me venían a la mente (no era que me decían algo directamente a mí, sino que se trataba de recortes de frases o diálogos dichos por ellas), logré relajarme al punto de sentir que la camilla desaparecía.

La sensación era de levedad y de flotar. Pero, lamentablemente, esto ocurrió al final de la sesión. Debo admitir que salí un poco frustrada.

Unos días después, estando en mi casa, me vino de repente la idea de escribir, inclusive hasta sentí ganas de escribir un “libro”. Y al mismo tiempo me decía a mi misma: “estás loca, si vos nunca escribís nada”.

Realmente nunca escribo, a no ser informes o monografías para la facultad. Cuando algo me ocurre (bueno, malo, triste o maravilloso) prefiero (en realidad no se si prefiero), lo que naturalmente me sale es hablarlo o bailar, hacer danzas, tal vez pintar. Por ejemplo, si tengo miedo o estoy ansiosa, inclusive antes de rendir algún examen difícil, lo que me nace es hacer danzas con música. Durante mucho tiempo hice (hace tres meses que no) un trabajo corporal que se llama “movimiento vital expresivo”, y siempre siento que haciendo esto tengo los mayores insights de mi vida. A veces medito en silencio sin ninguna técnica en especial, y ésta también es una forma más en la que me conecto conmigo, además de ir de vez en cuando al “verde” y al “sol”.

Pero ese día sentí algo muy fuerte, así que me senté frente a la computadora (algo más extraño aún) y comencé a escribir algo que titulé, y no sé por qué, “Pasajes”, y que finalmente no le di a nadie aunque como idea original había pensado regalarlo.

Una vez que terminé de escribirlo me sentí aliviada y muy contenta. Era como sin tener en cuenta las imperfecciones o no de lo escrito: para mi se trataba de una obra y un descubrimiento maravilloso. Al otro día y los subsiguientes comenzaron las críticas, ya la verdad es que sentí que lo maravilloso se transformó en vulgar. Pero eso fue lo que sentí al escribir, en ése momento.

La tercera vez con el Dor-buster viví algo muy diferente. Cuando me relajé y me desconecté de la “realidad”, hice un viaje por el interior de mi cuerpo, específicamente, mi “panza”. Pero esto era muy diferente a la sensación de estar dentro del útero materno, etc., sino que yo me sentía como una especie de médica exploradora, recorriendo mi interior, observando órganos y funciones. La sensación era de bienestar y de que estaba todo en su lugar. Fue muy corta la exploración, pero me dejó una sensación de seguridad y confianza.

Luego de estas “veces”, me gustaría contar que siento que lo que experimenté con el Dor-buster, es decir, algunas de las sensaciones, se prolongaron en una experiencia que tuve en un taller de tres días proveniente de la Fundación Findhorn (comunidad en Escocia) sobre “descubrir mi propósito en la vida”.

No voy a contar el proceso de muchos meses, pues me llevaría unas cuantas hojas más, pero para mi es importante destacar que en todo momento tuve clara conciencia de “mi cuerpo” como protagonista principal en el propósito de mi vida.

Más allá de que sería inevitable que no estuviera involucrado en cualquier emprendimiento, ya que pienso que junto con la mente, el espíritu y las emociones forman parte del mismo sistema.

En este trabajo logré profundizar sobre el protagonismo de mi cuerpo a través de las danzas y la creatividad corporal. Lo más paradójico es que, a pesar de cuán importante es esto último para mi, me falta continuidad en éstas áreas, sumándose además el desequilibrio que producen mis “enfermedades físicas” y todo lo que ellas involucran (¡operaciones!), haciendo que este propósito de trabajar con el cuerpo se torne un desafío constante.

Lo cierto es que en un momento del taller (haciendo un trabajo de a dos para conectarse con la energía superior), sentí algo muy especial y que fue experimentar nuevamente la sensación de no tener ningún apoyo-sostén, como cuando en el consultorio sentí que la camilla había desaparecido. Y lo más notorio fue cuando empecé a sentir que de a poco iba perdiendo peso mi cuerpo, la sensación de pesadez. Sentí que sólo era algo leve, que era energía.

Era muy raro sentirme en ese estado.

Sentía que solo era energía, que no había ni principio ni fin (cabeza / pies) ni límites.

Lo más notable para mi fue que, a pesar de que ya en otros momentos de mi vida había intentado sentir a través de experiencias similares algo como esto, nunca había conseguido experimentar ésta sensación tan maravillosa.

Las conclusiones que saqué de esa experiencia en el taller fueron muchas. Porque también tuve la posibilidad de “ver” (mientras estaba en ese estado de levedad) en imágenes claras, muchas pautas y guías para mi vida.

Sentí que algo en mi había cambiado y que no estaba equivocada al pensar que, si bien mi cuerpo físico necesita aún de mucho “trabajo de transformación”, es la “clave” para llevar adelante mi propósito y mi crecimiento en la vida para mi, y para poder brindar mis aprendizajes a su vez a otras personas.                                                                                                                                             Mariana

 Carlos Inza

Dor-buster en acción junto con agujas en otros puntos de acupuntura

Dor-buster en acción junto con agujas en otros puntos de acupuntura

Dor-buster 1


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El Dor-Buster I

¿En qué consiste éste otro “aparato” de la orgonomía reichiana?

¿Cómo y para qué se utiliza en medicina energética?

El Dor-buster es un “aparato” destinado a succionar energía. Proviene de las investigaciones de Wilhelm Reich, primero sobre la atmósfera terrestre y luego sobre algunos pacientes, pero se ha adaptado para poder ser utilizado en los puntos de acupuntura. Consiste en un tubo hueco de acero inoxidable o hierro galvanizado de 30 a 40 centímetros de largo por 2 centímetros de diámetro. Uno de sus extremos queda abierto y es el que está en contacto con la piel donde se encuentra el punto de acupuntura elegido.

El otro está cerrado y soldado a un cable común de grosor mediano y varios metros de largo  cuyo extremo ha sido pelado de manera que los filamentos metálicos queden al descubierto en sus últimos 10 centímetros. Este extremo se coloca en un balde o debajo de una canilla abierta, con agua corriendo constantemente durante el tiempo de la aplicación, que usualmente dura entre 20 y 30 minutos. Simultáneamente suelen colocarse agujas en otros puntos de acupuntura o acumuladores de energía orgón, también en puntos de acupuntura.

A continuación se explican los motivos por los cuales se trabaja con esta metodología, sus objetivos y los efectos que pueden lograrse.

Energía positiva y energía negativa

Durante el transcurso de los tratamientos desarrollados en medicina energética existe una cuestión central: la evaluación de la energía del paciente al comienzo y durante su evolución. La cosa sería relativamente sencilla si sólo se evaluara una energía, la orgónica o energía de la vida.

Pero lamentablemente no es así. La mirada optimista y simple acerca de las cosas de la vida y la salud choca contra la realidad: en cualquier campo energético que funciona con las características de un organismo vivo existen la energía orgón y su contrapartida, la llamada Dor -DeadlyORgone u orgón mortal- por su investigador y descubridor, el doctor Wilhelm Reich.

De una manera simplificada pero fiel a la realidad, puede plantearse la hipótesis siguiente: cuando el natural fluir de la energía orgón se interrumpe por cualquier motivo (esto incluye causas emocionales y/o físicas) la energía se estanca, se congestiona. La continuidad en el tiempo de esta congestión se denomina bloqueo de energía. Es un  término que se escucha frecuentemente y sin muchas explicaciones, de manera que se ha transformado en una suerte de muletilla sin valor, aunque su importancia sea trascendente para entender la funcionalidad energética de una persona.

El conjunto de los bloqueos dinámicos de una persona se denomina coraza. Éste término fue acuñado por Reich, primero para definir la tensa peculiaridad del sistema muscular en sus pacientes, pero luego para describir el conjunto de las defensas y resistencias de una persona simultáneamente en ambas dimensiones del ser: la psico-emocional y la físico-biológica. Ésta peculiaridad de acorazado que caracteriza al hombre actual está directamente relacionada con su angustia básica y su gran dificultad para sentir, reconocer sus emociones, vivir desplegando su existencia y experimentar el placer.

Desde el punto de vista biofísico el origen es el estancamiento de la energía y lo que sucedió antes y a partir de ese estancamiento. Tal cual ocurre con el agua encharcada, la energía orgóndegenera en Dor -su antítesis- cuando la congestión deviene en bloqueo estable.

Todo esto podría constituir sólo la trama central de un buen guión cinematográfico si no hubiera investigación clínica y de laboratorio que pueden demostrarlo. Y esto es lo que hizo Reich y repitieron algunos seguidores o “comprobadores” que afortunadamente disponían de un equipo como para poder hacerlo. Y ya no hay más remedio que ampliar esta exposición viajando hacia el origen de la investigación que desembocó en la fundación de la orgonomía o ciencia de la energía.

En un momento de este trabajo, Reich encontró unos pequeños corpúsculos observables al microscopio óptico y de variable tamaño (muchos de ellos próximos a la escala de un glóbulo rojo: 6 a 8 micrones), luego de calentar a altas temperaturas materia orgánica e inorgánica. No eran simples “artificios de laboratorio”: su comportamiento y reacción a las tinciones biológicas demostraban que portaban la energía de la vida, razón por la cual los denominó biones. La investigación de estos biones en tejidos cancerosos devino en otro hallazgo no menos importante: cuando degeneraban se convertían en minúsculos corpúsculos característicos de tejidos en proceso de muerte.

Por su aspecto y aparente función Reich los denominó Bacilos-T (del alemán Todesbacilli, bacilos de la muerte). La prosecución de la investigación derivó en una conclusión que los lectores habrán supuesto o adivinado: los biones portan energía orgón, mientras que los Bacilos-T están básicamente constituidos por energía mortal o Dor.

Puede agregarse, aunque ahora será brevemente expuesto, que en la misma atmósfera donde vivimos existen orgón y dor en cantidades y concentraciones variables. Cuánto más orgón, mayor calidad de vida. Cuanta más contaminación de todo tipo, más dor.

Y ésta podría ser, sucintamente, la historia del desarrollo de la enfermedad en humanos y otras formas de vida. Energéticamente hablando, la enfermedad y su profundización expresan el predominio del dor sobre el orgón. Esto es absolutamente natural cuando se aproxima la muerte, pero no lo es cuando las posibilidades de desarrollo de la vitalidad natural de un ser vivo quedan brutalmente suprimidas y amputadas por la temprana aparición de serias disfunciones y una muerte precoz.

