Medicina Energética y Otras Yerbas

Revista sobre salud, cuerpo, energía, sociedad y hasta orgonomía…


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La sexualidad nuestra de cada día

Ecología

Hace un tiempo vengo sintiendo el impulso de poder poner en palabras algunos pensamientos sueltos en relación a sexualidad y abrazo genital, y su función en la regulación energética del  los cuerpos y del sistema familiar.

Con el nacimiento de un hijo o una hija surge la necesidad de adaptaciones para hacer frente a los diversos movimientos que tienen lugar en la pareja con esos nacimientos. Por lo mismo, poder mantener viva la llama del abrazo genital es algo de una trascendencia y potencialidad muy grande en la construcción de una familia. Sin embargo, muchas veces las parejas terminan sufriendo un distanciamiento, un adormecimiento de la piel y de la libido, que dificulta el contacto y la posibilidad de reencontrarse físicamente después que los hijos nacen.

El nacimiento de un hijo trae la función de maternar y paternar. En las mujeres se despierta la capacidad de maternar, esto es vincularse y establecer una simbiosis necesaria para garantizar la continuidad en la maduración de un bebé recién nacido; una función dada en gran medida por los cambios hormonales que vienen ocurriendo desde el embarazo. Ese pequeño ser que nace tiene muchas necesidades básicas que atender, generando muchas veces un desequilibrio en las mujeres que están sobrecargadas y agotadas, pudiendo así aparecer un difícil encuentro con sus propias necesidades insatisfechas, angustias y sombras. Pero independiente de angustias y miedos, las mujeres tienen su cuerpo más exigido al tener que dormir poco, alimentarse mal y atender tan poco a sí mismas. Queda muy al descubierto la falta de lugares donde equilibrar su energía: poder volver a lo suyo, sus libros, su deporte, sus proyectos personales, su identidad, su cuerpo, su sexualidad.

El hombre de la pareja deja de ser su hombre y pasa muchas veces a ser el lugar donde la mujer puede descargar el agotamiento, el estrés, el miedo, la rabia y la angustia, marginando así el placer. Lo que antes era vivido como un espacio de placer y descarga sexual ahora necesita ser un lugar de descanso, de no demanda y no exigencia. Principalmente las mujeres que han sido poco cuidadas y maternadas en su historia piden cuidados, amor acogedor, generoso y tolerante (aun cuando no saben pedirlo), en suma piden amorosidad y sostén de sus parejas, incluso cuando esas no hayan sido las bases de la relación anterior al nacimiento de los hijos.

En ese momento de no querer ninguna demanda o exigencia, la solicitud por parte del hombre de mantener relaciones sexuales, es tomada como una exigencia. Lo que luego tendrá que rechazar. Aquí es donde se puede generar una confusión por la que la sexualidad deja de ser de la mujer como una placentera herramienta de equilibrio de su vida energética y emocional, y pasa a ser una obligación, una tarea más en aras de satisfacer al hombre y mantener la cohesión de la pareja.

Es bueno recordar lo que tanto ha hablado Wilhelm Reich sobre la liberadora función del orgasmo, que permite una descarga del excedente energético del organismo renovando su energía y su fuerza creativa, algo de una dimensión muy íntima y personal, y a la vez un encuentro de entrega consigo mismo y con el otro. Es una función fundamental para la vida y la salud y que la mayoría de las veces es distorsionada y/o reprimida por los procesos de socialización. Esa distorsión mantiene los roles de género muy bien marcados. Es una distorsión que aparece cuando se es muy pequeño  y que provocará que ese ser humano no se apropie de su deseo genital. En éste sentido me gustan las palabras de Joan Vilchez cuando dice:

 “W. Reich consideraba la sexualidad como la tendencia natural del organismo al placer, en sentido amplio, no sólo genital. Es sexual todo lo que nos da placer. Es un instinto, al igual que el hambre, el sueño…y que tiende a la autorregulación.

