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No hay Gaza que alcance

Sí: no hay gasa que alcance para cerrar la herida abierta en Medio Oriente, en la tierra de los palestinos. Ningún fabricante se animaría a producir un paño que tenga las medidas necesarias para cerrar semejante laceración y, encima, agregarle tela adhesiva para que no se mueva ni se note. Hace poco, un palestino dijo: “No hay peor cosa que ser víctima de las víctimas”.

En una sola frase dijo tanto que explicarla suena de idiotas. Pero vayamos un poco atrás en el tiempo: ¿quién hubiera imaginado, hace cincuenta o sesenta años, que alguien pudiera siquiera imaginarla?

A veces, la realidad se ríe a carcajadas de la ficción. Y éste es un caso que lo demuestra. Veamos que nos decía Wilhelm Reich allá por los 30, hace “solo” unos ochenta años. Eran épocas de su “Psicología de masas del fascismo”, un libro fundamental, una mirada decisiva para entender sucesos como “estos y aquellos”. Alguien podrá decir que solo se trata de una ironía de la historia, una de tantas y a la que hay que observar con cierta distancia y hasta condescendencia: “¡Ah, antes los perseguían y ahora ellos persiguen! ¿Qué tiene de raro, de que se asombran?”.

Aparente desconcierto: Reich se gasta para hacernos entender porque razón o razones, el fascista modelo es un impotente que gasta sus fantasías sexuales en atormentar, perseguir, torturar y asesinar a otros para saciar su insatisfacción. Casi que no importa la ideología que le sirve de soporte: es de menor importancia comparado con su sádica necesidad de devastar.

En el fondo, no es trascendente saber si la corona española y la soberbia europea arman el brazo asesino de Colón, Cortés o Pizarro. O si la teología nazi es buena razón para el genocidio de judíos, negros y homosexuales. O si Eichmann era un débil mental o un buen tipo que padecía de sometimiento a la autoridad y, en nombre de su admirable obediencia, era capaz de mandar miles o millones de judíos a las cámaras de gas de Auschwitz. ¡Y dormir tranquilo, sin cuestionarse absolutamente nada!

Me pregunto qué pasará por la cabeza y el corazón de los millones de judíos que habitan la Tierra cuando se enteran de las atrocidades cotidianas que el Estado de Israel pone en marcha para exterminar, castigar y expropiar al pueblo palestino. Si es que realmente se enteran. O si son arteramente desinformados o si ellos mismos optan por no arriesgarse a saber la verdad ¿Qué diría Reich, hoy en día?

No diría nada diferente, porque sus posibles comentarios están implícitos en las consideraciones y conclusiones de su gigantesca obra: la explicación más profunda reside en la variedad de especie humana que fabricó el Patriarcado, variedad todavía vigente. No te gastes en otras explicaciones: ésa es la mejor y más profunda porque es capaz de explicar cómo se manipularon las emociones para producir este engendro. ¿Otra vez admirando a Reich y proclamando su genialidad? Sí, ¿qué otra cosa si todavía su profunda mirada acerca del origen de las guerras y los sistemas opresivos y sanguinarios es desconocida o ignorada?

No me queda más remedio que seguir siendo parte del club de fans. Así es, si es que alguien lo pensara. Está claro que el Holocausto fue una obra maestra del terror, un lugar por donde la especie humana no tiene derecho a volver a pasar. Pero uno se pregunta: ¿no es puro voluntarismo decir esto, no es pura expresión de deseos sin fundamento? ¿No están las otras experiencias genocidas que sucedieron al Holocausto para desmentir la esperanza?

Y un terrible paso más: ¿sus víctimas amortizan ese dolor, lo usan como justificación de las mismas heridas que ahora infligen a otros, en este caso a los palestinos? ¿No hay algo macabro y totalmente loco, en esta lógica? ¿Cómo puede un pueblo que ha sufrido tanto y de maneras tan atroces, hacer casi lo mismo con otro, que también es minoría perseguida y desvalorizada? ¿Qué también se compara desfavorablemente con quien ejerce el poder en ese instante? ¿Qué antes tuvo que soportar la locura, la enfermedad y la maldad de los genetistas nazis sufriendo el escarnio de ser oficialmente declarados “raza inferior y peligro de muerte para la humanidad” con su consabida solución terapéutica: el exterminio?

Entonces, como antes, se pone en marcha una verdadera red de atroces mentiras para presentarse como “agredidos que actúan en legítima defensa”. Y las consabidas equivalencias numéricas capaces de reventar hígados y paciencias: “un chico judío muerto se venga con miles de palestinos ejecutados”.

¿En nombre de qué endogamia de supervivientes es legítimo guardar silencio cuando uno se entera de la política de campo de concentración que el Estado de Israel ejecuta fríamente contra el pueblo palestino? ¿Es “anti-judío” o “anti-semita” denunciar estos nuevos crímenes, ésta renovada variedad de genocidio? Es mejor sacarse la careta y renunciar a seguir trabajando de víctima cuando uno asume el papel de victimario, sin más.

Pero tampoco son actitudes extrañas o tan sorprendentes: las víctimas pueden, “tranquilamente”, asumir la ideología y los métodos del victimario. Y guardarlos en algún lugar de la conciencia individual y colectiva donde no haya que exhibirlos sin avergonzarse. Pero luego, sin necesidad de dar demasiadas explicaciones y cuando se tenga el poder suficiente, ¡hacer lo mismo con otros, usando casi los mismos argumentos pero evitando hablar de “razas inferiores” solo porque no es políticamente correcto!

Todo el procedimiento es cínico, enfermo, inmoral y repulsivo, se lo mire por donde se lo mire.

¿Dónde está la conciencia de los acusadores del Holocausto, de los que tocaron y cuestionaron, con razón y argumentos, las fibras más íntimas de la especie humana, dudando de su verdadero valor? ¿Dónde están?

Carlos Inza