Por eso podría conjeturarse que el éxito de una vida consiste en “morir en buen estado de salud” a través del equilibrio dinámico de ambos constituyentes energéticos de la existencia: orgón y dor.

Esto podrá sorprender, cuando tantos mercachifles venden la falsa ilusión de “lograr una salud perfecta”, pero es necesario aceptar que en la vida coexisten alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, angustia y placer, enfermedad y salud. Y también orgón y dor como aspectos energéticos centrales de la existencia.

Bueno, ya está: aceptemos que portamos orgón y dor en cambio constante. Ahora el asunto es discutir las proporciones y presencia de cada uno.

Luces y sombras

Utilizando un lenguaje más revelador y profundo que el de la fría definición científica, podríamos decir que el orgón constituye el aspecto luminoso del ser, mientras que el dor su lado oscuro y sombrío. Una persona con cáncer avanzado está inundada de dor, mientras que un niño sano (y por lo tanto feliz) chapotea en orgón. Pero así expresados, se trata únicamente de ejemplos polares que sirven para situarse en el tema. Si profundizamos en estos ejemplos nada raros, también podremos encontrar orgón en el canceroso y dor en el niño sano. En la vida no existen situaciones químicamente puras, la salud o la enfermedad puras. Lo determinante es la relación entre ambas energías, no la imposible inexistencia de alguna de ellas.

¿Alguna señal evidente de dor? Sí: el característico olor agrio-picante del canceroso y de otras personas a medida que la vida llega a su término. ¿Lo reconocen y produce cierto escalofrío? Sí, de acuerdo. Pero tal vez asombre más saber que todos tenemos Dor, y que éste puede evidenciarse al extremo de sentir su olor peculiar cuando se lo extrae con metodología adecuada aún en personas básicamente sanas.

El Dor es nuestro aspecto oscuro, de manera que no es raro que necesitemos ocultarlo aunque su tenacidad en la exhibición aparezca por otros caminos. La enfermedad es su inconfundible presentación en sociedad, por si somos tan habilidosos como para disimularlo con miles de inútiles artimañas.

Pero hay otras muestras de Dor no menos impactantes que las enfermedades humanas. En la naturaleza esto es visible en la atmósfera contaminada de las grandes ciudades y en el crecimiento de los desiertos. Por ejemplo, las nubes de la ciudad que habitamos (irónicamente bautizada con el nombre de Buenos Aires) rebozan de dor: tienden a ser oscuras, con un siniestro tono gris que no augura nada bueno a quienes habitamos debajo de ellas.

De manera que también existe el dor medioambiental en distintas fases de estado y expresión: el desierto que carece casi totalmente de vida es comparable al canceroso avanzado. Propongo un ejercicio de observación: cuando viajen en auto comparen las nubes de la ciudad con las del campo, a lo largo de cualquier ruta. Comparen también la riqueza de la fauna y la flora en estos disímiles lugares y tendrán una idea de lo que puede estar ocurriendo con nosotros, en zonas donde el desierto vital avanza en proporción directa a la desesperanza tapada con cemento armado. Porque la infraestructura del desierto físico es el desierto emocional.

¿Qué hacer con el Dor que supimos conseguir?

Hay una sola cosa que se puede hacer con el exceso de Dor: eliminarlo. Y otra que es factible de realizar con el conjunto de nuestro biosistema: cargarlo de orgón. Ambas maniobras deben realizarse simultáneamente, aunque en variada proporción y velocidad según cada situación particular.

El conjunto de estas maniobras y procederes constituye un tratamiento en medicina energética. Así es que la eliminación de Dor y la carga de orgón se constituyen en el objetivo excluyente de un tratamiento verdaderamente energético. Estos objetivos delimitan un campo de operación pero también implican claras diferencias con los de la medicina estándar o mecanicista.

En la medida que ésta considera al organismo como un mecano animado se contenta con acallar los síntomas, neutralizándolos con terapia química que ejerce un efecto contrario al mecanismo que los origina. Por esta razón las medicaciones que utiliza son ANTI algo: anti-febriles, anti-inflamatorios, anti-bióticos, anti-espasmódicos, etc. En cambio, la medicina energética está a favor del desarrollo del aspecto luminoso de la vida: se recuesta sobre el orgón y trata de eliminar el dor innecesario y enfermante.

Pero mientras siga descuartizándose a un ser humano declarando que tiene “partes” (¡término odioso como pocos!) que gozan de autonomía casi absoluta, los planteos basados en la energía seguirán pareciendo extraños y hasta ofensivos para los especialistas en cada “parte” de la vida. En cambio, si uno empieza a considerar seriamente que existe íntima e intrincada coherencia entre los aspectos psico-emocionales y físico-biológicos del campo energético que llamamos ser humano, podrán empezar a aceptarse las propuestas de la medicina energética. Y más aún si se extiende esta concepción a los otros seres vivos y luego al medio ambiente.

Culturalmente hablando la gran enfermedad es la disociación, el gran operativo esquizofrénico que ha montado la escenografía y el argumento de la obra que protagonizamos desde hace muchos siglos. Disociación del cuerpo en órganos independientes, disociación entre “alma y cuerpo”, disociación de los otros seres humanos, disociación de los otros seres vivos, disociación del paisaje “inorgánico” y del cosmos.

Entonces no resultará tan extraña la opinión de Wilhelm Reich acerca de las relaciones entre energía y terapéutica: “El principio de la extracción de energía Dor es el objetivo básico de la curación. Al extraer la energía de los síntomas morbosos, en un principio solamente de los psíquicos, fue posible lograr la disolución de las ideas compulsivas y de las fóbicas. La extracción de la energía significó la pérdida de energía en un lugar, pero también significó el aumento del nivel energético en otras zonas o funciones del organismo viviente. Mientras más éxito obtenemos en la extracción de la energía de las rigideces de la coraza muscular y de los síntomas, más vivo y móvil es el organismo.”

La eliminación de Dor no sólo logra “la disolución de las ideas compulsivas y fóbicas”: también modifica positivamente las reacciones biológicas del sujeto, a veces durante la misma sesión de trabajo. Se verá que la hipótesis terapéutica de Reich implica la irrupción de orgón en “las zonas o funciones” de donde se ha desalojado Dor. Pero esto supone una metodología que apenas comienza a diseñarse, y que tiende a una articulación diagnóstica y terapéutica entre los aportes de la medicina y la psicología energéticas.

Para entender esta propuesta es bueno volver a señalar que el campo de lo energético no corresponde exclusivamente ni al de la medicina ni al de la psicología: más bien incluye a ambos negando las famosas “partes” y la supuesta “autonomía” de lo físico o de lo psíquico. De manera que se abre un nuevo espacio de comprensión y tratamiento de la patología humana que comprende tres acciones diferentes: el trabajo con energía y las metodologías de la medicina y la psicología. Aquélla es el tronco y éstas sus ramas principales.

Ahora las cosas están un poco más claras: se trata de extraer Dor y aportar Orgón en cada persona tratada con métodos energéticos. En el devenir de esta historia de investigación y tratamientos aparecen aspectos continuamente apasionantes. Uno es lo que ocurre cuando se trata de elevar la carga energética de una persona: la clínica y el sistema de mediciones indican que es imposible llegar a ese objetivo si antes no se logra avanzar en el equilibrio de la distribución de la energía. La energía sólo aumenta de manera consistente cuando se encuentra mejor distribuida que al comienzo del tratamiento.

¿Y cómo se logra esta mejor distribución?

Los métodos de la medicina energética son variados, y en un tratamiento completo suelen participar cuatro aspectos diferentes: acupuntura asociada con orgonomía, medicación de apoyo (homeopática, oligoterapia, hierbas), nutrición y actividad física. La teoría y práctica del plan terapéutico se desarrollará en otro momento, pero se menciona a los fines de “situar” el trabajo con el Dor-buster y de comprender su importancia.

Fue interesante trabajar desde hace años con las dietas de eliminación de toxinas que desembocaron en la elaboración de un programa de desintoxicación (acupuntura-orgon\desintoxicacion.htm). El relato de mis pacientes al realizarla no deja lugar a dudas: la experiencia es tan fuerte que suele movilizar simultáneamente los aspectos emocionales y biológicos de la persona.

Es una buena demostración de que en nosotros ambos campos están fuertemente articulados, pero también de que una terapéutica que alcanza profundidad, inevitablemente “llega” al núcleo del ser. Con los métodos de la acupuntura tradicional china y de la homeopatía unicista puede lograrse lo mismo, pero es asombroso lo que ocurre cuando a la acupuntura tradicional se le agregan los métodos de la orgonomía reichiana porque entonces la “profundidad” es más accesible y evidente a los ojos, especialmente cuando se trabaja con un Dor-buster.

¿Cómo funciona y qué efectos logra el Dor-buster?

La utilización de este “aparato” -risible según la concepción hegemónica porque no tiene microcircuitos ni se enchufa- logra una rápida y temporaria unificación de la persona sumamente útil para el diagnóstico y decisiva para el tratamiento. Está claro que esto solo no basta: es indispensable ubicarlo en el contexto de un tratamiento completo, y en el futuro esto implicará su articulación con metodologías propias de la psicología.

Pero por ahora es suficiente saber que funciona como una suerte de “destapador energético”, y logra remover energíaestancada de tal manera que actúa sobre los bloqueos. Funciona debido a la gran afinidad que existe entre la energía y el agua. Este hecho es ampliamente conocido en la historia de la humanidad y ha sido debidamente incorporado a los ritos y liturgias de las prácticas religiosas de muchas culturas, así como en las costumbres “higiénicas” cotidianas expresadas en la necesidad de bañarse.

En el bautismo cristiano, por ejemplo, se encuentra asociado a la necesaria limpieza de alma que exige la incorporación “al pueblo de Dios”. En la tradición hindú pasa por la necesidad de bañarse en el río Ganges como requisito para lograr una limpieza similar. Con menos teología, la tradición médica tibetana acentúa la necesidad de pasar por el agua para sanarse. De manera que todo esto no es nada nuevo, pero ha sido olvidado o no se ha reparado en estas costumbres salvo para darles una interpretación correcta aunque superficial: eliminar la suciedad lavándose aleja la posibilidad de enfermar vía contagio.