(Nuestro instinto sexual es muy maleable, plástico y creativo, no tiene la rigidez de otras especies animales, ya que está modulado por el ecosistema familiar y social. La sexualidad humana tiene varias funciones: no sólo la reproducción, sino el placer, la comunicación, la creación de vínculos…)”

 Sin embargo, las mujeres desde pequeñas continúan siendo reprimidas en su deseo de satisfacción sexual y genital; quizás ahora ya no en la forma de siglos pasados, sino por medio de una sutil represión que va pasando generación tras generación y que puede empezar desde la vida intrauterina. En el proceso de socialización/dominación de los cuerpos, todavía se escuchan frases como “no te portes como un hombre”, “no juegue en la calle como un hombre”,  “no te sientes así”, “no seas vulgar”. En tanto que a los hombres se continúa sutil o abiertamente diciéndoles “que no sientan”, que “sean fuertes”, que “no lloren”, y que al ser sensibles, compañeros, solidarios están poniendo en riego su masculinidad. La socialización diferenciada de géneros es propia de la cultura, construyendo modos estereotipados donde las mujeres “pueden” sentir el amor y disfrutar de eso, “pueden” identificarse con la madre nutricia pero tener mucha dificultad de acceder al placer sexual pleno y los hombres “sólo” necesitan sexo y tienen más dificultades de abrirse a sensibilidades que pudieran llevarlos a una experiencia de intimidad y sinceridad en una relación. La pelea para salir de los estereotipos es diaria, y se da en los grandes y pequeños actos cotidianos de una relación de pareja.

Tanto las mujeres como los hombres, todos sienten amor y desean satisfacción sexual, pero a veces están más reprimidos de un lado que de otro. Por eso muchas veces es más fácil sostener el juego de esconder qué siento, que pasar a una relación de gratificante entrega.

Quizás al sensibilizar a la mujer para que se adueñe de su sexualidad, de su derecho a usarla o no en su propia economía energético/emocional, podremos liberar algunas cadenas que una y otra vez se arman en la formación de una familia. Pero cuando se dice a una mujer que puede equilibrar su energía vital a través del acto sexual, hay que considerar también que esa sexualidad es fruto de la relación entre dos personas y de los procesos de vinculación que allí ocurren, es decir, de las potencialidades y limitaciones de los integrantes de la pareja.

Si crecemos en una sociedad donde la sexualidad femenina está al servicio de la satisfacción del hombre y la mantención de la familia, ¿qué gracia tiene para la mujer despertar de nuevo ese deseo?

Recuperemos el deseo materno, permitiendo el maternaje que ayuda en la autorregulación de los cuerpos de los hijos para que estos puedan construir naturalmente relaciones más fraternales, espontaneas y regidas por el placer (Casilda Rodrigañez). Dejemos de reprimir el deseo, tanto en la crianza de los hijos como en su propia vida emocional y sexual adulta. Tarea ardua es salir de ese registro reprimido, es un ejercicio diario ya que la cultura de dominación nos ha expulsado del paraíso (del cuerpo materno) muy tempranamente. La esperanza es la de que los niños sean más respetados en su deseo y puedan recuperar con más rapidez una funcionalidad anclada en el placer y en el movimiento para la vida, y capacidad de amar. Pero eso no va a funcionar muy bien si hombres y mujeres no encuentran en su vida familiar y de pareja su propio lugar de regulación del placer en sus cuerpos.

La idea es que podamos ser libres y por ende sujetos de nuestra propia vida sexual, y nunca objetos cosificados en relaciones estereotipadas. La mujer que puede conectarse con su energía sexual tiene la posibilidad de equilibrar el sistema energético de su cuerpo a través del encuentro con su pareja.  Y así volver a su bebé con la energía justa y necesaria. El vínculo con su bebé engloba otro tipo de relación libidinal. No es necesario poner en un plano de competencia la relación de pareja y la relación con los hijos.

Una vez más, habría que resaltar que en el momento del nacimiento de un hijo, la balanza queda tan desequilibrada que es difícil encontrar satisfacción, gratificación, descarga genital y crecimiento para los miembros de una pareja.