No obstante, las investigaciones sobre energía no ofrecen dudas acerca de la gran atracción que el agua ejerce sobre aquélla. Todos tenemos pruebas palpables de tal afinidad si nos detenemos a recordar lo que acontece en los días lluviosos o excesivamente húmedos: el desgano o malestar que experimentamos se debe al hecho de que las partículas de agua en suspensión “capturan” una cantidad importante del orgón que habitualmente nos nutre.

El Dor-buster es otra manera de utilizar esta afinidad entre agua y energía. En la medida que atrae o absorbe energía a secas, puede suponerse que lo hace con ambas al mismo tiempo. O sea: atrae tanto Orgón como Dor.  Si se tuvieran temores acerca de la posible pérdida de energía es bueno quedarse tranquilos: la cantidad perdida no es significativa y se repone con otros métodos.

Lo importante aquí es la calidad de la energía extraída. Porque la porción Dor succionada es cualitativamente más importante o significativa que el orgón extraído: uno guarda muy bien su “ropa sucia”. Y aquí es relevante el lugar donde se opera, el punto de acupuntura elegido. Debe ser un punto representativo de los bloqueos históricos o actuales de la persona. Tales puntos (que no tienen porqué ser siempre los mismos) se eligen con dos criterios: la evolución clínica y el sistema de mediciones.

Pero ¿qué ocurre concretamente cuando se ubica el tubo sobre el punto y el agua comienza a correr?

Cuando el agua corre crea un efecto de succión a través del cable que opera sobre el interior del tubo hueco, efecto que a la vez comienza a actuarsobre la superficie del punto elegido. En la energía de éste “pasan muchas cosas”, se encuentra parte de la historia personal contada en otro tiempo, más relativo que absoluto. Puede haber síntomas, colores, movimientos, historias… ¿Cómo se sabe? Es muy simple: haciendo la experiencia.

Como para verificar que el libreto no está escrito de una vez y para siempre, es interesante saber que poniendo el tubo en el mismo punto no siempre ocurre lo mismo. Tampoco hay garantías de que siempre habrá un guionista del otro lado del tubo: a veces no pasa gran cosa. Otras simplemente se experimenta una gran relajación y mucha paz. En ocasiones la experiencia resulta tormentosa por el tipo de “visión”, aunque aquí se ve con los ojos cerrados, lo cual le da la razón al Principito cuando opina que “lo más importante es invisible a los ojos” o, quizá, a un estilo de mirar las cosas de la vida.

También es factible que durante la sesión no ocurra nada llamativo, pero sí luego o en los días siguientes. Un capítulo importante es el de las personas muy acorazadas porque, como es de esperar, en ellas el efecto tarda en presentarse. ¡Y hasta lo niegan durante un tiempo o se retiran, tan imposibilitadas están de aceptar su propia realidad!

Pero volvamos al asunto crucial: ¿cómo es que operando con esta estrafalaria tecnología pueden suscitarse tales acontecimientos? Podríamos admitir que realmente es posible atraer y eliminar la energía de un punto de acupuntura, pero ¿cómo entender lo que sucede ante los ojos cerrados de quien está viviendo la experiencia?

Si se admite que la energía de un ser vivo comprende simultáneamente sus aspectos emocionales y biológicos, entonces el resultado no es tan inesperado, aunque cueste admitir que en la energía de un punto coexistan historias, formas en movimiento, colores, etc. Sin embargo esto es lo que concretamente ocurre. A veces también sucede utilizando agujas comunes en los puntos, pero con esta metodología tales resultados son excepcionales. En cambio, utilizando el Dor-buster solo o combinado con tubos acumuladores de orgón o con agujas, lo excepcional es que tales visiones o historias no se presenten.

Y cada vez me sigue produciendo una sensación de maravilla, de deslumbramiento. También acontecen sensaciones relacionadas con el espacio, ya que es muy frecuente que alguien experimente estar “amarrado a la camilla” o, por el contrario, crea que está flotando o echado a andar por el mundo montado sobre ella.

Y los colores… Estos suelen aparecer en distintos tonos, siempre muy personales, que se mueven y cambian a veces vertiginosamente, para dar paso a otras figuras o sensaciones…

Frecuentemente se reviven o imaginan historias relacionadas con el lugar donde se ubica el tubo. Hace poco lo coloqué en una paciente sobre el punto 4 del meridiano de Vaso Concepción, que queda a la altura del útero, y después de la sesión ella me contó ¡que era muy pequeña y había estado todo el tiempo con su madre, hace muchos años! Pero otras veces es el propio protagonista quien modifica su edad y no los otros integrantes de la historia.

Muchas veces lo ubico en el 15 de Vaso Concepción, que es el punto del diafragma. Y aquí suelen “estar” los fragmentos de historia personal relacionadas con el bloqueo respiratorio, infaltable en la génesis del desarrollo de la coraza. En estas ocasiones, por lo general  se produce un gran alivio acompañado por el mejoramiento de la función respiratoria, que se hace más profunda y espontánea, lo cual está francamente ligado al sentirse “aliviado y en paz”.

Casi siempre las personas que experimentan estas sensaciones tienden a mejorar mucho de sus variadas disfunciones, ésas por las cuales decidieron empezar un tratamiento. La sensación general que se experimenta a lo largo del tiempo es de mayor autonomía y equilibrio, junto con la percepción de disponer de mayor energía. Esto último ratifica la impresión de Reich cuando asegura que: “Mientras más éxito obtenemos en la extracción de la energía Dor de las rigideces de la coraza muscular y de los síntomas, más vivo y móvil es el organismo”.

¿La curación requiere conocimiento?

Más de una generación de psicoanalizados demuestra fehacientemente que, conocer la existencia de un problema o conflicto, carece de relación directa con la posibilidad de resolverlo. Y a veces, hasta empeora las cosas. Al menos en la acepción corriente de “conocimiento”, que implica advertir algo a nivel de la conciencia. Sin embargo muchos pacientes han mejorado mucho de sus dolencias cuando, gracias al Dor-buster, han logrado ver aspectos importantes de su ser a través de formas, colores o historias. En esta exótica variedad de Función Privada, la película no suele ser irrelevante para entender profundamente “las razones del ser”.

Entonces, de una manera francamente intuitiva, la mayoría logra realizar un “clic” de autoconocimiento que no requiere de muchas palabras para lograr impactos significativos en la evolución posterior. Está claro que, en estas condiciones, la importancia de la comprensión intelectual de los acontecimientos es mínima y no sustantiva para explicar las mejorías posteriores. Es más: la mayoría experimenta una gran necesidad de silencio luego de la sesión y necesita cierta soledad para “metabolizar” la experiencia.

¿Qué habrá ocurrido?  Hasta donde sabemos puede decirse que el “destaponamiento” producido por el accionar del Dor-buster ocasiona un desbloqueo de la energía, de manera que ésta comienza a circular con fluidez, “arrastrando” la porción de historia correspondiente ligada a la función del punto elegido, razón por la cual emerge. Esto logra, con el tiempo, disminuir o eliminar el síntoma enraizado en la misma historia, ya que entonces el organismo no necesita exhibirlo.

Y también esta metodología funciona muy bien para investigar, ya que si alguna duda pudiera tenerse acerca de lo íntimamente intrincados que están los dos famosos lados del ser, estas dudas se desvanecen al trabajar con el Dor-buster: allí estamos juntos e integrados, experimentando simultáneamente percepciones, sensaciones e historias al tiempo que se producen acontecimientos biológicos perceptibles. ¿Qué duda puede quedar acerca de nuestra unidad esencial después de utilizar este método?

 (Continúa en el próximo número)

 Carlos Inza


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Los acumuladores de energía orgón II

Qué son, cómo funcionan y cómo pueden utilizarse los maravillosos artefactos que diseñó Wilhelm Reich. 

Y también como fueron adaptados para utilizarse en puntos de acupuntura.

 

Factores relacionados con la carga de energía

La carga que un acumulador está en condiciones de concentrar, es sumamente variable y depende de multitud de factores. Es bueno conocer algunos de ellos para tenerlos en cuenta en el momento de su utilización. Y es posible que a esta altura los lectores hayan advertido por qué razón los envases Tetra-Brik son tan eficaces como conservadores de variadas bebidas y alimentos: simplemente porque ¡son acumuladores de orgón de una capa completa!

En general la eficacia en la acumulación y concentración de energía orgónica atmosférica depende de:

  • El tipo de material no metálico utilizado; hay buenos (plásticos) y malos (madera) absorbentes.
  • El tipo de metal usado: hierro y acero son los mejores, aunque pueden utilizarse otros en la investigación.
  • El grado de humedad media en la atmósfera, ya que el agua atrae fuertemente a la energía orgón. Cuanto más seco sea el clima, mayor será la acumulación: de 40 a 50% de humedad se considera buen índice para lograr excelente concentración. De nuevo los lectores estarán reflexionando y seguramente entendiendo por qué uno se siente tan mal (sin energía y como aplastado) en los días de mucha humedad: ¡las partículas de agua en suspensión se quedan con el orgón!
  • La latitud. Cuanto más cerca del ecuador terrestre, mayor es la concentración energética. Un acumulador de dos capas funciona mejor en Israel que en Inglaterra.
  • La altitud. Cuanto más alto se esté sobre el nivel del mar, más libre estará la energía atmosférica de mezclas gaseosas y mejor será su funcionamiento.
  • Del número de capas usadas en la construcción del acumulador. Una “capa” es en realidad dos: una de materia orgánica en el exterior, la otra de materia metálica en el interior. La materia orgánica absorbe y retiene, mientras que la metálica atrae y rechaza rápidamente a la energía orgónica. De manera que estratificando el acumulador siempre con materia orgánica hacia el exterior y metálica hacia el interior es dada una dirección a la energía con un potencial orgonómico dirigido desde el exterior hacia el interior.
  • De la proximidad de las paredes interiores al organismo dentro del acumulador. Cuanto más cerca se encuentre la superficie del organismo vivo de la pared de metal, más potente será el efecto de la irradiación orgónica.
  • Del número de acumuladores presentes en las cercanías del que se está usando. Cuantos más acumuladores cercanos, mayor será la carga.

Adaptando a la acupuntura

Quien quiera profundizar en el tema, podrá compartir la extraordinaria aventura humana y científica de Reich leyendo La Biopatía del Cáncer: allí se describen en detalle las circunstancias que rodearon a este gigantesco descubrimiento y las primeras experiencias de tratamientos realizados con el acumulador de orgón.

En todas ellas se introducía al paciente o voluntario adentro del acumulador durante tiempos variables determinados según su problemática y estructura personal. Pero ésta no es la única metodología posible, con el tiempo fueron apareciendo otras opciones para aplicar los mismos principios con diferente método. Está, por ejemplo, el caso especial de la acupuntura, sistema médico que se encuentra en condiciones excepcionales para articularse con la orgonomía. Y era muy importante lograr esta adaptación por varios motivos que favorecen a ambas disciplinas.

En las medicinas energéticas no existía un método rápido y eficiente para aumentar la carga total de energía de una persona: los esquemas nutricionales y el trabajo con agujas y moxas (calor) son excelentes pero lentos para lograr ese objetivo. Ésta es la ventaja de los acumuladores de orgón.

Radiar por entero a una persona introduciéndola en el acumulador puede eventualmente acentuar los bloqueos energéticos ya desarrollados, creando problemas de difícil manejo. Se hace indispensable un trabajo de re-equilibrio permanente de la energía para no correr riesgos y permitir que el acumulador desarrolle su máxima potencia. He aquí la ventaja de utilizar los métodos de la acupuntura cuya mayor virtud es, justamente, mejorar la distribución de la energía, tornarla más equilibrada.

La solución de estos problemas fue relativamente fácil: se fabricaron acumuladores de energía más pequeños para radiar los puntos de acupuntura. Lo que aparentemente se perdía por la reducción de la carga se ganaba por la capacidad de los puntos de acupuntura para manejar toda la energía del campo a partir de sus conexiones con otros puntos y con el interior del organismo. Experiencias posteriores realizadas a lo largo de varios años (desde 1987 en adelante) cargando diariamente el punto 6 del meridiano de Vaso Concepción ubicado debajo del ombligo, demostraron que el efecto de aumento de la carga energética era indudable, pero siempre era precedido por la mejoría en la distribución de la energía (equilibrio).

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Esto se demostró por la evolución clínica de las personas que hicieron la experiencia, pero también por el sistema de medición electrónica de los puntos de acupuntura. No está demás recordar que si hay en este planeta una medicina eficiente para restaurar el equilibrio de la energía, ésa medicina es la acupuntura: más de treinta siglos de experiencia exitosa en el tema demuestran su capacidad para lograrlo. Relacionar y articular ambas poderosas disciplinas podía ser un verdadero impacto, y es eso lo que ocurrió.

Podríamos decir que se trata de un “negocio redondo” porque cada una aporta lo mejor, logrando una potenciación de sus efectos individuales. Aquí la orgonomía aporta la potencia que se obtiene trabajando con energía directa, mientras que la acupuntura colabora con la sutileza y precisión del manejo energético.   Después de varios años de trabajo articulando ambos sistemas el resultado es claro: máxima potencia con un mínimo de riesgos.

Acerca de este fructífero encuentro hay más información en: http://www.acupuntura-orgon.com.ar/acu-orgon.htm

 

La construcción de un acumulador experimental

El acumulador que ahora se describe es especialmente apto para investigar su efecto en plantas, animales y algunos objetos. Antes de utilizarlo en seres humanos es bueno hacer una experiencia con otros seres, ya sean animados o inanimados.

Para quienes crean que esta medicina funciona por “sugestión”, la línea de investigación propuesta es una buena prueba, ya que es muy difícil convencer “de palabra” a una paloma, un canario, una pila descargada o una hortensia que Wilhelm Reich tenía razón y mucho más difícil es hacerles leer sus trabajos. Si deciden mejorar es porque el método funciona, simplemente por eso.

En otra oportunidad centraremos el análisis en lo que ocurre en los seres humanos cuando se trabaja con energía, pero por ahora concentremos los esfuerzos realizando experimentos que nos ayuden a salir de dudas acerca de la existencia de ésta energía y de las posibilidades que existen de aprovecharla para contribuir a la causa de la Vida.

No es muy difícil construir nuestro primer acumulador, ya que es suficiente conseguir los materiales (poco sofisticados y baratos, afortunadamente) y luego seguir las instrucciones de armado.

Materiales necesarios

  • Un tarro de acero inoxidable de los que se usan en la despensa para guardar yerba o azúcar. Importa que tanto las paredes circulares como la base del recipiente sean sólo de acero, sin agregados plásticos ni de otros materiales. La tapa no interesa tanto. El tamaño tampoco, aunque las dimensiones estándar pueden estar en los 15 centímetros de alto por 10 de diámetro. Éstas son medidas aproximadas que pueden tener alguna variación; no es lo más importante.
  • Polietileno como el que se usa para forrar libros; es más grueso que el de las bolsas de supermercado y más delgado que el utilizado como mantel.
  • Papel de aluminio en rollo para tareas de cocina.
  • Cinta adhesiva.
  • Cinta  aisladora plástica de buena calidad, utilizada en trabajos de electricidad.

Instrucciones para el armado

  • Cortar una lámina de polietileno como para forrar el recipiente de acero inoxidable por la base y los lados dejando sin cubrir la boca y el interior del tarro. Asegurar el plástico con cinta adhesiva para que quede firme y lo más adherido posible al acero.
  • Proceder exactamente igual con la primera capa de papel de aluminio, que rodeará a la de polietileno. Como este papel es maleable no hace falta asegurarlo con la cinta, pero sí apretarlo con las manos para que también quede lo más adherido posible al polietileno.
  • Ya hemos colocado una capa completa del acumulador, integrada por material orgánico que absorbe y retiene la energía (polietileno) y material metálico que la atrae y rechaza (papel de aluminio). Estas subcapas siempre van alternadas y del lado externo del acumulador, ya que el interior (acero inoxidable) nunca debe cubrirse. Las láminas deben quedar a nivel de la boca del tarro y cubrir totalmente la base y las paredes laterales. Ahora seguimos cubriendo el acumulador con plástico y papel de aluminio alternadamente. En total debemos utilizar 19 láminas de polietileno y 19 de papel de aluminio.
  • Luego de la última capa de papel de aluminio utilizamos la cinta aisladora cubriendo las paredes laterales y la base más de una vez (tres veces), tratando que el conjunto quede bien cohesionado, lo cual se logra pegando la cinta aisladora con bastante presión.
  • Hemos terminado: el acumulador está construido y listo para ser usado.

 Utilización del acumulador de energía

Todo está muy bien, pero el acumulador no funciona si no está bien cargado de energía. Y tampoco aquí hay muchas vueltas: basta con ponerlo al sol para que se cargue. Como principio general de cuidado del “aparato” es bueno saber que siempre debe estar afuera en períodos de uso, a veces de costado, otras veces boca abajo. Si se moja hay que esperar que se seque bien para volver a utilizarlo.

Las posibilidades de uso son infinitas y simplemente aquí van algunas ideas, pero el terreno es fértil para gente con imaginación y ganas de investigar. Pueden usarlo con semillas poniéndolas en una superficie lisa y tapándolas con el acumulador durante una semana, con algunos períodos de “aireación”. Pueden comparar con un grupo testigo de semillas que no hayan sido radiadas y luego sembrar al mismo tiempo ambos grupos por separado para poder comparar.

También se pueden “tratar” plantas debilitadas dejando el acumulador hasta que noten alguna diferencia; en este caso conviene poner el acumulador con su boca apuntando a la tierra, en el lugar donde se juntan el tronco y las raíces. O ponerlo colgado sobre una rama.

Pueden tratar animales pequeños. Por ejemplo: “apuntarlo” sobre una cucaracha en mal estado y observar los acontecimientos. O sobre un pájaro enjaulado (si está en buenas condiciones energéticas es posible que se ponga un poco loco). O si se encuentra enfermo ponerlo sobre la jaula, en un costado, para observar si busca ponerse cerca del acumulador.

Es la historia de Julia, la Paloma y el Acumulador, que resulta aleccionadora acerca de la conducta de un animal enfermo cuando tiene la oportunidad de curarse con energía orgón. También pueden utilizarlo con objetos, de lo cual doy dos ejemplos. Uno es el caso de las pilas descargadas, el otro el de hojas de afeitar que han perdido su filo: ¡vean qué ocurre en ambos casos!

Por último una aplicación para uso en humanos, aunque por ahora un poco indirecta. Pueden cargar un vaso con agua mineral durante una hora (o más, pueden dejarlo todo el tiempo que quieran) y luego tomar el líquido. Como esto no es magia, aunque sea maravilloso, es necesario repetir la experiencia durante tres semanas, parar una o dos y volver a repetir.

Según mi experiencia en trabajos con energía, las diferencias se advierten en los momentos de cambio: de tomar a dejar de hacerlo y luego, al repetir el procedimiento. Si van a realizar el experimento del agua al mismo tiempo que trabajos con plantas, animales y objetos es mejor que construyan dos o tres acumuladores: uno para cada línea de investigación.

Ciertas recomendaciones

Aseguro que esto no es magia, pero funciona.  En todo caso es la magia de la vida, acerca de la cual nuestra civilización ha abandonado la sensación de maravilla y deslumbramiento.

Debe tenerse en cuenta que el acumulador concentra energía medioambiental, de manera que si ésta es deficiente los resultados no serán tan buenos. El lector atento habrá advertido, al leer los requisitos de eficacia en el proceso de acumulación y concentración de la energía, que la ciudad de Buenos Aires debe ser uno de los peores sitios del planeta a los fines de esta investigación.

Pero la energía orgón es muy generosa hasta con nosotros, los habitantes de este paraje superpoblado y crónicamente húmedo. Es increíble, pero ¡hasta en Buenos Aires hay energía orgón!

Esto implica condiciones sumamente variables en cuanto al potencial orgonómico acumulado, lo cual puede trasladarse al tiempo necesario en cada experimento para lograr el efecto de carga energética.  Pero esto ya depende de cada investigador, que deberá encontrar el tiempo adecuado a cada experiencia que emprenda, aprendiendo a medida que investigue que todos los seres vivos y también los objetos “inanimados” requieren una cierta cantidad de carga: es tan malo un déficit como una sobrecarga de energía.

Por último -aunque no sea lo menos importante- es indispensable tener la cabeza y el corazón abiertos y ser absolutamente riguroso para evaluar los resultados de ésta investigación. Les deseo que vivan esta experiencia con la pasión y la zozobra de quien está explorando un territorio desconocido, un lugar donde el paisaje a veces asombra, otras veces desconcierta y casi siempre deja una extraordinaria sensación de maravilla.