A veces puede llevar algunos años que la pareja vuelva a encontrarse sin un niño entremedio, sin ansiedades, sin demandas constantes. Por esto es que solamente el encuentro con la propia sexualidad, en un acto de decisión y lucidez, es lo que puede reactivar el vínculo físico de la pareja (más allá de familia). Y sin dejar de entender que “la genitalidad, el orgasmo, no «se consigue», no se «alcanza» volitivamente o con técnicas mecanicistas: es una capacidad que todo organismo tiene pero está limitada. Aunque siempre existirá sexualidad, y, por supuesto, todo lo que permita el goce; ese goce, esa capacidad de placer, está limitada y condicionada por el carácter y por nuestra coraza muscular” (Maite Pinuaga, pág. 25), y por lo mismo se torna difícil acceder a la sexualidad sin trabajar aspectos del carácter y de la coraza.

 En los últimos tiempos, cuando hablo con los hombres de los grupos de crianza que coordino, utilizo la expresión “Guardianes de LA PAREJA”. Ahora lo explico, antes que algunas mujeres se enojen conmigo…

Me viene la imagen del hombre como guardián de ese vínculo hombre-mujer y también guardián de la familia. Alguien con la enorme tarea de proteger y favorecer la relación materno infantil, así como alguien que recuerda a la mujer que él la desea, que la está esperando y así protegiendo el espacio de la pareja. Si la mujer sabe que está siendo protegida y que hay alguien que la puede ayudar a salir de su profunda conexión con el bebé y consigo misma, podrá entregarse a la tarea de maternar sin culpa, sin represión y sin competencias. Todos se benefician.

Infelizmente no siempre es esto lo que ocurre. Diversas fórmulas y combinaciones son posibles frente al nacimiento de los hijos. Los hombres pueden ponerse celosos del vínculo materno infantil al sentirse desplazados, puestos en un segundo plano al tener que esperar y a veces incluso ser los últimos de la lista. Otros se pondrán muy maternales, dejando de proteger y pedir a la mujer espacios de a dos. También hay padres que desaparecen y les cuesta tomar la responsabilidad de la familia y de la pareja durante un tiempo. Puede también ocurrir que los hombres tengan mucha dificultad en desear a sus mujeres una vez que estas se convierten en mamás, pues no pueden dejar de verlas como “madres”. Sin hablar de los casos donde el desamor es lo más presente en la pareja y familia. Cada caso es único y no es correcto generalizar; aun así siento la necesidad de reivindicar el poder sanador del abrazo genital.

Este texto está pensado para las familias donde los hombres quieren paternar y, cada uno a su modo, contribuir al desarrollo y maduración de sus hijos. Es lo que hoy podemos llamar paternidad activa y corresponsabilidad en la crianza. Hombres que están dispuestos a cuestionar algunos patrones de su propio proceso de socialización, y además hombres que desean a sus mujeres. Pero si esas mujeres no pueden tomar a sus hombres como seres deseantes y solamente como padres de sus hijos, la pareja puede estar en peligro.

A veces en la cabeza de la mujer hay mucha confusión. No pueden tomar a sus hombres, aparecen las rabias, los desencuentros, las competencias y el deseo sexual naufraga entre tantos enredos.

Ocurre que también es una tarea para las mujeres la de valorar el acompañamiento que los hombres puedan brindar y confiar en sus capacidades aunque sea de forma muy distinta a las suyas. Ya sabemos que en lo general es la mujer quien está sola en la crianza, pero no siempre es así. Y cuando no lo es, muchas veces, igual está la dificultad de incorporar al hombre en los procesos de crianza y retomarlo como pareja.

En la nueva familia que se forma, hombres y mujeres están buscando lugares más cercanos, más respetuosos para acompañar a sus bebés. Y los patrones relacionales seguramente tendrán que flexibilizarse para que no repitamos las historias de desencuentro de nuestros antepasados que pone, mujeres por un lado y hombres del otro. Pero si una mujer continua quedando sola en la crianza, ella guarda muchos rencores que después inevitablemente son llevados a la relación de pareja en forma de reclamos, amortiguamiento de la vía sexual, entre otras cosas.