Principios generales de la energía orgónica y su funcionamiento

Uno de los discípulos más importantes de Wilhelm Reich fue Ola Raknes. También uno de sus mejores interpretes, tanto que su libro “Wilhelm Reich y la Orgonomía” es la mejor y más clara introducción al pensamiento reichiano. De este libro se reproduce un pasaje trascendente acerca de la energía orgón descubierta por Reich:

«De tales observaciones y otros experimentos, Reich formuló gradualmente un número de leyes y de principios generales de la energía orgónica y su funcionamiento. Enumeraré aquí lo que me parece más importante de estos principios:

1) La energía es universal y está en todas partes, ocupa todo el espacio, pero en concentraciones diferentes. Está en constante movimiento, salvo cuando se bloquea su movimiento, y toma entonces una particular forma que Reich llamó DOR (que significa «deadly orgone», o sea: «orgón letal»).

2) La energía orgónica no tiene masa, es primordial, precursora tanto de la materia como de otras formas de energía.

3) Es entrópicamente negativa, esto es: las concentraciones orgónicas más fuertes atraen más energía de las concentraciones circundantes más débiles. Esta entropía negativa se contrapone a la entropía mecánica, y es esencial para la creación y mantenimiento de la vida.

4) Las concentraciones naturales de orgón tienden a formar sistemas que se desarrollan, alcanzan su máximo y después declinan hasta disolverse. Tales sistemas pueden ser galaxias, estrellas, planetas y en la atmósfera terrestre, huracanes y otros sistemas ciclónicos, incluso simples nubes. También los organismos vivos son sistemas de energía orgónica.

5) La concentración y la fusión de corrientes orgónicas individuales puede crear materia donde antes no existía.

6) La materia existente puede, mediante la acción de la energía orgónica, organizarse en forma viviente, donde antes no existía la vida.

7) La tierra está rodeada de una envoltura orgónica que se mueve en dirección de la rotación terrestre, de oeste a este, pero más deprisa. Al este de los huracanes la dirección del movimiento orgónico se invierte.

 8) Las concentraciones de orgón en la atmósfera atraen la humedad y pueden formar nubes, lluvia o nieve. Estas concentraciones pueden ser controladas con un aparato que Reich inventó y al que llamó «cloud-buster» (rompe-nubes).

 9) El libre flujo del orgón en el interior del organismo vivo -libre metabolismo energético- es una condición indispensable para el sano funcionamiento del organismo. Si este flujo se bloquea, el orgón se transformará en DOR, enemigo de la vida.

10) El DOR está presente también en la atmósfera, en la mayor parte de los lugares intermitentemente, y en ciertas zonas constantemente. Inhibe los normales procesos atmosféricos como, por ejemplo, la formación de las nubes. Las regiones infestadas por DOR aparecen apagadas, inmóviles y son opresoras, y el «smog» existe principalmente en estas regiones. El DOR atmosférico es de gran importancia para quien quiera hacer llover o quiera realizar otra actividad de control atmosférico. La infestación de DOR puede aliviarse por medio de los «cloud-busters» ideados por Reich.

11) El metabolismo orgónico del organismo depende también del campo orgónico externo. Si está infestado de DOR pesada y constantemente, los animales y plantas estarán perturbados en su metabolismo energético, lo que puede conducir a graves disturbios, y finalmente también a la muerte.

El estudio de esta energía, de sus manifestaciones y de su funcionamiento en los diferentes campos constituye la nueva ciencia de la orgonomía.»

Terminando por ahora, antes que me dejen 

Deliberadamente, no hay en este artículo ni una sola mención a las aplicaciones prácticas en el terreno de  las patologías humanas. En parte por cuestiones de extensión ligadas al objetivo principal del texto, pero también por una consideración esencial en medicina energética: todos sus tratamientos están destinados a aumentar  la capacidad de sanar que tiene todo sistema vivo, cualquiera sea el problema de salud que lo aqueje.

Tampoco se trata de ofrecer “panaceas”, asegurando que el acumulador de energía puede curar todas las enfermedades y, de paso, hacer feliz a quienes lo usen. La investigación que inició Wilhelm Reich y quienes las hemos continuado en su línea de trabajo, a lo largo y ancho del planeta, se ha desarrollado con muchísima seriedad: nos somos aprendices de brujos.  No estamos vendiendo nada, tampoco humo. No estamos divagando estúpidamente  acerca de métodos milagrosos para crear alguna secta, nada de eso.

Pero sí investigamos sin ruido de cámaras ni micrófonos, investigamos mucho antes de sacar conclusiones.

Por ejemplo: uno podría preguntarse si  hay métodos “objetivos” (¡la objetividad en ciencia es todo un problema!) que demuestren “alguna cosa”, “algo” que permita sostener éstas cosas sin ruborizarte o mirar para otro lado a medida que las palabras avanzan. Y claro que hay, y aquí van dos: El Experimento de Alcoy muestra qué ocurre con los parámetros generales de energía obtenidos con los sistemas de medición electrónica de los puntos de acupuntura antes y después de una experiencia de carga con un acumulador de energía orgón, tal cual puede verse en: http://www.acupuntura-orgon.com.ar/el_experimento_de_alcoy.htm

Y también pueden curiosear un poco acerca del efecto que pueden tener los acumuladores junto a la acupuntura en el tratamiento de árboles y plantas en mal estado:  http://www.acupuntura-orgon.com.ar/plantas.htm

Es claro que hay fuentes ya clásicas de referencia que no se pueden obviar. Y la más importante de ellas es el artículo de Wilhelm Reich: “El acumulador de energía orgónica”, que puede leerse (siempre que se esté en condiciones de soportar la traducción) en:  http://www.esternet.org/orac.htm

Pero, más allá de artículos, investigaciones y demostraciones objetivas de la existencia de la energía orgón, que pueden no mover un pelo a nadie, lo importante, lo decisivo, es hacer una experiencia personal junto a una pequeña investigación en el entorno más cercano: animales, plantas, agua y objetos.

Porque ahí sí que se acaban las puras palabras, por lindas que sean, y aparece la simple y potente realidad de ésta energía.

Y si no, pregúntenle al canario, que todavía está revoloteando a lo loco para escaparse de la jaula.

Carlos Inza


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Los acumuladores de energía orgón I

Qué son, cómo funcionan y cómo pueden utilizarse los maravillosos artefactos que diseñó Wilhelm Reich.  Y también como fueron adaptados para utilizarse en puntos de acupuntura.

Siento un poco de vergüenza cuando reviso lo que están por leer, porque le faltan demasiadas cosas al artículo. Pero también comprendo que si uno se dedica desde hace varios años a investigar en energía orgón y fundamenta gran parte de su trabajo en la utilización terapéutica de esta energía, seguramente se quedará con ganas de decir muchísimo más. O sea: la vergüenza no es por lo que tiene, si no por lo que le falta. Y entonces necesito aclarar de qué asuntos carece o sólo están sugeridos pero no desarrollados.

Uno es la experiencia clínica y el trabajo concreto de consultorio con los métodos que utilizo con mis pacientes. Estos métodos consisten en una articulación, en un encuentro entre acupuntura y orgonomía, la ciencia de la energía.

Y el otro, más trascendente, son las consecuencias teóricas y prácticas del gran descubrimiento de la energía orgón por parte de su investigador principal, Wilhelm Reich. Para explicar esto en detalle haría falta un libro, no un artículo. Pero basta saber que sus hallazgos e investigaciones tienen profundísimas implicancias en relación a lo que entendemos por salud, enfermedad y otros asuntos cruciales de la vida. Y no sólo en lo que se refiere al ser humano individual: también en sus aspectos antropológicos, sociales y políticos. Tampoco se refieren únicamente al humano, por que su mirada abarca a todos los seres vivos, pero también a la materia “inanimada” y al cosmos entero. Por ejemplo: reflota la discusión acerca del famoso “éter”, que sintéticamente significa la aseveración de que el universo no está vacío, si no lleno de vida.

Y si quieren saber por qué razones o motivos su trabajo es ignorado o desconocido, la respuesta es muy sencilla: porque va “con los tapones de punta” contra las concepciones vigentes en materia de medicina, psicología, sociología, física, química, política y hasta filosofía.

O sea: la mirada reichiana no es buena, ni siquiera tolerable, para cualquier sistema de poder, sea cual sea. Y tampoco es buen negocio, porque la energía orgón no se puede patentar y sus “aparatos” son tan simples que causan gracia o risitas idiotas.

También es bueno saber que la orgonomía reichiana no es inocua. Al menos eso le pareció a las instituciones de Estados Unidos que, a mediados de los 50 del siglo pasado, lo persiguieron hasta meterlo en una cárcel y dejarlo morir o matarlo, según algunos, y que viene a ser lo mismo. Pero no sin antes producir hechos dignos de la peor época de la Inquisición: quemaron sus libros, apuntes y aparatos para que no quedara nada de él y su obra.

Pero fue inútil, tal cual estarán viendo a continuación.

El canario que se quería escapar de la jaula

Era un día soleado de 1987. Y era primavera, que es cuando las cosas de la vida comienzan.
Había preparado un extraño artefacto mezcla de cañón biónico y arma antediluviana. Era un tubo de bronce -rezago de la obra en construcción de mi antigua casa- de unos 15 centímetros de largo por una pulgada de diámetro rodeado por una capa de algodón, sobre la cual había otra de plástico. Y encima otra capa de algodón, finalmente rodeada por una película de cinta adhesiva marrón, del tipo de las que se usa para embalar y asegurar cajas de cartón. Recuerdo que miraba esa extraña construcción con mucha expectativa pero bastante desconfianza. Dudé unos instantes pensando que estaba manejando una maniobra bastante más parecida a un delirio que a un experimento, pero al final me pareció que el sólo hecho de haber construido ese adminículo justificaba su uso, aunque más no fuera para suprimir ese loco proyecto de la lista de las cosas posibles.

¿Qué podría perder completando la función?  Apenas unos minutos más. Ni siquiera el fracaso de la prueba alteraría en lo más mínimo mi sistema de trabajo, que ya tenía años de prueba.

De manera que me armé de valor, tomé la parafernalia de bronce en mi mano derecha y me dirigí hacia la jaula del canario, ahora sí resuelto a terminar cuanto antes con este absurdo experimento. Estaba solo y lo había previsto, cosa de no alarmar excesivamente a mi familia y evitar algún rápido llamado al neuro-siquiátrico más cercano. ¡Era tan difícil explicar lo que estaba por hacer!
El canario estaba tranquilamente parado en uno de los dos travesaños de madera de la jaula y cuando me acerqué alcanzó a dirigirme una mirada estándar, cosa que me alegró infinitamente porque tal indiferencia demostraba que ni sospechaba que sería objeto de un experimento. Habrá pensado que pasaría de largo como siempre, a lo máximo le diría algunas palabras sin importancia o lo miraría en silencio mientras pasaba hacia el comedor.