Los hombres como guardianes, y no como policías, son los que pueden recordar a la mujer  que hay otra vida que las espera, que hay un amor que la protege y la desea, mientras ella resurge como mujer y madre.

Adaptar la pareja a la familia no es fácil.

En relación a la sexualidad genital, quizás lo mejor es que pudiéramos pensar que lo que le cuesta a la mujer es la penetración, principalmente en los primeros meses después de un parto, por cuestiones obvias de reacomodación del cuerpo y de los órganos genitales y útero. Pero sí pueden estar abiertas a las caricias, masajes, acercamiento corporal, besos, masturbación, escucha, compañerismo. Por otro lado muchos hombres quizás no puedan pensar en acariciar, besar, masajear, conversar sin la penetración. De nuevo aparecen las respuestas estereotipadas, incluso cuando la intención es otra.

Quizás el juego no es a todo o nada. Qué pueden aportar cada uno hasta que puedan TODO nuevamente?

El abrazo genital es la posibilidad de fortalecer lo individual y lo trascendental. La salud bioenergética del cuerpo requiere la descarga del excedente de energía vital. En una relación sexual están en juego el equilibrio del cuerpo, de las emociones; es un espacio de conexión profunda con uno mismo, con el otro y con el cosmos (Wilhelm Reich, Mikel García). Pero si la sexualidad es una disputa de poder posiblemente la mujer no quiera dar su poder al hombre.

La función sexual es el modo más “simple” de reencuentro con la totalidad. Y de eso se trata, que la mujer no piense que la única forma de satisfacer su libido es a través de la relación con el bebé. Porque además de no ser cierto, no es justo para el bebé.

No pongamos en un plan de competencia la maternidad de un lado y la vida en pareja del otro: no pongamos a mujeres y hombres en esta competencia, porque seguro que a los bebés no les interesa. Y una pareja que, a lo largo de su relación, continúa a mirarse, a desearse, ayuda a un hijo a encontrar su propio lugar en la familia.

Decirlo es fácil, pero en la práctica es más difícil porque las mujeres (históricamente hablando) están muy heridas por los hombres (de su historia), y para sanar esas relaciones en su propia relación de pareja necesitarán de mucho placer, entrega a sí misma y a su cuerpo. Conocer qué les gusta, cómo les gusta y qué pueden pedir a un hombre. Y para un hombre es la hora de ser creativo y dejar de recibir la comida caliente encima de la mesa o de la cama.

Lo cierto es que la realidad es compleja y cada historia de pareja es única. No pretendo explicar todo con estas palabras, aunque podamos encontrar muy a menudo formas estereotipadas (acorazadas) de ser en las mujeres y hombres y en sus conductas de pareja y sexuales. Mi invitación es para que seamos más revolucionarios en el amor, intentemos romper con nuestros esquemas patriarcales en los roles de género que terminan por alejar el placer de la vida familiar. Revolucionemos el amor, hombres y mujeres, intentando unir corazón y pelvis adentro de nosotros mismos y en el abrazo genital. ¡La familia entera agradece!

Referencias:

Casilda Rodriguañez, (2008). La sexualidad y el funcionamiento de la dominación. La rebelión de Edipo II. Ediciones La mariposa y la iguana: Argentina.
Joan Vilchez, SEXUALIDAD Y PSICOTERAPIA CARACTEROANALÍTICA. Comunicación al 11º Congreso de la Federación Europea de Sexología  Madrid, 20 – 22 Septiembre 2012
 http://www.esternet.org/sexualidad_y_psicoterapia_caracteroanalitica.htm
Maite Pinuaga, Habitar la Pelvis (ese paraíso perdido)
http://maitesanchezpinuaga.es/descarga/habitar_la_pelvis.pdf
Mikel García, (2000) Sexualidad y transpersonalidad. Barañaín.
Wilhelm Reich (1977). La función del orgasmo. Ed. Paidós. Barcelona

 Munich Vieira Santana