Pero no fue eso lo que hice. Me paré a dos metros de la jaula, me quedé un momento quieto para no alarmarlo mientras simulaba buscar algo que no estaba en su dirección y luego, lentamente, alcé el tubo y dirigí su extremo abierto (el otro lado del tubo estaba cerrado con las mismas capas que había utilizado: algodón y plástico) primero vagamente hacia la jaula y luego, con más precisión, hacia donde se encontraba el inocente animalito.

Lo que sucedió a los pocos segundos de apuntarle con el artefacto fue tan impactante que, sin ningún tipo de exageración, podría decir que decidió mi destino: ¡el canario comenzó a revolotear como loco por toda la jaula, como si lo persiguiera un ejército de gatos a punto de terminar con un ayuno de quince días!

No podía parar: andaba como loco de un lado a otro de la jaula chocando contra los alambres a fuerza de apuro y desesperación. Y yo no podía creer lo que estaba viendo, ya que si bien no tengo ninguna licenciatura en canarios, nunca había visto a uno poseído de esa furia por huir de algo que debía sentir como una especie de tornado dirigido exclusivamente contra él. A los treinta segundos retiré el tubo, preocupado por el destino del canario y suponiendo que su corazón no aguantaría mucho tiempo más semejante exhibición de angustia motriz, pero totalmente incrédulo acerca de la relación entre tubo y reacción.

Sin embargo me quedé bastante sorprendido cuando, segundos después de dejar de apuntarlo con “la cosa” que había construido, el animalito comenzó a tranquilizarse y segundos después volvía a su posición original, si bien observaba con cierta desconfianza en la dirección hacia donde yo me encontraba.

Me dije que todo eso era demasiado loco como para creer en algún mecanismo tipo causa/efecto y entonces decidí dejar pasar unos minutos para hacer una contraprueba, atribuyendo la reacción al temor que podría producirle el acercamiento de un ser humano (sin duda somos una especie de temer) que le apuntaba con algo que bien podía pasar por un arma. No sé -pensé- tal vez nos ha tocado un canario aficionado a las series de televisión y se creyó que estaba apuntándole con una pistola…

En esos minutos que tuvo como descanso de un momento tan agitado, aproveché para agenciarme algo que parecía el tubo pero no lo era: se trataba de un rollo de papel higiénico cuyo volumen y apariencia eran muy parecidos a los del instrumento utilizado minutos antes con resultados tan extraordinarios. Entonces repetí exactamente la misma ceremonia: me acerqué despaciosamente, me quedé en espera mirando como bobo en la misma dirección que antes y levanté el nuevo e higiénico artefacto apuntando primero a la jaula y luego al canario. Me quedé en esa delirante posición, como un mosquetero que amenaza a su oponente, esperando que el canario empezara otra vez con su loca carrera por toda la jaula. Pero no pasó absolutamente nada: el pájaro estaba arriba del mismo palo, en la misma posición y con la misma tranquilidad que al comienzo del experimento. Incluso podría jurar que me miraba con un poca de sorna, como diciéndome que no me hiciera ilusiones con un nuevo ataque de locura motriz.

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Y bueno -me dije- habrá que dejar pasar otros diez minutos y volver a probar con el tubo de bronce para salir de dudas acerca de toda esta fantasía. Seguramente no pasará nada y todo podrá explicarse por la capacidad del animal para adaptarse a una situación que primero le produce miedo por la pose un poco intimidatoria, y luego acostumbramiento al ver que nada sucede. Todo eso está muy bien -pensaba mientras esperaba lejos del canario- ¿pero por qué dejó de moverse con tanta evidente agitación luego que dejé de apuntarlo con el tubo de bronce?

Entonces volví a montar la misma escena con idéntico procedimiento.

A los pocos segundos de insistir con el tubo de bronce y más rápido que en la primera oportunidad ¡el canario se enloqueció nuevamente y tornó a revolotear enloquecidamente por toda la jaula!  Creo que también yo estaba aterrado: no podía creer lo que estaba viendo, eso no podía ser real. No podía admitir que un artefacto tan primitivo como el que había construido -un acumulador de energía orgón hecho de acuerdo a los criterios indicados por Reich- fuera capaz de lograr tales efectos.

Casi está demás contar que, con intervalo de una hora repetí exactamente la misma secuencia y procedí igual al día siguiente, esperando con ansiedad que pasaran las horas. En todas las oportunidades el canario reaccionó con la misma agitada conducta ante el tubo de bronce, y con similar indiferencia cuando lo apuntaba con el símil de cartón y papel.

Me costó bastante dormir en las noches que sucedieron a esos días, pero al final logré descansar en paz cuando llegué a ciertas conclusiones: una era que la energía que describía Wilhelm Reich existía sin lugar a dudas y que podía concentrarse y utilizarse de acuerdo a sus precisas indicaciones, la segunda conclusión trataba de que Reich era un genio indiscutible y su fantásticos descubrimientos podían cambiar el torcido devenir de la historia humana, mientras que la tercera tenía relación con mi propio destino: estaba tan feliz y conmocionado por los resultados de este experimento que no tuve ninguna duda acerca de que a partir de ese instante dedicaría mi vida a seguir por ese camino.

Entonces pude dormir tan bien como espero hacerlo esta noche.

Ése fue el primer acumulador de energía que construí, basado en un artículo del  orgonomista alemán Berd Senf que también conocía a la acupuntura, pero luego siguieron muchos otros de distintos tamaños y materiales. La idea básica era adaptar su uso a la acupuntura, de manera de poder cargar de energía a los puntos más importantes, más que introducir a alguien en el interior de un acumulador, como había hecho Reich. Por eso el diseño en forma tubular y el comienzo de cierta peregrinación por ferreterías y extraños negocios donde pueden conseguirse acero y otros metales. Probé uno conmigo, controlando mi energía con las mediciones antes y después de usarlo por algún tiempo en puntos importantes de acupuntura. Y entonces verifiqué que mi entusiasmo después de la reacción del canario no era exagerado: se había abierto un nuevo camino.

Comencé a indicarlo a mis relaciones más cercanas y luego a mis pacientes. Y cada uno lo asumió como pudo, porque es muy difícil aceptar que un tubo rodeado con capas de metal y plástico, ubicado durante veinte minutos o media hora a dos centímetros por debajo del ombligo, sea capaz de incrementar la carga energética de quien así lo utiliza. Funciona pero es difícil aceptarlo, porque implica un cambio radical en las concepciones acerca de la vida en general y de la medicina en particular.

Luego diseñé un dispositivo más pequeño, apto para ser utilizado durante varias horas -de acuerdo a la necesidad energética de cada persona- y adherido a la piel con una cinta hipo alergénica. Y más tarde, hace algunos años, comenzó la fascinante investigación con el Dor-buster, el tubo que permite extraer energía en las zonas de bloqueo utilizando la fuerte afinidad del agua por la energía, y que también se ubica sobre puntos de acupuntura. Esta historia sigue y se encuentra en pleno desarrollo…

Pero hubiera sido difícil o imposible si no hubiera encontrado a mis buenos amigos de la Fundación de Orgonomía Wilhelm Reich de Buenos Aires, en los cuales encontré un sólido terreno de afinidades. Y especialmente, si no hubiera dado con Federico Navarro, mi maestro durante sus últimos años y el más importante continuador de Reich que conocí. Además de su talento para diseñar una metodología diagnóstica y terapéutica -cosa de la cual esta ciencia carecía- Federico era el más profundo entendedor de Reich y su obra. Él tenía una mirada verdaderamente reichiana sobre las cosas de la vida. Aprendí muchísimo de Federico, no sólo a partir de sus libros y clases, sino especialmente a través de nuestra relación personal y la natural comunicación que se estableció entre nosotros. Le estoy profundamente agradecido, ya que su capacidad, interés, experiencia y conocimiento me ayudaron a profundizar esta ya larga investigación sobre la energía con su continuación natural: la articulación de la acupuntura tradicional china con la orgonomía de Reich.  (http://www.acupuntura-orgon.com.ar/viaje9.htm)

La energía orgón

La demostración de la existencia de la energía biológica llevada a cabo por Wilhelm Reich entre 1936 y 1956 es el descubrimiento más importante de los últimos siglos en las Ciencias Naturales y sin embargo ha pasado casi desapercibido.  ¿Cómo es esto posible?  ¿Fraude o Conjura?  ¿Exageración de cierta mente afiebrada  o anticipación de un genio a su tiempo?  ¿Incomprensión generalizada o campaña de silenciosos idiotas?

¿Y cómo es que se asegura con tanta tranquilidad la trascendencia de la cuestión energética si “no sale” en los diarios o los noticieros y los científicos reconocidos dicen desconocer su existencia o esbozan una sonrisita ladeada como toda respuesta?

Tampoco es un tema nuevo, si no más bien remozado: antiguas y prestigiosa culturas como la china, la griega y la hindú lo han planteado con énfasis aunque sin utilizar metodologías de comprobación al estilo de la ciencia contemporánea. Además la teoría energética de la Medicina Tradicional China no está circunscripta al caso particular de las enfermedades del ser humano: al igual que la orgonomía postula la organización energética del cosmos, el medio ambiente terrestre y los seres vivos en general, incluyendo las relaciones entre estos y los “climas” como forma de entender la génesis de gran variedad de trastornos.
Pero Reich dio un gran paso adelante cuando logró demostrar objetivamente la existencia de la energía orgón, como prefirió llamar a la vieja energía vital, y también al lograr desarrollar métodos para concentrarla y utilizarla con fines experimentales y terapéuticos.

Los momentos y lugares claves de esta investigación sobre la energía y la forma de utilizarla fueron: en Noruega (Oslo) entre 1936 – 1939 y en Estados Unidos (Maine), desde 1940 hasta 1956.

¿En qué consiste un acumulador de energía?

Es un instrumento montado y materialmente organizado de tal forma que la energía de la vida presente en la atmósfera de nuestro planeta puede ser recogida, acumulada y utilizada para propósitos científicos y terapéuticos. Consiste en una estructura cuyo continente son capas alternas de materiales metálicos y no metálicos. Entre los primeros, los más adecuados son el hierro y el acero. Entre los segundos: lana, algodón, acrílico, estireno plástico, celotex, lana de vidrio, goma laca, cera de abeja y cera de vela.

Ahora imaginemos un cubo de acero con uno de sus lados que funciona como una puerta con aberturas (tipo puerta de los bares de las viejas películas de vaqueros). Ese cubo es enteramente forrado, en su lado externo, con una cubierta de plástico. Sobre esta primera cubierta de plástico se agrega otra cubierta de acero, a la vez sucedida por otra de plástico. Se agregan capas según sea el objetivo del acumulador, pero el número de éstas puede oscilar entre una y veinte.
Supongamos que estamos construyendo un acumulador de cinco capas; en este caso necesitamos cinco láminas de acero y cinco de plástico porque sólo consideramos una capa a la unión de ambas. Pero la última, la más externa (y por lo tanto la que está en contacto directo con la atmósfera) debe ser de plástico.

Así es que nos quedan dos superficies de contacto: la externa de plástico (u otro de los materiales no metálicos recomendados) y la interna de acero, hierro o hierro galvanizado (lo que hallamos elegido como metal).  En el interior del cubo, cuyas paredes son de acero en nuestro ejemplo, se concentra la energía orgónica o vital presente en la atmósfera. Es allí que introduciremos a una persona, si es que el cubo es suficientemente grande; una planta o animal pequeño si es que las dimensiones del cubo son más pequeñas.

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Esquema de un acumulador de orgón del libro de Reich “La Biopatía del Cáncer”

Si los materiales empleados son adecuados y la estructura está bien construida, la energía orgón presente en el medio ambiente se concentrará en el interior del cubo y ejercerá un definido efecto sobre el ser vivo que se encuentre en él. La utilización de los materiales indicados y la disposición en capas alternas tiene su razón de ser: las materias no metálicas presentan la propiedad de absorber la energía orgón, mientras que las metálicas también absorben pero especialmente la ceden, la rechazan hacia las capas siguientes. Esto crea un potencial orgonómico más alto en el interior del acumulador que fuera de él.

Esto parece muy sencillo de hacer… ¡y realmente lo es!

¿Es concebible que un dispositivo tan elemental que no merece el nombre de “aparato” porque carece de chips, baterías y no se enchufa en ningún lado, sirva para aumentar la vitalidad de sistemas vivientes tan aparentemente complejos y sofisticados?

¡Por supuesto que es inconcebible y hasta increíble!Pero deja de serlo cuando uno abandona la lamentable costumbre de opinar antes de probar, investigar o verificar y se decide a intentar varias experiencias. En este artículo apenas se presenta el tema de los acumuladores de energía, pero también se proporciona información para construir uno a fin de experimentar con animales, plantas y objetos.

Con el tiempo uno se convence que lo mejor es proponer sin intentar convencer a nadie: aquí la fuerza de la argumentación consiste en la pura experiencia personal. A veces se producen situaciones interesantes cuando alguien afirma: “Vengo a probar, no tengo FE en esta medicina”. Comparto ésa declaración de principios: hace muchos años que pruebo e investigo a esta medicina y tampoco yo tengo fe en ella.

¡Es que no se trata de un sistema teológico, no hay por qué tener “fe” en ella! Tanto la acupuntura tradicional china y moderna como la orgonomía son sistemas verificables y en absoluto necesitan de sacerdotes que enseñen el nuevo dogma, ni de creyentes en actitud de adorar a los nuevos Mesías. Es cierto que la teoría energética puede modificar muchas ideas y concepciones, un acontecimiento que se deriva de otro tal vez más trascendente: su utilidad práctica puede cambiarnos la vida. Pero esto es otra historia: la que cada uno puede intentar “probando” de buena fe.

¿Cuáles son los efectos del acumulador?

Cuando se trabaja con energía se experimentan cambios simultáneos en ambas dimensiones del ser: la físico-biológica y la psico-emocional, ya que la energía es la fuente nutritiva de ambas. Según sean las técnicas utilizadas y el estatus energético de cada persona serán la profundidad y velocidad de los efectos mencionados.
A continuación se describen someramente algunos de los efectos biológicos que pueden verificarse con cierta facilidad si se investiga correctamente, todos ellos confirmatorios de los hallazgos de Wilhelm Reich. Puede ser de interés saber que en los últimos años han empezado a publicarse los resultados de varias investigaciones acerca de los efectos generales del acumulador de orgón.
La lista siguiente es un resumen del trabajo “Los efectos psico-fisiológicos del acumulador de energía orgónica de Reich”, de los investigadores Stefan Müschenich y Rainer Gebauer, de la Universidad de Marburg, Alemania. En 1986, un grupo de científicos de ésta universidad,  publicó los resultados de un interesante estudio que demostraba que el tratamiento durante 30 minutos utilizando un acumulador de orgón, generaba efectos psicofisiológicos medibles:

 1. Efecto vagotónico general: el vago o parasimpático produce efectos de expansión sobre el organismo compatibles con las emociones placenteras.

2. Sensaciones de hormigueo y calor en la superficie de la piel.

3. Aumento de la temperatura interna y externa, rubefacción (pérdida de la palidez cutánea).

4. Regulación de lapresión arterial y de la frecuencia cardíaca.

5. Aumentode la peristalsis intestinal y respiración más profunda.

6. Aumento de la germinación, desarrollo, florescencia y fructificación de las plantas.

7. Aumento en la tasa de crecimiento y regeneración de los tejidos, tanto en animales como en seres humanos.

8. Aumento en la fuerza del campo, carga e integridad de los tejidos, así como de su capacidad inmunológica.

9. Mayor nivel energético,incremento de la actividad y la vitalidad general.


http://starviewer.wordpress.com/2010/10/27/fundamentacion-cientifica-del-orgon-la-teoria-del-eter-y-los-experimentos-de-la-universidad-alemana-de-marburg/

(Continúa en el próximo número)

                                                                                                              Carlos Inza


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Los bebés orgónicos

¿Qué ocurre con los chicos cuyas madres han utilizado un acumulador de energía orgón durante el embarazo?

 No son muchos, apenas seis o siete.

La primera fue mi hija Julia, hace 22 años. El último mi nieto Sandino hace apenas una semana, a mediados de mayo del 2014. Entre ellos hay, máximo, cinco más. En estos casos fueron sus madres, pacientes del consultorio, quienes recibieron “el tratamiento”. En general, no vinieron por estar embarazadas sino porque estaban siendo tratadas por otras cuestiones. Simplemente quedaron embarazadas en el transcurso del tratamiento y aceptaron de buena gana recibir una ayuda extra que incluía al bebé.

La idea básica, en todos los casos, consistió en que la administración de energía orgón durante el embarazo podía serles beneficiosa para vivirlo con mayor plenitud y no perder demasiada energía en el intento, ya que todas ellas seguían trabajando,  haciendo su vida normal.

En todos los casos utilizaron un pequeño acumulador de orgón pegado a la piel en un punto importante de acupuntura durante todo el embarazo o gran parte de él. La indicación básica de uso fue de seis horas diurnas y diarias, salvo un día de descanso a la semana. El punto de acupuntura elegido fue el 6 del meridiano de Vaso Concepción (6VC), ubicado a unos dos centímetros por debajo del ombligo, en la línea media. Es uno de los puntos más importantes de la acupuntura, habitualmente utilizado para mejorar la carga energética del organismo. Tanto que su nombre en chino, Qi Hai, significa “Mar de la energía”.

No es punto especial para el embarazo: todas las personas que utilizan ésta variedad de acumulador para mejorar su carga energética reciben la misma indicación, cualquiera sea su problemática de salud.

Pero la idea original, mejorar la energía materna, se amplió  rápidamente, ya desde la primera experiencia. Cada vez más, el énfasis de su posible eficacia fue recayendo en el embrión. Pensando en la grandísima actividad biológica de los primeros meses de gestación, era inevitable suponer que la evolución, el crecimiento y maduración se verían fuertemente favorecidos si el bebé también recibía la influencia de la carga energética.

O sea: empezó a tallar fuerte la hipótesis de que el propio bebé podría ser más sano y cargado desde el comienzo, cuando las cosas son por primera vez. Cada día de vida intrauterina es un estreno, a cada instante ocurren acontecimientos decisivos a velocidades impensables: la aparición de los órganos, su desarrollo, la comunicación interna a medida que los sistemas nervioso y endocrino aumentan en funcionalidad y protagonismo. O sea: son tiempos de vertiginosa multiplicación celular y formación del “chasis básico” del organismo. Entonces, ¿cómo no pensar que un aflujo sostenido de energía orgón en ésa primera etapa de la vida debería tener una eficacia notable, cuando todo es nuevo y el debut en la vida real se aproxima?

En el momento de las primeras experiencias había, además, mucho debate en las filas reichianas relacionado con las desviaciones patológicas del embarazo y su influencia decisiva de por vida en la nueva existencia. De hecho, siempre estuvimos seguros de que si la etapa intrauterina se caracteriza por graves conflictos en la vida de la madre y su medio ambiente, las consecuencias para la vida  futura del recién nacido son nefastas y podrían signarlo para siempre, condenándolo a una vida enferma. Y no sólo enferma, sino gravemente enferma, a veces invalidante física y emocionalmente. Ésta certeza no se ha modificado ni un ápice. Sólo depende de la importancia de la patología personal, grupal  y social.

Entonces, ¿cómo defender el futuro del recién nacido, su derecho a empezar lo más sano posible?

La iniciativa de los bebés orgónicos es parte de la respuesta. O, al menos, claramente su intención.

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Si todo fuera como podría y debería ser, o sea: parejas sanas, mujeres con úteros rebosantes de energía, ésta iniciativa estaría de más, no tendría sentido. Pero la realidad de nuestros días no es así: tanto varones como mujeres no suelen pulsar sanamente en la frecuencia de la vida. La prueba es que, al menos en los países “desarrollados”, los hombres-promedio tienen menor cantidad de hormona masculina (testosterona) y sus estudios de espermatozoides muestran una alarmante baja en cantidad y calidad. En las mujeres también hay dificultad, tanto para quedar embarazada como para sostener con éxito la maduración y crecimiento del embrión. Incluso hay mucho problema para parir de manera natural, tanto que son necesarios cursos y adiestramiento para enseñar un conocimiento con el que las mujeres nacen, por definición. ¡Es como si fuera necesario hacer un curso para aprender a orinar!

Es importante saber que nosotros, los humanos, nacemos en la mitad del tiempo en que deberíamos hacerlo. Basta la comparación con otros mamíferos para advertirlo. ¿Cuánto tarda un potrillo recién nacido en pararse, trastabillando y hasta cayendo hasta lograrlo? Nada, casi nada, a lo sumo unos minutos. ¿Cuánto tarda un cachorrito de perro o gato en moverse, casi reptando, para acertar en la teta de su madre? Poco, muy poco. Somos un caso único en la historia de la vida: dependemos tanto de que nos pongan la teta en la boca que moriríamos muy rápido si a nuestra madre no se le ocurriera hacerlo. Solo al empezar a gatear, cerca de los nueve o diez meses, estamos en condiciones de empezar a dar algún signo de madurez biológica y a emparejarnos con el resto de los mamíferos.

De manera que, hasta ése momento, es como si siguiéramos habitando el útero materno. El motivo es fácil de entender: debido a la cabezota que tenemos y seguimos desarrollando sin escrúpulos durante los primeros meses de vida extrauterina, sería imposible salir “a término” de nuestro primer hogar, a eso de los dieciocho meses: ¡haría falta una pelvis descomunal para dejarnos salir!

Así que todos podríamos considerarnos verdaderos abortos. O prematuros, para decirlo con cierta delicadeza. Lo importante, para lograr entendernos más profundo y mejor, es advertir que al principio de nuestra vida “oficial”, dependemos excesivamente de nuestra madre porque nacemos indefensos, desamparados y sin ninguna posibilidad de sobrevivir por cuenta propia. Y esa dependencia e inmadurez pueden pagarse de por vida.

El tiempo de vida intrauterina y los primeros diez meses después del nacimiento pueden calificarse como “primer período biofísico crítico”. Este período es decisivo porque los daños en una etapa de crecimiento primario pueden ser irreversibles y no tener verdadera solución.

No estamos hablando de malformaciones evidentes, de chicos sin brazos, sin intestino o  con pulmones rudimentarios. Estamos hablando de chicos que sólo son sanos en la apariencia, aunque el neonatólogo jure que “está todo bien” mostrando reflejos correctos y cifras de glóbulos rojos normales. O sea: de todo lo que la medicina mecánica es incapaz de advertir, como es el caso de la energía y la predisposición caracterial del recién nacido. No hay aparatos para medir la entrega y la capacidad de contacto emocional o la alegría de vivir. Y, por otra parte, cada uno ve lo que quiere o necesita ver en un recién nacido, incluyendo lo parecido que es a uno mismo o a su familia.

Pero esos rasgos de verdadera salud no tardan en aparecer en quién los tenga y de ausentarse sin aviso en quienes carezcan de ellos. Cuestión de mirar bien, nomás. Los chicos con buena energía (o energía “positiva”, que viene a ser lo mismo) tienen características muy notorias: son inteligentes, son sanos, son sensibles, son naturalmente amorosos y solidarios, son creativos, tienen una gran capacidad de contacto y una iniciativa notable para las cosas de la vida. Exactamente eso, en promedio, es lo que he visto hasta ahora en los pocos bebés orgónicos que conozco.

¿Qué voy a atribuirlo, exclusivamente, a que sus madres usaron un acumulador de orgón durante el embarazo?  No, claro que no. Pero estoy seguro de que ayudaron significativamente a que tales rasgos de verdadera y profunda salud emergieran con mayor facilidad. También resulta muy claro que un bebé orgónico no tiene el futuro garantizado si sus padres no vibran en sintonía parecida, pero tienen más chance de madurar y crecer sanamente, aún con dificultades producto del poco amor que puedan recibir (aquí amor significa respeto profundo y verdadero cuidado, sin baboseo ni “propietarismo”).

¿Por qué razón el acumulador implica un aporte nutritivo de primer orden? Simplemente porque incorpora energía orgón directa al biosistema madre-hijo. Y es bueno aclarar que la energía de la que hablamos actúa simultáneamente sobre las dos dimensiones del ser vivo: el físico y el emocional. Es algo así como incorporar “amor biofísico”, espero que me entiendan. No reemplaza a madre, padre y demás deudos. Pero mejora lo que hay, lo que ya está en plena ebullición. Tal vez ayuda a señalar un camino o determina la mejor elección posible en la orientación de la vida en curso.

Y seguramente disminuye la tendencia a nacer ya acorazado contra la vida. ¿Qué los bebés nacen todos igualmente felices y sanos y sólo “se arruinan” cuándo llegan a un lugar inadecuado, a una familia enferma? No, no, lamentablemente no es así. Pueden nacer ya acorazados y defendiéndose porque es lo que aprendieron a “mamar” en el útero materno. Pueden nacer con una pobre pulsación vital porque la energía materna o de la pareja es escasa y bloqueada. Todo esto puede pasar en esos meses donde parece que no pasa nada salvo un crecimiento asombroso y desenfrenado.

¿Es posible suponer que un acumulador así usado es capaz de evitar al embrión bloqueos y disfunciones maternas, paternas o grupales? ¿Es posible una especie de “saneamiento intrauterino” gracias a sus efectos?

Sinceramente, lo ignoro. Tampoco se puede asegurar que, inevitablemente, funcionará siempre tan bien como en los pocos casos mencionados.  Pero sí está claro que sus efectos serán más notorios si la pareja espera amorosamente al flamante ser humano y hace una buena preparación previa, tanto física como emocional. ¡Y no hablo del parto, sino de lo que viene después!

Estoy contando una esperanza, simplemente.

La esperanza es que muchas madres usen el acumulador durante los meses del embarazo.

Por ellas y por sus hijos. Y también como contribución, no se sabe de qué tamaño ni cuán importante, al saneamiento de la especie humana, que tanto lo necesita.

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Testimonios sobre algunos bebés orgónicos

 Frida, que tiene 6 años

¡Te hablo desde una mamá enamorada de su hija! ¡Tal vez fue ése el efecto!

Si pienso en Frida bebé, creo que fue un bebé muy dormilón, afectuosa y conectada con lo que la rodeaba. Suena feo decirlo pero fue un bebe fácil.  La lleve a todos lados y ella siempre tuvo mucha facilidad de adaptación. Siempre durmió muy bien, desde los 2 hasta los 8 meses durmió toda la noche sin problemas.

Tiene una relación con su cuerpo muy intensa, muy conectada. Le gustó siempre mucho el agua y bailar, es muy dinámica. Y es muy enojosa: saca su bronca muy claramente, ¡es difícil para los padres! Pero está bueno que no se la guarde.  Es muy lúdica, siempre jugó mucho sola, armándose cuentos, historias,  disfrazada, con muñecos, casitas en cualquier lado. Es muy querida por sus amigas.

La única enfermedad crónica que tiene Frida es dolor de oído. Ahora está mejor pero es su único tema hasta el momento. Sea invierno o verano.

Usó antibióticos solo una vez por el oído.

Valentina

 Ludmila, que tiene 3 años y medio

Empecé a sentirla especial cerca del año: la bañé y tomó el jabón, se lo iba a retirar para que no se lo llevara a la boca pero ella ya estaba enjabonándose la panza. A partir de allí comencé a observar si había dejado de llevar cosas a su boca y en efecto, parecía descubrir la función de cada objeto hasta sorprenderme totalmente cuando alrededor del año tomó lápices de colores se sentó en el suelo y comenzó a garabatear la baldosa (su hermana dibujaba y sus padres son artistas). Pregunté asombrada por otros niños de la misma edad, hijos de becarios, y aún no sabían tomar un lápiz. Mi memoria no había fallado.

Su segundo año fue de descubrimientos de sabores y colores, siguió manchando hojas con colores pero usando distintos colores y trazos. Gozaba su comida y pasó rápidamente de comer con las manos a manejar sus cucharas de plástico, completamente sola sin que la indujéramos. Comía mucho, y en un momento comenzó a disminuir la teta pero luego se arrepintió (o a su madre le costó) y volvió hasta muy grande.

Cerca de cumplir los dos, ésa primavera muy cálida la pasó desnuda, por lo menos en mi jardín, costumbre que continúa: en cuanto puede se saca la ropa y los zapatos cuando entra a la casa y a veces en la calle. Cerca de los dos y desnuda comenzó a percatarse de su pis y caca y empezó sola a controlar corriendo a su pelela que a veces dejábamos en el jardín; al poco tiempo dejó pañales a la noche. Su tercer año fue delicioso, sus juegos son intrépidos y tuvo accidentes menores, sus movimientos fueron mejorando e imitando a su hermana para bailar, por ejemplo. Es bilingüe pero eso no atrasó el español como a su hermana. Está atravesando su cuarto año, es muy amigable con los niños y adultos, muy charleta y ocurrente. Van algunas historias, ya no recuerdo todas:

1)    Estamos viendo un video del Lago de los Cisnes. Ella viene mira un poco, se va a otra parte pero sin dudas seguía mi relato del argumento. Viene, se para y me dice: “Sabes Babi, cuando yo fui grande y bailarina el brujo no pudo engañarme a mi”

2)    Lidu se mira al espejo grande de mi habitación, le pregunto: “Cuál de las dos es Lidu”, se da vuelta y me dice señalando su persona “Ésta soy yo”, “¿Y la del espejo”? Lidu se señala en el espejo y responde “Ésa es la otra”

En una época le pedíamos los tonos de las canciones pues tiene afinación perfecta, ahora se niega pues se da cuenta de que pasa algo con eso aunque no se priva de cantar.

Norma, su abuela

Olivia, que tiene 5 años

Olivia es una nena hermosa, muy creativa, atenta y concentrada. No veo nada que me llame la atención. La verdad que siempre estuvo perfecta salvo alguna tos o resfrío o dolor de oídos, nada más por suerte. También tuvo varicela pero muy muy leve, como si la hubiéramos vacunado pero no.

Carla

Julia, que tiene 22 años

Como es hija mía, ustedes supondrán que puedo contar miles de maravillas sobre ella. Lamento darles la razón porque han acertado: puedo hacerlo porque son ciertas. Y no voy a contar aquí cada uno de los momentos, cada una de sus historias. Pero sí puedo decir que, cuando era bebé y durante la primera infancia, coincide asombrosamente con los testimonios anteriores: fue extremadamente parecida a Frida, Ludmila y Olivia. Pero seguramente, lo más importante que tengo para decir sobre ella (y lo más esperanzador, considerando el objetivo de éste artículo), es que, a sus 22 años, sigue siendo un sol.

 

 Carlos Inza

Buenos Aires, junio del 2014